Los cortometrajes siempre son un lugar para constatar las capacidades expresivas de directores potenciales de futuros largometrajes. En ese sentido, y para promover dicha producción, el XI Festival Al Este de Lima nos trae dos secciones al respecto. En primer lugar, tenemos la denominada “Perú emergente”, donde se muestran un conjunto de diez cortos sobre distintos tópicos culturales que engloban las distintas realidades de nuestro país. Desde temas como la diversidad lingüística o cuestiones familiares, esta sección no hace más que constatar los intereses, de parte de los directores, por representar temas latentes de la sociedad peruana. Dentro de aquel conjunto podemos recomendar algunos cortometrajes para el público interesado.
Genekashlu, de Natalia Trzcina, nos cuenta la historia de una niña de una comunidad amazónica que va a la ciudad en busca de su padre, con el fin de recitarle un canto tradicional como regalo de cumpleaños. Por medio de una fotografía bien cuidada, iremos acompañándola en un viaje desde el interior de la Amazonía hacia la urbe. Casi todo su recorrido es posible gracias a una pequeña hoja de papel la cual irá consultando seguidamente. En ella guarda datos referenciales que van a servirle de guía. En algunas escenas, en las cuales se manifiesta un claro contraste en los encuadres (entre los ambientes naturales, el rostro incierto y la mirada perdida de la niña) producen una extraña sensación al espectador respecto lo fundamental que son las relaciones entre padre e hijo(a).
Muy en sintonía con el tema anterior, La celebración, de Bryan Urrunaga, aborda los conflictos filiales pero en ahora en clave femenina, así como también la separación entre madre e hijas. A raíz de la fiesta de Rosa, regresa a casa Jeanet, su hermana que había tenido problemas con su madre. Lo relevante de este corto es el cuidado de los encuadres y los travellings que dinamizan el ambiente festivo familiar. Utilizar el blanco y negro requiere un cuidado que Urrunaga maneja bien. Sin embargo, lo que disminuye sus logros son los diálogos y las actuaciones durante las escenas del romance entre los hijos de cada hermana. Estos se vuelven predecibles, a excepción de la última escena, que logra condensar mejor la trama.
Otro de los cortometrajes relevantes es Voluntad, de Robert Julca Motta. Debemos remarcar el trabajo previo del realizador. Anteriormente codirigió Mataindios (2018), largometraje donde aborda los efectos de la religiosidad cristiana en el espacio andino. Este cortometraje muestra una continuidad respecto al tema de su primera película, aunque difiere en algunos puntos. En Voluntad tenemos el monólogo interior de un hombre que vive en una tensión respecto a su fidelidad con las doctrinas cristianas. De ahí que la voz en off es un lugar en disputa entre dos posiciones: por una parte, la de los mandamientos católicos, los cuales debe cumplirlos al pie de la letra, mientras que por el otro lado tiene sus deseos de transgredirlos, todo con el objetivo de poder descansar luego de constante aturdimiento racionalista por parte del primero.
Cumbres y cenizas, de Fernando Criollo, es otro cortometraje muy interesante. A partir de una mirada etnográfica y de una fotografía en blanco y negro, el cual ocupará gran parte de la cinta, el director nos muestra el ambiente cusqueño de las alturas. Lo relevante aquí no es la estetización de la costumbre del chiaraje, ni tampoco el lugar contemporáneo del catolicismo en dicha localidad, sino constatar la dimensión simbólica de los elementos naturales en el Cusco. De ahí que el lenguaje icónico se unifique gracias al montaje, el cual amalgamará la fotografía con el sonido, este último utilizado eficientemente tanto para silenciar las escenas de tradiciones culturales (para así remarcar la importancia de los cuerpos en movimiento), como también para distorsionar la voz de José María Arguedas, cuando lee algunos fragmentos de su poema “Tupac Amaru Kamak Taytanchisman”.
Por otra parte, tenemos otra sección llamada “ExperimentAlEste”, donde se reúnen también cortometrajes pero, como su nombre lo indica, de disímiles formas narrativas. Casi la mayoría de estas producciones han sido filmadas por directores peruanos, a excepción de Emerge, dirigido por dos argentinas. A continuación, recomendamos algunas de ellas.
El tema de la violencia de género es desarrollado en Atrapadas, de Nataly Vergara Adrianzén. La danza armoniosa de una bailarina es interrumpida luego de que una rosa aparezca durante su performance. Cortometraje alegórico donde se ponen en conflicto la tranquilidad y pureza, simbolizada en el color blanco que ocupa el espacio y maquillaje, frente al rojo de la rosa, que poco a poco alterará aquella uniformidad cromática.
Materia/l encontrado y/o idea de una casa, de Isaac Ernesto Ruiz, se interesa por reflexionar sobre las inexistentes fotos de sus primeros años junto a su madre, miembro del MRTA. Debido a que sus pertenencias fueron decomisadas por la policía durante su detención, el director opta por reconstruir aquellas imágenes a partir de los testimonios de su padre, quien ilustrará la relación con su madre por aquel entonces. La voz en off del padre se intercala perfectamente con imágenes que tratan de ilustrar lo narrado, gracias al montaje empleado, el cual también le permitirá completar la ausencia del archivo material del director. Conciso para demostrar que aún existe inconsistencias en aquellos jóvenes hijos de exsubversivos.
Finalmente, destacamos también Paqarinanchismanta huk qillqa (Escrito desde nuestra pacarina), de Jorge Castro, y Emerge, de Magalí Suescun y Laila Méliz. En resumidas cuentas, el resto de cortometrajes experimentales constatan las diversas herramientas que pueden ser explotadas o mejoradas en futuros proyectos audiovisuales de los directores y directoras participantes.
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