Diana, la Princesa de Gales, ha sido representada ya tantas veces en pantalla —la chica y la grande—, que justificar una nueva película sobre su vida siempre iba a ser difícil. Y peor, incluso, meses después de que la vimos en “The Crown”, impecablemente interpretada por Emma Corrin. Pero eso es precisamente lo que ha hecho el cineasta chileno Pablo Larraín —justificar la existencia de “Spencer” al desarrollarla como una historia de terror, compuesta por tres días muy específicos que, sin embargo, terminan por representar todo lo que Diana odiaba de su nueva vida como parte de la Familia Real de Inglaterra.
No es casualidad, por ejemplo, que la película se lleve a cabo casi enteramente en una sola locación. O que veamos a Diana (Kristen Stewart) casi siempre sola, deambulando por los espacios del castillo de Sandringham, o siendo ignorada por su esposo, Charles (Jack Farthing). De hecho, estos dos comparten una sola escena importante, en donde él termina diciéndole que “tendrá que obligar a su cuerpo a hacer cosas que odiará”. A estas alturas del partido, lo que tienen no es un matrimonio o romance. Ni siquiera es una relación —Diana solo quiere a sus dos hijos, siendo ellos la única razón por la que soporta vivir una pesadilla. Diana sabe que Charles la está engañando, y está harta de todo lo que representa la Corona.
Es así que Larraín decide desarrollar a “Spencer” como una suerte de thriller, inundando cada imagen con la música estridente de Jonny Greenwood, o con composiciones clásicas que contrastan perfectamente con el sufrimiento de la protagonista. El tono de la cinta es claustrofóbico, encerrando a Diana en un castillo que podrá ser enorme desde fuera pero que se siente enano por dentro, manteniéndola, incluso, detrás de cortinas que han sido cosidas para que, supuestamente, los paparazzi no la vean mientras se cambia de ropa. Todo lo que aparentemente está hecho para ayudarla —o al menos para ahorrarle problemas a la Corona— le fastidia a Diana, y la hace sentir débil… y principalmente sola.
Felizmente, aparte de sus hijos, ella cuenta con una amiga: Maggie (interpretada por Sally Hawkins) es la única persona con la que mantiene una relación de verdad; la única persona con la que se puede relajar. Tanto así, que en determinado momento comienza a alucinar con ella, extrañándola mientras se va ahogando en su propia miseria. Por si no había quedado claro, “Spencer” no es una película particularmente feliz. Larraín hace un buen trabajo adentrando al espectador en la mente del Diana; su cámara siempre la sigue, por atrás o lateralmente, obviando a muchos personajes secundarios para favorecer sus reacciones, sus expresiones, su lenguaje corporal. “Spencer” está interesada en la Diana de estos tres días —24, 25 y 26 de diciembre de un año no determinado—, quien termina por englobar a la Diana que Larraín nos quiere presentar. Es una decisión sabia: utilizar un periodo de tiempo corto para decirnos algo muy específico sobre el personaje principal.
Lo cual no quiere decir que “Spencer” funcione todo el tiempo. Estoy seguro que muchos espectadores se quejarán de la banda sonora —para vuestro servidor, Greenwood hace un excelente trabajo elevando la tensión y transmitiendo la desesperación que Diana debe sentir en ciertos momentos—, o se frustrarán debido a la trama aparentemente inexistente. “Spencer” cuenta con un inicio, medio y finales más bien emocionales, que tienen sentido dentro de la construcción de su personaje principal, pero si lo que buscan acá es una narrativa convencional, pues no la encontrarán. Este es el deprimente estudio de un personaje —basado en una persona real— que estaba atrapado en una jaula, y que a pesar de tener gente que la quería, simplemente no podía escapar. Diana estaba atrapada en esta vida, pero era demasiado joven para enfrentarla.
Kristen Stewart convence como la Princesa de Gales. Deshaciéndose de la mayoría de sus tics tradicionales, la joven actriz americana logra convertirse en el personaje, adaptando todos sus manierismos, incluso haciendo uso de un conveniente acento británico (no soy ningún experto, pero para mí sonaba bien. Un par de amigos británicos validaron mi opinión). Esta es una Diana vulnerable, que necesitaba ayuda pero que no podía pedirla, y que es interpretada por Stewart con convicción —con fuerza pero también de manera errática e imprevisible. Mucho se ha dicho sobre sus posibilidades de ser nominada al Óscar —considerando que se trata de su mejor trabajo hasta el momento, me sorprendería si es que al final no terminase siendo nominada.
“Spencer” no será del gusto de todos, pero nunca iba a serlo. La excelente cuarta temporada de “The Crown” se encargó de desarrollar la historia de Diana de manera más lineal y tradicional (y seguirá haciéndolo en la quinta). Lo que hace este filme, más bien, es ofrecernos una versión más condensada de la princesa, como una breve vista de lo que fue su vida, y de lo que ella estaba intentando enfrentar. Sí, Larraín abusa un poco de las metáforas visuales y de diálogo (los faisanes, los caballos indomables, las cortinas cerradas, y por qué no, las visiones de Ana Bolena están a la orden del día), pero al menos las usa para transmitir sensaciones y temas muy particulares para esta historia. Es así, pues, que “Spencer” termina siendo un interesante ejercicio de claustrofobia, tensión y hasta horror, protagonizado por una genial Kristen Stewart. Tan genial, de hecho, que ella puede ser considerada como LA razón para animarse a ver la película.
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