Festival Cine Ceará 2019: Un reporte desde Fortaleza


El 2 de setiembre, en el Festival Ibero Americano Cine Ceará, se exhibieron el documental “Vozes da Floresta” de la brasileña Belse de Pula, y la ficción mexicana “Luciérnagas” de la iraní Bani Khoshnaudi.

“Vozes da Floresta” recoge testimonios de mujeres dirigentes de organizaciones que procuran evitar que la tierra en la que viven y trabajan sea entregada a grandes corporaciones agrícolas, ganaderas y mineras, o empleadas en cuestionables proyectos estatales (como el de una base espacial). Si bien el documental tiene una forma bastante convencional, logra destacar la agencia femenina y la absoluta vigencia del tema de la propiedad de la tierra, estrechamente vinculado con el futuro de la humanidad. La celebrada “Bacurau” (carátula del último número de Cahiers du Cinema) también se refiere a ese tema. No es casualidad, tampoco, que en el último Festival de Lima se exhibiesen dos películas peruanas que volvían sobre el asunto de la Reforma Agraria (“La revolución y la tierra” y “Hugo Blanco, río profundo”), y recordaran el lema de los campesinos cusqueños en su gesta de la década de 1960: tierra o muerte. En el diálogo sobre «Vozes da Floresta», al día siguiente, se presentaron, junto a la directora, tres de las dirigentes, y se pusieron a la venta productos elaborados por sus comunidades.

“Luciérnagas” se refiere a un joven iraní gay que se encuentra varado en el puerto de Veracruz, sus deseos de partir hacia Turquía o Grecia, y la atracción que empieza a sentir por un compañero de trabajo, migrante centroamericano. Una línea secundaria tiene como protagonista a la solitaria chica que administra la pensión donde el iraní se aloja. Ambas líneas (soledades) se juntan.  La directora explicó que la elección de Veracruz era debido a que se trataba de una ciudad que presentaba “cicatrices” como sus personajes, con pasado brillante y presente ruinoso pero esperanzado. El filme, sin embargo, no logra integrar bien a los personajes con el entorno urbano para que brote “naturalmente” la significación deseada por la cineasta. El final levemente optimista, además, no está suficientemente motivado.

El 3 de setiembre se presentó “El viaje extraordinario de Celeste García” del cubano Arturo Infante, una comedia de ciencia ficción que parodia la emigración de Cuba. Unos extraterrestres han llegado a Cuba y, con apoyo del gobierno, ofrecen viajar a su planeta a ciudadanos cubanos, que deberán postular para ello. Celeste García, una madura ex profesora y guía de un planetario, no necesita postular, pues recibe una invitación personal de su vecina extraterrestre. El filme se halla aparentemente dentro de una corriente de comedias satírico-costumbristas de critica al régimen, cuyas mayores expresiones fueron “La muerte de un burócrata” y “Guantanemera”; y se vincula también con una nueva tendencia en el cine cubano: la del empleo del género fantástico (la empresa productora es la misma que la de “Juan de los muertos”) como respuesta al realismo que ha predominado durante décadas.

El problema con el filme es que la crítica termina por diluirse prácticamente por completo. La denuncia más audaz, la del machismo enquistado en la maquinaria estatal que impide a la protagonista realizarse profesionalmente mediante una sanción en la que se le castiga por acciones de su abusivo marido contra ella misma, queda borrada por la irrupción del amor romántico que promete un “trato de reina” a Celeste. Las causas sociales, políticas y económicas de la migración son casi ignoradas, destacándose en cambio las motivaciones afectivas. La moraleja de la película fue prácticamente enunciada por el realizador en la conferencia de prensa: para qué ir tan lejos si la felicidad puede hallarse aquí.

El 4 de setiembre se presentó, fuera de concurso, “Soldados de borracha” (que puede traducirse como “Soldados del caucho”), dirigido por Wolney Oliveira, el director del Festival. Cuenta la historia de trabajadores –en su mayoría nordestinos- que, debido a un acuerdo entre los gobiernos de Brasil y Estados Unidos, fueron reclutados durante la Segunda Guerra Mundial para extraer caucho en la Amazonía, recurso indispensable durante la conflagración. Miles de aquellos hombres murieron en una operación para la que no estaban preparados, fueron tratados como esclavos y no se les pago nunca lo prometido. Su caso fue olvidado durante décadas; aunque héroes, los textos de historia los ignoraron. Tardíamente, y luego de muchas negociaciones, con la intermediación de una diputada, hija de un soldado del caucho, el gobierno acordó pagarles 25 mil reales (alrededor de 6 mil dólares) de indemnización.

Una de las mejores escenas del filme tiene lugar cuando, luego de celebrar el acuerdo en el Congreso, invitan a un anciano soldado del caucho a que diga unas palabras, supuestamente de agradecimiento, y este, por el contrario, lamenta que el Estado no haya cumplido lo originalmente pactado y que les den una cantidad de dinero semejante a la que los diputados se gastan tomando café. El filme combina información y emotividad, e incluso deja espacio para el humor. Los ancianos sobrevivientes se revelan como cautivantes narradores; sus voces, que en ocasiones entonan también nostálgicas canciones, interpelan a un Estado que –como otros Estados latinoamericanos- instrumentaliza a sus ciudadanos y contrae con ellos deudas que jamás paga.

El 5 de setiembre se presentó el último largo de la competencia, “Greta” del cearense Armando Praca. En el filme, un enfermero gay y maduro, que gusta que lo llamen “Greta Garbo” cuando hace el amor, atraviesa una crisis. Su amiga transgénero está agonizando, y él da refugio en su casa a un delicuente herido que ha dado muerte a otro hombre. “Greta” recuerda en algo a los filmes de Fassbinder sobre seres solitarios y estigmatizados que ansían hallar un amor duradero; se libra del patetismo por una controlada puesta en escena (que recarga, limita y libera espacios como extensión del mundo interior del protagonista), y por una muy buena actuación de Marco Nanini que otorga dignidad a un personaje aparentemente frágil que va descubriendo sus fortalezas sin renunciar a la sensibilidad en su apuesta por el eros (o la vida, que es lo mismo).


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