“Bad Boys II”, aquella secuela del 2003, es una de las peores películas que jamás haya visto; un ejercicio de excesos, lleno de chistes homofóbicos, xenofóbicos y racistas, gore innecesario, y violencia gratuita. Es de las peores películas que Michael Bay haya dirigido, y ciertamente, una de las cintas de acción más desagradables que he tenido que ver. En comparación, la primera entrega —entretenida, frenética, ocasionalmente graciosa— es una obra maestra.
¿Por qué, entonces, me animé a ver “Bad Boys: Para siempre” en el cine? Especialmente considerando que las secuelas que demoran tanto en estrenarse, usualmente, terminan decepcionando. (En este caso en particular, han demorado 17 años (¡!) para estrenar una nueva entrega de la saga). Pues porque los críticos norteamericanos están siendo mucho más amables con esta tercera entrega, y principalmente, porque Bay ha sido reemplazado por los directores Adil El Arbi y Billal Fallah.
Y se nota.
Ahora bien, “Bad Boys: Para siempre” no es una cinta de acción ejemplar. El Arbi y Fallah tratan de emular el estilo de Bay por momentos, utilizando sus movimientos de cámara exagerados, y colorizando el filme entero con tonos naranjas y celestes, para otorgarle algo de continuidad a la franquicia. Desde el primer minuto se nota que es una nueva película de “Bad Boys”. Pero algo curioso ha pasado en esta secuela: en vez de racismo, xenofobia, sangre y tripas, tenemos una historia que, hasta cierto punto, logra deconstruir la manera en que sus protagonistas habían sido caracterizados en las dos películas anteriores, tomando en consideración que ya no son personajes jóvenes, y que ahora están mucho más cerca a la muerte, especialmente teniendo en cuenta los peligros inherentes al trabajo de ser oficial de policía.
Y más sorprendente, incluso: mientras que las dos cintas anteriores —especialmente la segunda, por supuesto— eran ejercicios de cinismo puro, en donde resultaba casi imposible empatizar con los personajes, en “Bad Boys: Para siempre” tenemos un componente emocional inesperadamente potente, especialmente en lo que se refiere a la relación entre padres e hijos. Esta vez, Mike (Will Smith) y especialmente Marcus (Martin Lawrence) están más preocupados por el legado que le dejarán a sus respectivas familias, tanto profesional como personalmente.
¿Quién diría que una película de “Bad Boys” se preocuparía por reflexionar sobre la mortalidad de sus protagonistas?
Al comenzar la cinta, vemos que Mike y Marcus siguen siendo compañeros en el trabajo, y siguen teniendo como capitán al permanentemente enojado Howard (Joe Pantoliano). Las cosas no han cambiado demasiado: Mike todavía es un policía adicto a la adrenalina que no le hace mucho caso a las reglas, y Marcus sigue siendo su contraparte más cautelosa. Pero cuando el primero es herido de gravedad por Armando Aretas (Jacob Scipio), el líder de un peligroso cartel, el segundo le promete a Dios que dejará el mundo de la violencia… con tal de que Mike sobreviva a su heridas.
Y previsiblemente, eso es lo que sucede. Sin embargo, esto no detendrá a nuestros protagonistas; después de todo, tienen que encontrar al atacante de Mike, quien sospechan está relacionado a Isabel (Kate del Castillo), una suerte de Bruja en el mundo del trafico de drogas. Y para cumplir su misión, nuestros ya avejentados protagonistas contarán con la ayuda de AMMO, un escuadrón compuesto por gente joven y preparada, como Rita (Paola Núñez), o Kelly (Vanessa Hudgens). Por más de que se resistan al cambio, tanto Mike como Marcus tendrán que aceptar que, para atrapar a Isabel y Armando, necesitarán la ayuda de las nuevas generaciones.
Sí, “Bad Boys: Para siempre” cuenta con más personajes femeninos que cualquiera de las dos entregas anteriores. Y sí, como esta vez Michael Bay no es el director, no son presentadas como pedazos de carne o simples damiselas en peligro. Rita es una líder bastante más competente que Mike o Marcus, por ejemplo —aunque igual tratan de insertar un componente romántico entre ella y el personaje de Will Smith; no todo podía ser perfecto—, y Kelly es una oficial ruda y valiente. Mientras que las dos primeras películas de la saga manejaban roles de género frustrantemente tradicionales, explotando la sexualidad de sus personajes femeninos únicamente para hacer que sus dos protagonistas masculinos se vean cool, “Bad Boys: Para siempre” al menos hace el intento de integrarse al siglo 21.
Adicionalmente, a pesar de que trata de emular la hiperactividad y el caos visual que Michael Bay suele insertar en sus películas (como para que refresquen su memoria, entren a Netflix y vean su más reciente producción, la incoherente “Escuadrón 6”…. o mejor no, es terrible), El Arbi y Fallah logran obtener un mejor balance entre las escenas de interacciones entre personajes y las secuencias de persecuciones o balaceras. Y estas últimas, a pesar de abusar un poco de las pantallas azules y los dobles con rostros reemplazados digitalmente (aparentemente Will Smith no es tan valiente como Tom Cruise a la hora de participar en escenas de pelea), están coherentemente escenificadas y bien coreografiadas. No es que “Bad Boys: Para siempre” le vaya a hacer la competencia a las películas de “John Wick” ni mucho menos, pero al menos se siente como un producto menos caótico y más emocionante que cualquiera de sus predecesores.
La química entre Smith y Lawrence, además, sigue viva, lo cual resulta en interacciones naturales y simpáticas, así como momentos verdaderamente hilarantes que, felizmente, no abusan de contenido grotesco o grosero. Smith trata de humanizar aunque sea un poquito a Mike, desarrollándolo como una suerte de superhéroe que está comenzando a darse cuenta que, en realidad, es un ser humano común y corriente, que debería dejar de tomar riesgos tontos y ser más consciente de sí mismo y quienes lo rodean. Por su parte, Lawrence sigue siendo el más gracioso y torpe de los dos —pero a la vez, la figura que trata de convertir a su compañero en alguien un poco más responsable. Por otro lado, Joe “Joey Pants” Pantoliano está muy bien como el Capitán Howard —no podía dejar de protagonizar una clásica escena de enojo y frustración pura— y Kate del Castillo es suficientemente intimidante y misteriosa como la villana de turno. De hecho, me animaría a decir que es la primera villana verdaderamente memorable de la saga.
“Bad Boys: Para siempre” ha logrado lo impensable: convertir a una saga carente de imaginación o creatividad, en algo ligeramente más sutil y emocionante. No me tomen a mal; sigue siendo una película estilo buddy cop llena de palabrotas y violencia para mayores de 18 años, pero a diferencia de sus predecesoras —especialmente la segunda entrega—, se siente un poco más gentil y compleja… al menos para estándares del blockbuster de acción promedio. “Bad Boys: Para siempre” es de las pocas secuelas tardías que logran revitalizar una franquicia; puede que no logre atraer nuevos adeptos, pero al menos podrá traer de vuelta a aquellos que, como su servidor, salieron asqueados de la sala de cine luego de ver “Bad Boys II”. Si siguen con esta misma línea, no me molestaría ver un “Bad Boys 4”… con tal de que no se demoren otros 18 años en hacerlo.
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