Corpus Christi es la más reciente película del polaco Jan Komasa, estrenada el festival de Venecia del 2019, en el que formó parte de la sección oficial. Se trata de una de las más recientes representaciones del cine polaco que encontramos en el escenario actual, junto a ella podríamos mencionar a Ida y Cold War de Pawel Pawlikowski, quien desde hace algunos años está posicionando a su país como el nuevo cine a ver.
Corpus Christi toca temáticas que son familiares en las películas polacas, elementos de la religiosidad arraigada en la clase media, las diferencias sociales que se marcan entre unos y otros y cómo a través de las rasgaduras de elementos muy tradicionales, como la religión, descubrimos a personajes poco convencionales luchando en el día a día.
El filme busca posicionarnos en las zonas grises de sus personajes y los explora con gran profundidad. En el espacio ordenado e ideal que es Polonia se nos presenta un centro penitenciario en el que Daniel, el protagonista (interpretado por Bartosz Bielenia), sirve una condena. Si bien todo parece controlado, Komasa nos muestra la contradicción de que dentro de un espacio de control y orden se ejerzan constantes agresiones entre los criminales del centro penitenciario, viviendo en un ambiente de apariencias y altamente hostil. Es precisamente en este microespacio, en el que aparentemente no hay manera de salir adelante, donde Daniel descubre su fe, quiere desarrollarse como cura, una meta imposible ya que, al ser convicto y un asesino, no puede llegar a ser cura ni a trabajar en la iglesia.
Dentro del espacio extremadamente violento del centro penitenciario, Daniel sabe que lo quieren matar y tras mucha insistencia logra hacer que lo transfieran a otro centro penitenciario en el que podrá estar lejos y seguro, pero al llegar al pueblo entra a una iglesia y tras ser discriminado como convicto, miente haciéndose pasar por aprendiz de cura, lo que lo lleva rápidamente y a raíz de una serie de eventos fortuitos a reemplazar al cura del pueblo, un hombre de muchos excesos que irá a rehabilitarse. Es así que Daniel debe ahora asumir un rol que no es suyo. Su sueño se hizo realidad, ¿pero a qué costo?
Bartosz Bielenia nos transporta al universo de Daniel con una imponente actuación a través de su mirada en el que su rostro nos habla una y otra vez sobre su dolor. Bielenia logra un matiz de vulnerabilidad casi palpable y nos brinda un Daniel muy complejo, fuerte en su exterior y destrozado por dentro, es una interpretación notable. Daniel es como cualquiera de los jóvenes del pueblo en el que está trabajando pero en vez de pretender encajar en un rol que no le pertenece (ser un cura conservador) se apropia de este nuevo rol y le entrega su identidad, es un “cura cool”, una abierta crítica al establishment que lo condenó.
Komasa aprovecha muy bien las intenciones de Bielenia en Daniel, quien es un claro ejemplo de “pez fuera del agua”, un personaje que se ha encontrado en una situación ajena a la suya y que debe encontrar la forma de sobrevivir en esta.
El filme busca que veamos las dos caras de la moneda, el fanatismo religioso, el duelo y también la malicia que se llega a hacer a causa de estar sufriendo. Los ciudadanos del pueblo en el que Daniel es cura lastiman a causa de estar sufriendo, igual que él es lastimado a causa del sufrimiento que le produjo a otros.
Corpus Christi se percibe como una reflexión sobre el dolor que deja la muerte y las pocas opciones efectivas para el manejo del duelo, inclusive en sociedades aparentemente perfectas. En el filme es solo quien ha impartido ese dolor, Daniel, el que puede lograr exitosamente que las personas que cargan con el duelo puedan afrontar la pérdida de sus seres queridos. El largometraje presenta la dualidad de aquello, la tradición/lo nuevo, el duelo/ la superación y nuestro protagonista camina en el borde de aquellas constantemente. Daniel nos acompaña dentro de la melancolía de un mundo que no para de sufrir pero en el que él se rehúsa a rendirse. La fotografía refleja este aspecto manteniendo planos largos y estáticos en los que el protagonista trata de salir constantemente y sin éxito, el espacio es mucho más grande que él y no se puede escapar.
Es solo hacia el final en que vemos a Daniel salir del encuadre y a la cámara moviéndose por primera vez tratando de seguirlo en lo que podría considerarse una de las mejores escenas finales que he visto en el 2020. El tratamiento hasta llegar a ese momento de la narración es notable.
Komasa nos presenta una mirada a la hipocresía del mundo actual, no es coincidencia que se estrenará y compitiera en paralelo a películas como Parasite de Bong Joon-Ho (2019), Corpus Christi nos hace cuestionarnos hasta qué punto un criminal debe ser penado de una manera tan severa en sociedades consideradas “altamente avanzadas”, si son esas mismas sociedades las que hacen “justicia propia” hacia quienes salen del molde que se considera como el correcto.
El filme finaliza en una nota pesimista, el status quo se mantendrá y se llevará a buenas personas en el camino de mantenerlo, prevalece el lugar que cada uno tenía en la sociedad más que las intenciones de mejoras que tenga cada persona. Es una fuerte crítica al mundo de la forma en que lo vivimos en el 2020 pero esperemos que no sea así en el 2021.
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