El primer largometraje del joven realizador nacional Miguel Ángel Moulet se ha estrenado finalmente en salas comerciales. Lamentablemente Todos somos marineros no llega a los cines en las mejores condiciones: funciones en muy pocas salas y en horarios poco accesibles, la convierten en un caso más del maltrato que sufren estas películas que se alejan de los cánones seguidos por la mayoría de películas que copan la cartelera comercial.
Esta película, filmada íntegramente en Chimbote con una historia protagonizada por personajes rusos, regresa al Perú luego de realizar un destacable recorrido por festivales internacionales: obtuvo el Premio Prix Fipresci del 31 Festival Rencontres de Toulouse, Francia. Así mismo participó en el Festival de Cine de Rotterdam; en el 41 Moscow International Film Festival, entre otros.
El director Miguel Ángel Moulet financió este, su primer largometraje, gracias al Premio del Concurso de Producción 2015 del Ministerio de Cultura (DAFO) y al Premio del Programa Ibermedia-Coproducción 2016.
Todos somos marineros es una coproducción de El Navegante Films de Perú y Monte & Culebra Films de República Dominicana.
A continuación conversamos con el realizador:
Una película peruana protagonizada y hablada en ruso no es algo que se ve todos los días. ¿Cómo fue que diste con los protagonistas de tu película? ¿Cómo llegaste a ellos? – Llegamos de forma inocente. Pusimos un aviso en redes sociales y mientras tanto fui un domingo a la Iglesia Ortodoxa Rusa que está en la avenida La Marina. Escuché la ceremonia y al acabar pregunté dónde podía ver a más rusos. Me dijeron que en en el Centro Ruso de Ciencia y Cultura que queda en Salaverry. Fui al lugar y ahí me invitaron a que fuera el día que celebraban la Fiesta del Panqueque. Fui el día en cuestión y en medio de la celebración me dieron un micrófono, me presenté y les dije que quería hacer una película. Siguieron comiendo y bailando, salvo Igor Kondyakov, quien después fue el capitán del barco en la película. El protagonista de la película, Andrey Sladkov, profesor de esgrima en Perú desde hace casi 20 años, llegó por el aviso al igual que Ravil Sadreev, quien estaba en el país dedicado al turismo.
¿Cómo trabajaste con ellos la construcción de sus personajes? Tomando en cuenta que no son actores profesionales y que el español no es su lengua materna. Construí los personajes y escribí un guion, hasta su quinta versión durante un año, que luego revisamos mañana y tarde durante dos semanas, línea por línea, con Eliseo Altunaga (consultor de «Tony Manero», «No», «Una Mujer Fantástica», etc.). A los actores no profesionales nunca les mostré el guion porque no quería que lo recitaran, pero ensayamos mucho durante varias semanas, al punto que empezamos a improvisar sobre los textos en ruso porque ya estaban bien definidos los núcleos argumentales. Entonces, aunque con el tiempo empezaba a reconocer los textos que decían y sus entonaciones, cuando cambiaban algo consultaba a Svetlana Kozitskaya, que además de tener un personaje en la película también era la traductora en set. Las improvisaciones las íbamos armando sobre sus propias experiencias de vida.
¿Cómo definiste junto al director de fotografía Camilo Soratti el estilo visual de la película, enfatizando los colores fríos y las atmósferas sombrías? Camilo vino a Perú un año antes del rodaje y juntos fuimos a Chimbote a encontrar las posibles locaciones. Luego, a distancia, cada quien decía cómo veía las escenas y a partir de eso fuimos sumando capas, siempre en función de lo que queríamos y necesitábamos secuencia a secuencia, plano a plano. Hicimos mucho trabajo de mesa durante ese año.
¿Cuáles fueron los principales retos de filmar dentro de un barco en Chimbote? Y en general, en todo el proceso de filmación y post producción. El reto más grande fue conseguir el barco. Nos lo prestaron por 11 días. Por el tiempo exacto que teníamos para disponer del barco tuvimos que sintetizar cada vez más la propuesta escrita, por eso algunos planos secuencia. Por el escaso tiempo varios del equipo técnico decidimos dormir en el barco, para trabajar con la luz del amanecer y ganarle horas a las jornadas largas. Además de estas complicaciones nuestro presupuesto justo nos obligó a subir los equipos en altamar, esto siempre resulta riesgoso, y a ubicar otra embarcación junto al barco protagonista de la película para dejar ahí el generador, cablear y paliar así la bulla y su vibración. Sumado a esto, operar un gimbal por los pasillos estrechos del barco fue también muy complicado y agotador para todo el equipo.
¿Cómo ha sido el trabajo de distribución y de llegada a las salas comerciales? Considerando que es cada vez más difícil para películas que no pertenecen a un género como la comedia o el terror, de lograr un espacio en la cartelera comercial. V&R Films asumió la distribución de la película con Mario Bacigalupo al frente. Hemos podido armar la campaña con meses de antelación, yendo a medios de prensa y trabajando la publicidad en redes y vallas en Lima y regiones. Todo esto gracias al dinero del Estímulo Automático otorgado por el Ministerio de Cultura, como para que luego no digan que no hicimos nuestra parte. Hay malos horarios y pocas salas por lo que ya todos sabemos respecto a los exhibidores. Aún así es por demás satisfactorio que en Chimbote, donde grabamos íntegramente la película e hicimos el avant premiere un día antes del estreno a nivel nacional, esté yendo mucha gente a verla al cine y que esto haya generado que abran un horario más. Quizá es triste y minúsculo pero dentro de todo es bonito porque la misma gente que quiere ver la película se moviliza o empieza a hacerlo.
– Entrevista realizada por Laslo Rojas y Juan Carlos Ugarelli.
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