La imagen de apertura de “Círculo de tiza”, presenta a Jorge Acuña Paredes, un artista de 86 años que interpreta con apacibilidad en su rostro y manos una performance absorta en sus propios pensamientos. Un primer plano nos muestra el gesto de melancolía y vejez en los surcos que se dibujan sobre la pintura blanca que cubre su piel.
Entre el uso de material videográfico de los años 70 y pasajes contemporáneos de la Plaza San Martín en el Centro de Lima, participamos del oficio de Jorge, un actor y mimo que ha dedicado su vida al arte profesionalmente y a la búsqueda de espacios de desarrollo escénico no convencionales. En esencia, buscó democratizar el arte porque en sus palabras: “…en las calles hay un mayor número de espectadores”, y el acceso al mismo es el camino para su entendimiento y popularidad.
Jorge imagina universos y personajes que se refieren a la realidad, experiencias y anécdotas que comparte entre cervezas y amigos en bares capitalinos. En el júbilo de su voz, también descubrimos que rememora episodios de su vida personal con aflicción, que abate junto a sus compañeros fantásticos.
La exploración de su intimidad se trastoca con la presencia de la cámara, la cual no es silente, conversa con dinamismo, acompaña sus pasos tal cual la handycam de curiosos que quieren conocer su mundo. También retrata por medio de planos cerrados, su entusiasmo por la interpretación gestual y corpórea. Jorge interpreta en las tablas, en las calles, pero también en sus relaciones cotidianas, es su forma de correlación. Su forma de comunicación son los estribillos que recita con fervor a su público, amigos y a sus ficciones. El montaje que intercala registros de video de un mismo discurso, nos permite reconocer paralelismos de vida, su progresión creativa y la inevitable llegada de la senectud a través de la reflexión personal.
Por medio de la conversación testimonial, conocemos a su familia, quienes conscientes del halo quimérico que lo envuelve, hablan con franqueza y reivindicación sobre el rol paternal. En un momento, una de sus hijas comenta este proceso, en el que Jorge dejó de ser el personaje y se entregaron al perdón correspondido.
Su vida ahora está en Suecia, en donde acompaña sus días con libros, anécdotas y danzas solitarias. Pero son los retornos a Lima los que reconectan la construcción de sus historias y la atención de viejas amistades. Es aquí donde la exploración del documental y la ficción tienen un propósito afectuoso, nos permite ver a través de los ojos de un hombre que comprende el sentido de su soledad e individualidad. Su relato toma una forma tangible en la escena más idílica, de luces increíbles, y personajes embelesados por el amor de Jorge a la creación.
«Círculo de tiza» recoge las memorias de la inherencia artística de Jorge Acuña Paredes, desde su infancia hasta los momentos de calma, ahora en su vejez, que le permiten seguir creando ensueños, pero también ser un referente de acción social por la trascendencia y acercamiento de las artes al escenario ambulante.
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