La fe, esa inmensidad humana, suele estar al centro de las obsesiones de las individualidades y los pueblos, en la construcción de identidades y de los supuestos peligros que las acechan a través de las migraciones masivas forzadas. Esa es una de las premisas y preocupaciones del multilingüe documental de producción alemana A Black Jesus, dirigido por el italiano Luca Lucchesi y producido por el veterano Wim Wenders, que se ha presentado en el CPH:DOX, Festival de Documentales de Copenhague 2021.
La acción se sitúa en 2019 en Siculiana, una villa de origen medieval de menos de 5 mil habitantes que forma parte de Sicilia, la icónica ciudad de The Godfather y de clásicos italianos (Il gatopardo, Il postino, Cinema Paradiso, Divorcio a la italiana, Seducida y abandonada, etc). Una de las mayores atracciones, incluso favorable para el turismo, es el Jesús negro doliente en la cruz que desde el inicio sirve de hilo conductor y motivo de franca ironía y separación de destinos. Un grupo de migrantes del África que tratan de salir adelante comentan graciosamente que ahí, mientras les reciben con recelo, veneran la figura sagrada ataviado de color oscuro. «Lo gracioso es que a este pueblo no le gustan los negros, pero aman al Jesús Negro. Aman un pedazo de madera negra, pero no personas negras que viven; este Jesús es una estatua, pero los otros son seres humanos; no lo puedo explicar», dicen entre sonrisas.
Luca Lucchesi muestra de manera distendida, a veces en off coral, que en Siculiana, bañada por el Mar Mediterráneo, frente a Túnez, se reza y se conversa mucho alrededor del Jesús negro; es parte de la cotidianidad, sobre todo en las personas de mayor edad. En paralelo van los intentos del grupo de jóvenes visitantes, acogido por gente lugareña coetánea, de adaptarse a la localidad preocupada por la falta general de oportunidades y la probable complicación que atribuyen a la migración. Es un proyecto de desmantelamiento de prejuicios que busca la renovación cultural y que incluye menciones a Nelson Mandela y sueños africanos de desarrollos nacionales para precisamente competirle a Europa.
En la placidez que refleja Lucchesi hay sin duda un comentario sobre la grave problemática migratoria que en la década pasada estalló significativamente en Europa, poniendo en apuros a la Unión Europea y especialmente a Italia, donde en ese lapso, provenientes de la inestabilidad del norte africano, llegaron docenas de miles de personas en calidad de refugiadas, provocando actos xenófobos y racistas. Ciertamente esta Siculiana es objeto de una mirada multilateral, pues Lucchesi es paesano pero el experimentado Wenders es cosmopolita y alemán, como Angela Merkel. Y también se trata de un lugar geográficamente desgajado, sobre el cual el documental procesa su propia periferia respecto del territorio italiano, una frontera entre estar y no estar, y su disidencia estética en el heterodoxo Cristo.
Los artífices del proyecto entonces adoptan una posición esquiva a la xenofobia y a la vez a la demonización oriunda. Por eso no se divisa estallido de conflictos, y cuando surgen roces el tratamiento es relajado, contemporizador y risueño. Las voces más ariscas suenan en privado hablando en confianza, o murmurando de refilón. El sufrimiento del éxodo sólo está sugerido por los restos vacíos de las embarcaciones que arribaron a las imponentes playas. La interacción entre el profesor de italiano y sus estudiantes implica una toma de conciencia racional que apela a la sana convivencia. El realizador narra desde la identificación, quiere a Siculiana y abraza a toda la población que alberga, especialmente los primeros cargadores negros del símbolo local, satisfechos, incluidos y triunfantes. I diversi cammini della fede [Los distintos caminos de la fe].
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