Queen & Slim es la ópera prima de Melina Matsoukas, realizadora afroamericana quien previamente había trabajado dirigiendo diversos videoclips de Beyoncé, Rihanna, entre otros renombrados artistas pop.
Esta vez nos presenta a una historia escrita por la gran Lena Waithe (“The Chi”, “Master of None” y “Twenties”), en la que conocemos a una pareja que, luego de tener una muy mala cita son detenidos por la policía, las cosas escalan rápidamente, saliéndose de control, terminando en un disparo al policía en defensa propia.
Ambos son jóvenes afroamericanos frente a una muy seria encrucijada: acaban de matar a un policía blanco y, a pesar de que fue en autodefensa, saben que no saldrán bien librados de este evento, así que deciden huir.
La película abre así un debate importante desde que el detonante se manifiesta: la ley que debería ampararlos en realidad es la que los perseguirá y no tienen oportunidad frente a ella, porque esa ley es la misma que apaña crímenes cometidos en contra de su etnia todo el tiempo.
Queen y Slim no solo huyen de la persecución policial que se les avecina, sino de sus vidas pasadas y van hacia el camino de volverse íconos, con todos los sacrificios que esto amerita (pensemos en casos como el de Martin Luther King o Malcolm X). Nadie logra tal estatus de forma fácil y ellos lo aprenderán a lo largo de su tumultuoso viaje.
Hay elementos que definirán a nuestros héroes y a la población que están representando, las generaciones de afromericanos a las que su país les ha dado la espalda y que cuando no está ignorandolos, directamente los mata. Estos conceptos no pasan desapercibidos por los ojos de Matsouka y Waithe, y a lo largo de la historia veremos varios hitos que definen la cultura de los afroamericanos en Estados Unidos, lugares como bares, mecánicas, espacios de protesta para las manifestaciones e incluso dentro de los hogares.
Estos espacios, generalmente mostrados en la cultura pop estadounidense desde una perspectiva hegemónica (y blanca), cambian muchísimo al verlos desde la perspectiva de un EE UU negro, y cambia aún más cuando vemos que los personajes que ocupan estos espacios cuidan a nuestos fugitivos para que logren tener un espacio de paz y posteriormente, escapar del país. La dirección de fotografía de Tat Radcliffe toma en cuenta este aspecto, y opta por mostrarnos muchos de los espacios con grandes contrastes de luz, una iluminación basada en luz dura y sombras, la línea delgada entre el bien y el mal por el que caminan nuestros protagonistas.
¿Hasta qué punto puede llegar el resentimiento social de una población para que, a pesar de haber visto la prueba del crimen, opten por defender a los culpables de aquello? Es la pregunta que da vueltas a lo largo de la narración, y que además es resuelta cada vez que Queen y Slim tienen contacto con un nuevo personaje.
Un buen representante de aquello es Earl, el tío de Queen, quien los acoge y les recomienda cambiar su aspecto para evitar ser reconocidos por la policía. Los chicos no solo cambian su apariencia, sino que ahora tienen una estrategia, un lugar al cual llegar. No es casual que este destino sea Cuba, un país conocido por dar la contra total al hegemónico Estados Unidos. ¿Son Queen y Slim a sus compatriotas como Cuba es a Estados Unidos?
Ambos deciden dejar sus identidades pasadas para volverse íconos en el momento en que se cortan el cabello y queman el auto en que estaban escapando por distintos estados del país. Es la muerte de lo pasado en busca de construir algo nuevo, la posibilidad de libertad, así esta sea solo metafórica.
Conforme la tensión se intensifica y la historia avanza, irónicamente, vemos a nuestros personajes dejándose ser un poco más, dándose espacios para disfrutar el momento y tener conversaciones existencialistas sobre los momentos surreales que están viviendo. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la trascendencia? Son estas nuevas cuestiones que los acompañarán hasta el final.
Estos chicos están viviendo intensamente a pesar de estar huyendo de una persecución, si bien justificada, injusta dentro de un sistema que lo permite. Se permiten reconocerse en este momento y se toman una foto que luego será usada para identificarlos como parte de un movimiento mayor, pero en su momento ellos solo querían una prueba de que estuvieron ahí y de que estaban viviendo. Ese es el poder de la imagen para el reconocimiento y para la trascendencia. ¿Alguien realmente existe si no hay fotografías o historias de ellos? Slim lo tiene claro y hace que ambos tengan ese registro, esa prueba de identidad. Finalmente, logra convencer a Queen de que la trascendencia consiste en el recuerdo que tus seres queridos tengan de ti.
La película nos vuelve a plantear una pregunta. ¿Si sabemos que vamos a caer/morir/terminar, eso significa que todo el tiempo debemos estar a la espera de que ocurra? Y nos la contesta rápidamente, los chicos optan por vivir. De repente, de una manera premonitoria deciden que disfrutarán, se detienen en un bar a bailar, y luego en el campo, donde Queen le enseña a Slim a montar a caballo. Disfrutan como si fueran niños de nuevo, no personas escapando y teniendo a la policía a tan solo un par de horas detrás.
No es coincidencia que la directora y la escritora sean mujeres afroamericanas, viviendo en un país conocido por un racismo fortísimo y sistematizado. Queen y Slim empiezan a manifestarse como la necesidad de un ícono (íconos) de la lucha que la mayoría de personas pasan día a día. En un momento la película nos muestra una protesta por los derechos de los afroamericanos, y un niño que estuvo en contacto con los protagonistas le dispara a un policía, quien también era negro.
Creo que esa escena en particular define muy bien el subtexto de la película, el racismo vuelve enemigo a quien es tu hermano y solo crea más violencia. A pesar de que ambos enfrenten al racismo diariamente, uno está vestido con la ropa con la que se identifica (el uniforme de policía) y el otro está luchando contra ello.
En este punto de la historia nos planteamos nuestra última pregunta: ¿Cómo podemos darles un final digno a nuestros Bonnie y Clyde negros? (este símil no es obviado dentro de la historia, inclusive el tío Earl los identifica así). Queen y Slim, que en realidad se llaman Angela Johnson y Earnest Hines, se vuelven íconos y como tales no pueden permitirse nada menos que un final épico.
Los chicos están por escaparse y corriendo hacia la avioneta que los llevara a Cuba, pero son traicionados por la última persona que debía ayudarlos, un hombre negro que prefirió el dinero de la la recompensa a que los íconos vivan. Aquí vemos la figura del racismo integrada fuertemente, a los chicos no los traiciona el enemigo sino alguien dentro de su comunidad, Esto nos llama a pensar en cuál es el verdadero problema social al que nos enfrentamos.
La película termina con ambos siendo venerados por la comunidad y finalmente siendo los íconos de una lucha de los afroamericanos que continúa en la vida real.
Si bien la película habla del tema del racismo en Estados Unidos, podemos trasponerlo a cualquier tipo de situación discriminatoria de forma masiva, inclusive en nuestro país. ¿Qué estamos haciendo desde nuestra frontera para no mantener un sistema que castiga a algunos solo por existir? Un sistema que les crea tantas barreras que inclusive en defensa propia merecerían la pena máxima. La película nos invita a la reflexión sobre ello, como sabemos, ese no es el único país que se enfrenta a tales cuestiones.
Melina Matsouka y Lena Waithe completan una película crítica y dura, que hay que verla con esos ojos, invita a una reflexión complicada y dolorosa sobre un problema latente, el cual no tienen miedo de abordar con crudeza. Muy recomendado.
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