[Crítica] Festival de Cine de Trujillo: «Solo el mar nos separa» (2021)

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«Solo el mar nos separa» conecta las existencias y miradas de cuatro jóvenes directoras de Siria y Perú que tienen en común su condición de desplazadas y migrantes en sus propios países. A lo largo de dos años, las realizadoras intercambian grabaciones hechas en primera persona, videollamadas y mensajes de WhatsApp en las que capturan y comparten instantes de sus vidas cotidianas. 

El resultado de este proceso creativo –generado por ellas mismas a través del proyecto Another Kind of Girl– es un documental colectivo, hablado en español, árabe y shipibo, que transita de la intimidad doméstica a los exteriores de la vida diaria en sus barrios y comunidades.

Las sirias Khaldiya Amer Ali y Marah Mohammad Alkhateeb viven desde el 2013 en el campo de refugiados de Za’atari, el segundo más grande del mundo, ubicado en Jordania. Por su parte, las peruanas Christy Cauper Silvano y Karoli Bautista Pizarro pertenecen a la comunidad shipibo-conibo de Cantagallo, la cual albergaba a familias de migrantes provenientes de la región amazónica que se instalaron en los márgenes del rio Rímac en el Cercado de Lima a inicios de este siglo. Dicho asentimiento urbano, donde sus habitantes creaban obras de arte nativo, fue arrasado por un incendio a fines del 2016.  

Como producto de la interacción y correspondencia que ellas mantuvieron, se generaron cerca de tres mil mensajes escritos y audiovisuales, aunque el montaje corrió a cargo del equipo de edición del proyecto. El montaje incorpora a esos elementos eventos inesperados que sucedieron en ese tiempo, tales como la muerte de algún familiar o los inicios de la pandemia del coronavirus. 

En la película vemos que las cineastas comparten sus historias personales como madres y desplazadas, su preocupación por la situación de sus comunidades, y su incertidumbre por la precariedad de sus condiciones de vida, pero sin llegar a victimizarse. También su curiosidad por explorar, con una cámara o un celular, sus entornos y auto descubrirse como creadoras, tal como lo cuenta Khaldiya quien afirma que la guerra en Siria le fue útil para convertirse en cineasta, tener sueños y aspiraciones.

Precisamente, entre las grabaciones destacan las de Khaldiya, al igual que algunos registros de emoción contenida, como la visita de Karoly a su abuela en Pucallpa, en el cual cobra protagonismo inesperado una canción en lengua shipiba, con ella delante y detrás de cámara.  

Situando en primer plano el lenguaje audiovisual como herramienta de conexión y conocimiento, «Solo el mar nos separa» es un diario fílmico artesanal, tejido a mano con retazos de realidad por mujeres que trasmite, principalmente, sinceridad. La figura de las chicas, ahora amigas, haciendo juntas su primer largometraje gana sobre el resultado final.

Podrán ver esta película, de manera gratuita del 11 al 17 de octubre, en el sitio web del Festival de Cine de Trujillo.


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