Tres ejemplos sobre personas canalizando la muerte. En Té por la memoria (2021), el director Julio Mora crea un vínculo entre el acto ceremonial japonés y el duelo de las madres víctimas del conflicto armado interno, específicamente, las familiares de personas que fueron detenidas por agentes del orden y luego enterradas en una fosa común, hoy conocida como “La Hoyada”. Para Mora, el acto de las mujeres tomando un té se asume como un rito solemne en donde las víctimas rememoran sus compromisos hacia sus familiares. Es decir, más allá de reunir a enemistados asumiendo un acto de reconciliación, efecto que sigue la tradición japonesa, se reúnen únicamente las víctimas, quienes confirman una “no reconciliación” debido a la ausencia del bando agresor. Té por la memoria es la demanda renuente de una comunidad hacia el Estado peruano que aún no ha brindado una compensación y perdón por los secuestros cometidos en la década de los 80. Ahora, hay también un vínculo más inmediato entre el ritual nipón y esta demanda social. Actualmente, “La Hoyada” ha pasado de un ser un lugar en donde se ejecutó un crimen a ser un santuario de la memoria, punto de reunión de esos mismos familiares que honran ceremonias, como la del té, a sus seres queridos.
Un enfrentamiento al luto desde un ángulo distinto se manifiesta en El Tiktok de Ale (2020), particular registro que está conformado únicamente por una selección de videos subidos a la aplicación de TikTok pertenecientes a la protagonista en cuestión. El cortometraje de Walter Manrique aprovecha el sentido que esta usuaria, así como otros tantos, le otorga a este tipo de red social, el de fabricar historias a partir de su rutina. Lo cierto es que, a pesar del acto cotidiano, aquí estamos ante una circunstancia excepcional. Ale hace tiktoks para sobrellevar la muerte de su esposo. Ese es su método o terapia para huir de la soledad y aligerar el dolor de la ausencia. Por un lado, El Tiktok de Ale desmitifica esa idea que asocia a dicha plataforma digital como espacio frívolo o con un contenido que capta los residuos de un sujeto en específico. Estamos ante un registro que se convierte en el diario personal de una etapa de vida; es decir, es memoria. Esto, ciertamente, crea una paradoja, al tomar en cuenta que es una manifestación luctuosa dentro de un escenario acondicionado para el estado jubiloso. Por otro lado, es también una rutina inspiradora. Mientras que unos optan dicho universo digital para ejercitar el cuerpo o la mente, Ale lo asiste para curar su estado emocional ante una situación que luce irreparable.
La muerte y yo (2021), por su lado, gestiona un pensamiento particular a propósito del reconocimiento de la muerte como experiencia irrevocable. La directora trujillana Carmen Vásquez Uriol crea una película que está entre la frontera de lo testimonial, el de la meditación audiovisual-artística y la creación de línea poética. En este corto, que pone a interactuar los intertítulos de una voz ausente, imágenes borrosas y viejas fotografías, la muerte se denota por su omnipresencia. La muerte y yo es un relato onírico que comienza a reconocer rastros de la futilidad física asociados a la existencia humana. La historia de una mujer despertando de un mal sueño en donde moría ya es de por sí un principio significativo. A partir de entonces, la muerte se define como un contrapunto, una sombra indesligable que se relaciona con escenarios cotidianos, pero que no dejan de manifestar una evidencia de que todo presenta una consumación. El amor, el tiempo, el retorno, los mismos sueños; son situaciones que robustecen la angustia, o hasta la aceptación, ante la extinción forzosa. La muerte y yo no deja de ser además una metódica para confrontar o acostumbrarse a esa realidad inevitable, una terapia entre consciente e inconsciente que de hecho resulta áspera e insensible. Es un acto que crea un estado de defensa ante ese miedo que aquí, curiosamente, parece haberse inculcado a una persona en edad temprana.
Podrán ver estas películas, de manera gratuita del 11 al 17 de octubre, en el sitio web del Festival de Cine de Trujillo.
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