En Lima, Lima (2020) vemos un pedazo de la capital peruana asentada en Milán. El director Roberto Valdivia se apropia del interior de una casa de transferencia de dinero ubicada en la ciudad italiana con el fin de descubrirnos un espacio que no parece responder al escenario europeo. Y no solo es por la nacionalidad de origen de las personas que atienden el lugar, sino también por las noticias que se escuchan desde la señal de internet, así como los anuncios y artilugios que decoran sus paredes los que nos hacen referencia, por ejemplo, a un local comercial ubicado en el Cercado de Lima. No es una película que alude a nostalgias o que manifiesta a personas resistiéndose a una cultura que no sienten propia. Es más bien el panorama de una (micro)comunidad habituada a los comportamientos de un imaginario natural. Es puro ejercicio de rutina fuera del contexto habitual.
Por su lado, la directora Pamela Loli nos presenta una nueva perspectiva que retrata a la época del gobierno de Juan Velasco Alvarado. En nombre del archivo (2021) documenta los testimonios y sentimientos de los trabajadores de prensa impresa, varios de estos despedidos, consecuencia de la expropiación a los medios, según el dictamen del decreto de ley que señalaba que medios impresos pasarían “a favor de los sectores de la población organizada”. Hay un especial acercamiento al caso de El Comercio, posiblemente, debido a que uno de los miembros de la familia Miró Quesada fue uno de los firmantes del decreto en cuestión. La película se denota como una prueba antidemocrática del gobierno golpista que no solo atentó contra el derecho de libertad de expresión, sino que además provocó un debacle económico que afectó en el desarrollo nacional, aunque, específicamente, en el patrimonio de una familia.
Re(v)bela (2020), de Nicolé H. Céspedes, junto con Lo que no pude contar (2020), de Antonella Bertocchi, son dos ejemplos fílmicos recientes que hurgan en los efectos de la violencia sexual desde los testimonios íntimos de un grupo de mujeres. En sendas películas, a partir de la testificación de los dramas pasados es que las emisoras gestan un acto de depuración. El acto de compartir esa vivencia dolorosa cumple una función terapéutica que alivia, pero sobre todo reordena las emociones y las ideas. El hablar implica concientizar el problema y, por tanto, reconocer al enemigo y las posibles formas de poder confrontarlo. Ahora, a diferencia de Lo que no pude contar, en Re(v)bela estamos tratando con una dinámica sujeta a una dialéctica más perceptible. Céspedes pone a socializar entre ellas a sus tres invitadas. Se forma así una especie de pequeña asociación femenina que, a pesar de que pertenecen a una generación distinta y además tienen caracteres muy distintos entre sí, tienen en común ese problema recurrente generado por los prejuicios machistas. Es una prueba más de una dolencia social arraigada, tanto en el ámbito familiar como el conyugal, que, por cierto, no siempre asegura una superación por parte de la víctima.
Persona perpetua (2020) es una ampliación de lo expresado en Connatural (2018), solo que en esta ocasión la carga dramática y personal es aún más patente. La anterior película del director Javier Bellido se representa mediante una contemplación objetiva y otra onírica. Ambas observaciones revelan un escenario de aproximación fatídica. En su última película, se renuevan esos tratamientos: el monocromatismo que anticipa el duelo, la austeridad de la luz de apunte expresionista, la quietud o los lentos movimientos de la cámara que concretan un escenario dominado por los rituales pausados y a veces lánguidos, el descubrimiento de objetos o presencias que simbolizan la agonía y el encierro, los quejidos fuera de campo evidenciando un padecimiento irrevocable tanto para la aquejada como para los que están al cuidado de la misma. La diferencia está en que aquí no se invocan testimonios orales. Si en Connatural hay intervenciones de una mujer puntualizando los antecedentes de su familia o su programa rutinario como cuidadora de su madre enferma, en Persona perpetua Bellido opta por retratar desde lo que acontece en un presente sin reseñas. Es la travesía de un diario que, por cierto, su director divide en capítulos o etapas que esquematizan todo lo que implica ese trayecto del cuidar de un ser querido que padece. Es una usanza dramática de la abnegación, la labor de repeler el sufrimiento ajeno y reprimir el desconsuelo.
Por último, Imapaqmi peliculata ruwasunman (¿Para qué hacer una película?, 2018), de los realizadores argentinos Tomás Saralegui y Luz de la Fuente, es un documental que sigue la relación de una madre y su menor hijo. El final del trayecto de este seguimiento me trajo al recuerdo la española La lengua de las mariposas (1999), un coming of age en donde un pequeño niño comienza a descubrir el mundo que le rodea, muy en parte, gracias a su maestro. El erotismo, el amor, el conocimiento cultural y científico, prestando especial atención a aquel que sale fuera del canon conservador; son tópicos que el menor va reconociendo y adquiriendo como parte de su desarrollo personal. El punto dramático surge casi para el final, cuando el franquismo comienza a asumir el poder. El final algo nos me dice que mucho de ese aprendizaje será coaccionado. Esta orientación percibo en Imapaqmi peliculata ruwasunman. Con total simplicidad, sin artificios ni mañas argumentales, observamos los primeros descubrimientos del pequeño niño a mano de la “maestra”, su madre. El menor vive en un entorno familiar, sin embargo, se retrata un lazo muy especial hacia la madre, la que desde el primer año comienza a inculcarle a su hijo sobre la cosmovisión andina. Es el amalgamiento del nexo entre el sujeto y su territorio desde la oralidad. Pero no es solo eso. Aunque no sean lecciones directas, se sobreentiende que el niño está expuesto a una serie de conceptos y rituales ancestrales. Estamos hablando de un sujeto criado desde un entorno que preserva el imaginario ancestral. Y entonces sucede esa “guerra civil”. (Nuevamente) sin dramatizar la situación, Imapaqmi peliculata ruwasunman tiene un cierre conmovedor e incierto. Aquí también hay indicios de que se aproxima la ruina de una civilización y además la germinación de una generación desarraigada. Es lo mejor de la Selección oficial peruana del festival.
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