Confesión personal: a manera de cábala, el primer día del año voy al cine y veo una película de la que no cuente con información previa. Si me agrada lo que veo, augurará un buen año. Mi 2020 comenzó con “Nueva York sin salida” y tan mal no me fue.
La primera imagen que se ve en la pantalla es el rostro de un niño en el funeral de su padre policía, quien fue victimado por el crimen. Ese muchacho se hace adulto, destaca como un detective muy hábil en la investigación y a quien no le tiembla la mano si de ejecutar a un mal elemento se trata. Ya sea por herencia o por venganza, Andre Davis (muy bien Chadwick Boseman) lleva su doloroso pasado en la placa.
Una madrugada en Manhattan, y en lo que parece un golpe sencillo, un par de criminales decide robar un cargamento de droga dentro de un negocio de vinos. Algo sale mal, y en la huida asesinan a varios policías. Una tragedia para la institución y un caso para el detective Davis y su compañera -impuesta por la policía local- Frankie Burns (correcta Sienna Miller). Ambos solo tienen unas pocas horas para detener a los criminales, ya que las autoridades, a pedido de Davis, cerraron todos los accesos y salidas a la isla hasta que esta “despierte” a la mañana siguiente. De ahí el título original de la cinta: “21 Bridges”.
El director irlandés Brian Kirk (de amplia experiencia en series televisivas como “Juego de Tronos” y “Penny Dreadful”) acierta en la hora inicial de su película gracias a su buen manejo de la acción, la sencilla presentación de personajes, la correcta propuesta visual y esa vuelta al drama policíaco duro de antaño. Cierto es, que a medida que la historia se desarrolla, cae en algunas convenciones y clichés del género. Las sorpresas que se van descubriendo no resultan tan convincentes y ese giro final no cuaja tan bien. Lo potente de “Nueva York sin salida” está en ese asalto inicial y las interpretaciones de su par protagonista, muy bien secundado por J.K. Simmons, un carismático actor de reparto que brilla siempre hasta con diálogos poco afortunados.
Algo que llamó mi atención al ver esta historia es ese “sentido del honor” que guardan los policías hacia su institución. Entregar la vida en el cumplimiento del deber resulta reivindicativo para algunos, absurdo para otros. Pero igual acatan órdenes o siguen su intuición sin importar riesgo alguno. Sea en una ceremonia fúnebre por el compañero caído o mientras apuntan sus armas entre ellos, los oficiales saben que la muerte puede convertirlos en héroes, nunca en villanos o corruptos. Proteger a los demás, a los tuyos y al sistema, tiene un costo y no importan los métodos.
Creo que este año me irá bien, mucha acción y algo de drama no me faltarán.
Nota: César Alberto Venero Torres, comunicador audiovisual y gestor cultural independiente, es un orgulloso hijo de padre y madre policías.
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