Dash & Lily (2020) es una serie estadounidense creada por Joe Tracz y protagonizada por Austin Abrams y Midori Francis. Se trata de una típica comedia romántica navideña, pero convertida en una producción de 8 capítulos, un formato que crea unas impresiones en el espectador muy diferentes a las que dejan las películas que vemos en una sola noche en el cine o en nuestras casas a final de año.
La primera de esas impresiones pareciera ser que el espectador se encuentra ante un producto más complejo, pues la duración de la serie muestra cómo se desarrolla el conflicto entre un par de adolescentes desde el comienzo (cuando son idealistas y ni siquiera se conocen en persona) hasta que aparecen los conflictos típicos de la edad, que hacen que se pregunten si vale la pena seguir juntos. Sin embargo, quedarse con este argumento sería hacer una lectura superficial, pues el formato seriado y el contenido de muchas de las escenas recuerdan más bien a las novelas por encargo y al género epistolar que fueron populares años atrás, lo cual fue hecho en mi opinión con el objetivo de parodiar nuestra época.
Para reforzar mi argumento, comenzaré diciendo que en Dash & Lily las escenas dramáticas (rupturas, reencuentros y peleas familiares) y el final de cada capítulo están escritos para mantener enganchado al público, algo que era típico de las novelas por encargo. Pero, además la producción hace alusión directa al género epistolar a través del intercambio de cartas entre los protagonistas, quienes cuentan con un cuaderno de notas personales en el cual en vez de mensajes con tono lánguido como antaño, se dejan anécdotas y pistas sobre su identidad. A mi juicio, este detalle es importante porque en la época de nuestros antepasados y en el género epistolar tradicional las cartas entre los amantes generalmente tardaban mucho tiempo en llegar, mientras que en la serie no deja de llamar la atención la rapidez con la que la pareja intercambia mensajes. De hecho, la producción transforma el intercambio de notas en un juego entre los jóvenes para resaltar, a mi juicio, la desesperación que reina hoy en día en la búsqueda del amor, como si se tratase de un homenaje a la inmediatez y no a la espera de esa persona indicada, un acto que era un símbolo del amor romántico por excelencia.
Podemos decir entonces que lo brillante del guion radica en que está diseñado para cuestionar los símbolos tradicionales de las uniones románticas y para señalar la dificultad de conseguir pareja hoy en día, no tanto por estar muy lejos de otro sino por estar desesperado. Esta lectura cobra más sentido cuando advertimos que Lily abre el primer capítulo de la serie diciendo: “yo no tengo una historia de amor propia” y aunque añade: “pero eso está bien”, no puede dejar de competir con sus abuelos, sus padres o su hermano, quienes consiguieron a sus respectivas parejas siempre en Navidad. Por esto, aunque la serie parece otra inocente historia de amor juvenil no lo es porque propone ironizar sobre la necesidad que existe en la actualidad de que la pareja (o potencial pareja) esté allí, todo el tiempo presente y a disposición de uno, como lo evidencia la forma en que tanto Dash como Lily se desesperan si el otro no deja el cuaderno de notas en el lugar indicado justo en el plazo acordado. Y supongo también que es por esta misma razón que el guion pone a los protagonistas no tanto a jugar a escribirse sino a las escondidas, pues Lily no encuentra a Dash en la fiesta punk y ella se salva de ser descubierta en el restaurante de pizza, por ejemplo.
Igualmente, Nueva York juega un papel importante, porque muestra cómo uno de los sitios más icónicos de la ciudad, en este caso una gran librería, no tiene el mismo significado que tenía para las relaciones en el pasado. Por ejemplo, este tipo de lugares hasta hace no muchos años servía para el encuentro (para recitales de poesía, por ejemplo, o para lecturas compartidas) y aunque todavía pueden ser usados para ello en algunas ciudades, la producción muestra a la librería como el espacio donde se da la búsqueda frenética de una pareja. De hecho, Lily admite que siempre tuvo la ilusión de encontrar a su novio ideal en medio de los estantes de ficción y repasa cada detalle en su mente de cómo sería ese momento. Todo esto demuestra cómo el guion logra destruir una vez más símbolos clásicos del amor, como la lectura o la esperanza en el encuentro, a través de la representación del miedo crónico a la soledad, el cual parece un mal más acentuado en nuestro tiempo.
En síntesis, podríamos decir que los desencuentros (tanto físicos como emocionales) debido al formato de la serie y al género epistolar hacen que ésta nos invite a replantearnos nuestros modos de vida y de concebir las relaciones de pareja en el siglo XXI, a través de un guion divertido, unas actuaciones frescas y una ciudad que durante años ha sido emblema del amor romántico, un modelo que apenas sobrevive debido al furor de lo inmediato y a la torpeza de nuestras propias ironías.
Texto por: Raquel Ludwig
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