Mel es una joven fotógrafa que deambula por las calles de Trujillo capturando con su cámara analógica lo que le atrae de la ciudad y sus paisajes, como transeúntes, cuartos usados de hoteles y árboles. Al mismo tiempo, sobrelleva el duelo por el fallecimiento de su madre y busca vender la casa familiar para sostenerse económicamente. Revela y expone sus fotos en una galería, y siente especial predilección por una que le tomó a un árbol, y que representa lo que siente en este momento. Gracias a esa imagen, llegará a conocer a Almendra con quien se relaciona, situación que la llevará a reevaluar su futuro.
“Entre estos árboles que he inventado”, ópera prima del realizador y fotógrafo trujillano Martín Rebaza Ponce de León, gira en torno a este personaje que interpreta la periodista Maritza Sáenz en su debut para el cine: una mujer melancólica e insatisfecha que utiliza la expresión artística, mediante la cámara, como un refugio pero además para dar a conocer una sutil forma de resistencia a la grisura de su entorno social.
No resulta gratuito que la historia transcurra en los días anteriores a la disolución del Congreso en 2018 por Martín Vizcarra, y que sea filmada en blanco y negro. Sin embargo, la puesta en escena atenúa ese contexto y prefiere trabajar desde el plano cotidiano y personal, con una narración que se desenvuelve sin giros ni picos dramáticos en su desarrollo y desenlace.
Pese a la inherente carga dramática, las relaciones de Mel con sus colegas, su familia y su pareja son distantes, y se manifiestan, especialmente, a través del tedio y el desgano. En cambio, con su nueva y fugaz amiga (encarnada por Almendra Ibáñez) se desenvuelve de forma más abierta y confidente. Entre las dos entablan largas caminatas y conversaciones sobre sus afinidades y las circunstancias con las que el azar, generado por una foto, las llevó a conectarse.
Por su tratamiento, “Entre estos árboles que he inventado” se aproxima a algunos largometrajes producidos en la región La Libertad durante la última década, como “El ordenador” (2012) y “Chicama” (2016), de Omar Forero, y “En medio del laberinto” (2019), de Salomón Pérez, y que se enfocan en personajes que recorren espacios urbanos o rurales, emprendiendo en el camino aventuras mínimas pero esenciales que los afirman en sus convicciones. Las afinidades llevan incluso a que en la trama se cite directamente a «El ordenador» -referente del cine independiente trujillano- en algunas escenas. Del mismo modo, la película presenta características cercanas al subgénero del mumblecore en sus interpretaciones naturalistas, con énfasis en los diálogos más que en la trama y enfocadas en relaciones personales juveniles.
Desde otro ángulo, la película deja entrever las vicisitudes de una generación que sortea su frustración y la falta de oportunidades mediante otras salidas, ya sea cultivando una vocación o entablando nuevos vínculos. Ese sentimiento, atravezado por la nostalgia, se expresa con coherencia y sinceridad en su puesta en escena y musicalización, a pesar de sus limitaciones en el plano actoral. Trujillo ya no es más la «ciudad de la eterna primavera» sino un lugar impávido y monocromático, como en los filmes iniciales de Jim Jarmusch, del cual es mejor alejarse en búsqueda de horizontes más fotogénicos y luminosos.
Podrán ver esta película, de manera gratuita del 11 al 17 de octubre, en el sitio web del Festival de Cine de Trujillo.
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