Si han estado viendo entretenimiento coreano las últimas dos décadas; antes que BTS se convirtiese en uno de los grupos de chicos más populares en el mainstream de la música juvenil y que el director surcoreano Bong Joon-Ho se hiciera no solo de la estatuilla a Mejor Director en la más reciente ceremonia del Oscar, sino también se llevara los premios a Mejor Guión, Mejor Película Extranjera y -el premio más importante de la noche- Mejor Película; dense una ronda de aplausos porque han estado marcando los trends desde que en los años noventa el gobierno surcoreano lanzara el programa de desarrollo cultural que impulsaría la Ola coreana, también conocido como el Hallyu Wave, término creado por un periodista chino que describía la popularidad de música y novelas coreanas en la China, fenómeno que cada vez se extendió más llegando a cubrir Japón, el sudeste asiático con Singapur, Malasia, Vietnam, Tailandia y Filipinas como principales mercados, hasta llegar a nuestro país, que fue una de las anclas del Hallyu en todo el continente americano, siendo el único país de toda la región de América Latina en el 2012 donde Big Bang hizo un concierto.
Fue en el año 2009 cuando en YAM Magazine celebrábamos la distribución en Estados Unidos de True Legend, The Warrior and the Wolf y Blood: The Last Vampire por parte de Focus Features; el director hongkonés John Woo acababa de estrenar «La Batalla de los Acantilados Rojos», mientras que Japón tenía los éxitos de Tokyo Sonata y Departures, que había ganado el Oscar a Mejor Película Extranjera en la ceremonia del 2008, tan solo la segunda película asiática en ser premiada, luego que «El Tigre y El Dragón» se alzara como la cinta extranjera más destacada en el 2000, aunque perdiera la posibilidad de quedarse con el título a Mejor Película. A pesar de todo, eso no impidió que Ang Lee logre ganar dos veces el premio a Mejor Director. La victoria de Parásitos de Bong, no solo marca la historia de Corea del Sur, convirtiéndose en la primera cinta del país en ser nominada -la cereza del pastel, que haya logrado nominaciones múltiples- arrasando las principales categorías de la noche del cine, sino que también marca la historia de los premios más populares de cine, convirtiéndose en la primera cinta en un idioma extranjero en ganar el premio principal de la noche. La Ola coreana finalmente llegó a lo más mainstream de las costas americanas.
Los Premios de la Academia han sido criticados por los cinéfilos, especialmente con el desarrollo de tecnología y la proliferación de comunidades en línea en las últimas dos décadas, por su centrismo norteamericano, ya que fueron instaurados como un premio estadounidense para celebrar la industria estadounidense, que decidió venderse como “lo mejor del cine mundial”. Pero cómo se puede celebrar lo mejor del cine mundial cuando uno de los grandes directores de animación se rehúsa a formar parte de éste, y recién se toman la molestia de invitar a talentos de la industria de cine más grande del mundo, a pesar que Aamir Khan produjo y estelarizó el drama musical deportivo de época Lagaan, nominada a Mejor Película Extranjera en el 2002 junto a Amelie y El Hijo de la Novia. Su invitación, por supuesto, llegó 15 años después. Tal vez es como dijo Bong Joon-Ho en una entrevista con Vulture:
«El Oscar no es un festival internacional de cine. Son premios muy locales».
Bong Joon-ho’s Dystopia Is Already Here
… pero trata de no serlo más.
Después de la acaparación del mercado que Japón logró con el J-pop, la publicación de mangas, la serie Super Sentai (que fue readaptada inclusive para el mercado occidental como Power Rangers) y series de anime en las décadas de los sesenta, setenta y ochentas, el gobierno surcoreano incrementó sustancialmente el presupuesto de distintos departamentos de la industria cultural [ojo: no dinero para la industria, sino desarrollo de estudios culturales] y lograron su primer éxito de taquilla en 1999 con Shiri, que aún se encuentra en el Top 60 de la lista de películas surcoreanas con más de 5.8 millones de tickets vendidos; seguido por Joint Security Area (5.8 millones) de Park Chan-wook al año siguiente, Friend (8.1 millones) de Kwak Kyung-taek en el 2001, Silmido (11 millones) de Kang Woo-suk en el 2003, Taegukgi (11.7 millones) de Kang Je-gyu en el 2004, y King and the Clown (12.3 millones) de Lee Joon-ik para el 2005, que aún se encuentra en el Top 10 de la lista que llega al pico de 17.6 millones de tickets con The Admiral: Roaring Currents del 2014.
A mitad de la primera década de este milenio, el cine coreano (y el entretenimiento en general) ya se caracterizaba no solo por su calidad sino también por su popularidad, con hits panasiáticos como My Sassy Girl y novelas como Sonata de Invierno o Una Joya en el Palacio, que también surgieron en popularidad en países como el nuestro. En los festivales internacionales de cine ya se veían gemas como Oldboy de Park Chan-wook, Oasis de Lee Chang-dong, Primavera, Verano, Otoño, Invierno… y Primavera de Kim Ki-duk, quienes intentaron tentar a La Academia con esas y otras cintas (Secret Sunshine y Burning por parte de Lee, y Pieta por parte de Kim), pero sería Bong el que conseguiría este logro una década después de haber tentado al Oscar con «Madre» estelarizada por la actriz Kim Hye-ja, quien en esa época logró llevarse el título de Mejor Actriz por parte del Sindicato de Críticos de Cine de Los Ángeles. Pasos de bebé.
Después de veinte años de desarrollo casi sostenido y expansión del Hallyu a Europa y Norteamérica, puede que el cine surcoreano se abra un espacio más amplio en los cines del mundo, a pesar de los esfuerzos de la industria americana para acostumbrar a la gente a ver sus películas dobladas, el otro desafío de la distribución. Aunque soñar no cuesta nada. Mientras las distribuidoras locales y festivales (*coughFestivalDeLimacough*) deciden qué hacer, tenemos el internet.
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