El director japonés Fumito Fujikawa (Hiroshima, 1985) presenta su segunda película de largometraje, nuevamente en un festival de nuestra ciudad. Su primer film, «The Name of the Whale» se presentó en el Festival Lima Independiente 2016, donde obtuvo el premio principal. A partir de esa experiencia y de su visita a nuestro país, es que se concreta la realización de su segundo largometraje titulado «Supa Layme».
Este film tiene su estreno absoluto en el Festival Lima Alterna, y se puede ver libremente hasta el 27 de septiembre en Cineaparte. En este documental el director se interna en una comunidad campesina de la sierra de Arequipa, y pasa los días junto a la familia Supa Layme, compuesta por una joven pareja de esposos y sus cuatro pequeños hijos. Lo notable del film es el nivel de intimidad y compenetración que logra establecer el director con la familia, convirtiéndose prácticamente en uno más del clan. Sin acentos ni subrayados en problemáticas sociales o económicas, ni en las diferencias culturales, la cámara curiosa pero respetuosa de Fumito Fujikawa nos permite compartir los días de una humilde familia del Ande peruano y recordar a través de ellos, la realidad que se vive en buena parte del país.
Con motivo de su estreno en nuestro país, conversamos a continuación con el director de «Supa Layme»:
Fumito, empecemos por lo primero: ¿Cómo así un cineasta japonés termina haciendo una película en la sierra de Arequipa? Entiendo que estuviste en Perú el 2016, en el Festival Lima Independiente, donde ganaste el premio a Mejor película con «The Name of the Whale». Por otro lado, tu productora se llama «Cine Chancay»… ¿Puedes contarnos cómo se da tu relación con el Perú?
El 2006 vine a trabajar como voluntario durante un año a un museo de arqueología llamado Museo Amano, ubicado en Miraflores, en Lima. En ese entonces yo era alumno en la Facultad de Audiovisuales en la Universidad de Bellas Artes en Tokio, estudiando cinematografía. Pero en esas epocas no era buen estudiante. Solo tomaba cerveza con mis amigos y charlábamos todo el día (risas).
En verdad, cuando estaba en Japón no me interesaban mucho los Andes. Después de ir a a trabajar al Perú el 2006, poco a poco me fui interesando más. Es que el Museo Amano guardaba muchas cerámicas y tejidos de cultura de la costa y la sierra. En esas épocas me llevaron a visitar varias ruinas, pero todas eran las de la costa, ¡no pude visitar a la sierra, ni Cusco! Entonces me quedé con muchas ganas de ir al sur. Quería ver un paisaje auténtico de los campesinos. Hasta entonces solo había conocido la cultura del Ande a través de un libro del arqueólogo japonés, el doctor Tetsuya Inamura. Su libro me impresionó mucho. Se llama…«Las llamas y las alpacas»!!
En una de esas visitas a las ruinas en la costa conocí la cultura Chancay. Me encantan sus cerámicas y tejidos, son obras de auténticos maestros. Por eso le puse ese nombre a mi productora, con la esperanza de que mi película fuera como las obras de la cultura Chancay.
Entonces, siempre soñaba con filmar algo en Perú. Cuando terminé mi película «El nombre de la ballena», se me ocurrió la idea de volver allá. En el 2016 volví por primera vez en diez años. Estuve viajando cerca de diez meses alrededor de Ayacucho, Cusco, Puno y hasta Bolivia, buscando un lugar para filmar mi película. Pero no lograba encontrar un lugar ideal. A fines de ese año fui a Puyca, en la provincia de La Unión, Arequipa. Un antropólogo japonés que conocí en el Museo Amano investigaba sobre la vida de los pastores y campesinos en esa zona, él me contó acerca de Puyca. Entonces fui hasta allá, así fue que encontré a la familia Supa Layme, la que protagoniza mi película. Ellos me acogieron y me cuidaron mucho. Es que en esas alturas de 4700 metros sobre el nivel del mar no podía correr ni moverme bien.
Algo que destaca notoriamente en tu película es el nivel de cercanía e intimidad que logras con la familia Supa Layme. ¿Cómo trabajaste esa relación con ellos?
Primero fui a la escuela de Ocoruro, que es un anexo del distrito de Puyca, ahí viven más de 50 familias. Pero ahí todos me miraban curiosos o con miedo. Y sí, los entiendo, si vieron que apareció un extranjero de repente. Creo que yo reaccionaría de la misma manera. Ahí solo la familia Supa Layme me acogió en su casa.
Durante los primeros tres meses no prendía mi cámara, solo vivíamos juntos y los observaba en sus quehaceres diarios. De esa forma podía crear una relación con ellos, porque que pensaba que necesitaba esa buena relación para hacer la película. Después de eso recién les conté que quería filmarlos, para hacer una película. Me dijeron, por supuesto que sí. Y así empecé a filmar.
Inicialmente pensé en hacer una película de ficción, o mejor dicho, un híbrido entre ficción y documental. Pero a medida que pasaba tiempo con ellos, cambié de opinión. Sentí que no podría dirigirlos o decirles qué hacer estando ellos en su propia tierra. Yo no tenía ningún conocimiento ni experiencia sobre la vida en la sierra, me sentía como un niño allá. Por eso decidí no decirles nada y solo filmar sus vidas tal cual eran. De otra forma, no hubiera tenido seguro si podría terminar la película o no, eso me asustó mucho.
¿Cuánto tiempo te tomó todo el proceso de registro y montaje?
Hice toda la parte de la creación solo. La filmación duró casi un año, desde junio de 2017 hasta mayo de 2018. Pero en ese año, durante cuatro meses regresé a Japón. Es que tenía que ganar dinero para seguir filmando. Cuando se me terminaron los ahorros, volví a Japón para trabajar como asistente de iluminación en rodajes.
Entonces financiaste la película tú solo, ¿cuánto habrá sido el presupuesto total?
Sí, lo hice solo. El ticket de avión era lo más caro, costaba casi 1,500 dólares ida y vuelta. Entonces, de 2016 a 2018 calculo que gasté en total unos 6 mil dolares, o un poco más.
Hay dos momentos que recuerdo especialmente en la película: uno es la conversación que tienes con Beronica, cuando cuenta lo que vivió durante los años de la guerra con Sendero. Es muy fuerte lo que ella narra, sin embargo lo hace de una manera muy natural y sin dramatizar. ¿Por qué le preguntaste sobre ese tema? ¿Te interesaba especialmente?
Honestamente, no me interesaban esos temas para mi película. Personalmente, sí me interesa mucho la historia del Perú, pero nunca pensé que ella tuviese esas experiencias. Primero me lo contó antes de filmar. Estábamos los dos cocinando, pelando las habas juntos, y empezó a contarme su historia. Creo que quería que alguien escuché su experiencia. Luego, cuando ya estaba filmando le pregunté eso a propósito, pues quería que me lo cuente otra vez.
Otro momento que impacta es el sacrificio de la alpaca. ¿Por qué sentiste que era necesario mostrar esa faena en toda su crudeza?
Creo que igual que en Perú, en Japón se compra la comida (carne, pescado, verduras) en el supermercado, y las niñas y niños no saben sobre todo el proceso y la vida de esas reses, pescados y verduras. Yo tampoco no lo sé muy bien. Pero en Ocoruro, desde muy chicos saben cómo matar una alpaca. Por que si no conocen esos procedimientos, no podrían llenarse el estómago. Es lógico, ¿no? A mí me parece que es muy natural, por eso quise mostrarlo así.
Hay otros pasajes de la película en los cuales los personajes, los niños sobre todo, te llaman por tu nombre, o te preguntan si estás grabando. ¿Cómo lograste que ellos se olviden que había una cámara siguiéndolos durante sus rutinas diarias?
Eso para mí también es un enigma. Yo no hice ninguna cosa especial, solo pasábamos el tiempo juntos, y nos respetábamos mutuamente. Aunque los niños me trataban como a un hermanito pequeño. (risas)
Puedes contarnos qué planes tienes ahora con la película. Luego de Lima Alterna, ¿dónde más se verá a continuación?
Sí, aquí es el estreno de «Supa Layme», por lo cual agradezco mucho a Farid Rodríguez, director del Festival Lima Alterna. Luego, a fines de octubre se va a presentar en un festival de Yokohama en Japón, y ese será el estreno en mi país. Después, aún no hay nada más programado. Ojalá que se logre proyectar en otros países.
¿Puedes contarnos algo más de ti? Si te dedicas a tiempo completo al cine, o si realizas otros trabajos en el día a día.
Bueno, mi nombre es Fumito Fujikawa (en japonés: 藤川 史人), nací en Hiroshima, Japón en 1985. Ahora vivo en Yokohama, pero en la época que fui por primera vez al Perú el 2006, vivía en una zona al oeste de Tokio, en Takanodai donde estaba mi universidad.
He hecho dos largometrajes: «The Name of the Whale» (2015) y «Supa Layme» (2020); y tres cortometrajes que solo tienen los títulos en japonés: 彼の地 (Kanochi, 2015), 横田茂ギャラリー (Yokota Shigeru Garalley, 2018) y 博物海景 (Hakubutsu Kaikei, 2019).
Ahora voy a otra universidad en Tokio para licenciarme en un Máster en Antropología. A partir de la experiencia que tuve en la sierra de Perú me ha interesado mucho más la antropología. En el futuro seguiré haciendo peliculas, quiero combinar las perspectivas de la antropología y la cinematografía, como hizo Jean Rouch. Así es que tengo muchas ganas de volver al Perú.
Entrevista realizada el 21 de septiembre del 2020, via email.
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