Esta semana se estrenó en España la película First Cow (2019), dirigida por Kelly Reichardt y de la mano de la productora y distribuidora que tanto está haciendo por el cine independiente norteamericano en la actualidad, la gran A24.
La película es una adaptación del libro «The Half Life» de Jonathan Raymond, quien estuvo a cargo junto a la directora de la adaptación del guion. Se estrenó mundialmente en el Festival de Telluride (TFF) en el 2019 y quedó en competición para un Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín en el 2020.
El filme tiene una de las sinopsis más inusuales que he oído en mucho tiempo. Empezamos con una mujer que encuentra dos cadáveres en un parque mientras pasea a sus perros. Inmediatamente nos transportamos a ver la historia de dos hombres en el siglo XIX que se vuelven amigos en circunstancias inusuales, uno de ellos se esconde de la mafia rusa y el otro es un cocinero nómada en un grupo de viajeros. Se ayudan por un tiempo y se separan, pero se vuelven a encontrar en un pequeño pueblo del Oregón rural de Estados Unidos.
La historia es manejada con una fineza extraordinaria, uno es transportado a la época no solo por el decorado sino por los silencios que los acompañan, de pronto estamos pasando el tiempo completamente en la nada, en el vacío del que estamos tan desacostumbrados en la actualidad, los sonidos de la naturaleza son nuestra única compañía.
Nuestros protagonistas no tratan de llenar el tiempo, Cookie y Lu, se acompañan en silencio, hablan solo cuando es necesario y cuando lo hacen, comparten sus sueños y sus apreciaciones de la época en que les tocó vivir. El filme logra comunicar con sutileza una amistad de dos hombres en la que no se menciona en ningún momento a una mujer, los amigos conviven como si fueran pareja y si bien no se es explícitamente dicho en ningún momento, se deja entrelíneas la naturaleza de una relación progresista en una época en el que esos temas no eran conversados.
Ambos logran un balance inusual entre un personaje tímido y talentoso con uno ávido para las oportunidades de negocio y muy sociable. Es esta amistad la que los lleva a encontrar una única oportunidad para salir de su pobreza, una vaca del hombre más rico del pueblo y la oportunidad de ordeñarla para hacer postres.
Esta acción, cumple como una metáfora perfecta, es como si saliera de un libro antiguo para niños, “los pobres van todas las noches a ordeñar la vaca del rico”, esto nos habla tanto de la diferencia de clases que ellos viven como de que el robo es la herramienta más fácil para lograr su escala social.
Es un robo “inteligente” para escapar de su situación, pero por supuesto, para que esta metáfora esté bien debe haber una consecuencia, y por supuesto que la hay.
El filme contrasta las realidades de una apacible convivencia en los comienzos de una sociedad a la entrada de un capitalismo en sus inicios, es un lugar “donde la historia aún no ha llegado” como lo menciona uno de los protagonistas, la historia llegaría muy pronto y ellos tendrían que pagar su precio. Pronto hay migrantes, propiedad privada y millonarios inalcanzables conviviendo con campesinos que viven de lo que puedan obtener día tras día.
Reichardt logra plasmar este discurso del capitalismo en el país que luego sería la cuna de este sistema y lo hace centrándonos en la historia de dos personas comunes con el predicamento de resolver sus problemas financieros y lograr una escala social, pero que finalmente prefieren cuidarse el uno al otro y de esta forma logran vencer al sistema en el que vivieron.
Hay algo muy honesto en las interpretaciones de John Magaro (Cookie) y Orion Lee (Lu), las miradas que se dan entre ellos, la manera en que se buscan para darse seguridad o brindarse ayuda es lo que termina por transportarte a su época.
First Cow es una inesperada sorpresa de película, una cápsula en el tiempo en formato 4:3 que nos recuerda que lo que siempre ha prevalecido es la amistad entre los seres humanos.
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