Nicolas Cage es un gran actor —tiene tanto un premio Oscar para demostrarlo, como varios roles memorables en películas de todo tipo. Pero también es un gran actor que participa en terribles películas con mucha frecuencia, varias de ellas de bajísimo presupuesto. Inicialmente, creía que esto se debía a sus problemas financieros —consecuencia de haber comprado castillos y hasta huesos de dinosaurios que luego se descubrió eran robados—, pero parece que esa no era la historia completa. Resulta que el bueno de Nic Cage simplemente está haciendo las películas que él quiere —tomando los papeles que a él le gustan, sin pensar demasiado, irónicamente, en sus prospectos económicos.
Lo cual muchas veces resulta en productos finales de ínfima calidad… pero no siempre. Es el caso de su más reciente rol como Rob en “Pig” (2021), de Michael Sarnoski. Lo que tenemos acá es una película que, al menos en teoría, suena como una suerte de “John Wick” pero con un cerdo reemplazando a un beagle, y con Nic Cage reemplazando a Keanu Reeves. Felizmente ese no es el caso. “Pig” no es una película de acción ni un thriller de venganza; es un drama contemplativo, que enfatiza una relación central muy particular pero inesperadamente emotiva, y que tiene mucho qué decir sobre el arrepentimiento, los errores del pasado, y hasta la cobardía. Es decir, no es la película típica de Cage.
Rob (Cage) es un cazador de trufas que vive solo en una cabaña en medio de un bosque de Oregon —solo, pero acompañado. Su mejor amigo es un cerdo que lo ayuda a buscar dichas trufas, las cuales le vende a su único cliente, el joven pero ambicioso Amir (Alex Wolff). Sin embargo, una noche llega un grupo de malhechores que secuestra al animal, dejando a Rob herido y con una sola cosa en la mente: recuperar a su amigo. Aliándose con Amir, decide regresar a Portland a buscar al cerdito, lo cual a la vez le permite enfrentar su pasado, aceptando algunos de los errores que cometió en el camino.
Famoso por dar actuaciones explosivas, “Pig” nos muestra a un Cage bastante más contenido y sutil. Rob es un personaje de pocas palabras, que parece haber abandonado todo lo relacionado a su pasado luego de una tragedia personal, y que ahora se dedica a vivir el día a día, sin interactuar con mucha gente. Cage lo interpreta, pues, como un alma perdida, alguien que no piensa demasiado en su apariencia ni en sus acciones, y que parece estar utilizando la desaparición del cerdo para procesar sus tragedias personales. Es una obsesión, y considerando que Cage muy bien podría haberlo interpretado como alguien “más grande que la vida”, hay que agradecer que haya elegido el camino menos obvio. Su trabajo acá es magnético, y su química con Alex Wolff es palpable.
Y hablando de Wolff —el joven actor interpreta a Amir, la contraparte de Rob, como alguien que sí piensa en lo material y en las apariencias (¡miren su carro deportivo!), y que tiene a un intimidante padre respirándole en la nuca, metido en el mismo negocio que él, pero trabajando aparte. La combinación de Wolff y Cage es inesperada, pero funciona para efectos de la narrativa de “Pig”, entregándonos a una pareja que terminó trabajando junta por necesidad, pero que podría terminar por aprender algo importante para el final. Hay más personajes en “Pig”, sí, pero son Cage y Wolff los que verdaderamente resaltan e importan.
Por otro lado, la película en sí se desenvuelve con calma, desarrollando una atmósfera singular en el bosque donde vive Rob, para luego contrastarla con la frialdad de la gran ciudad. “Pig” no carece de momentos extraños e imprevisibles —una organización de luchadores ilegales que trabajan en restaurantes (¡!), un encuentro con un viejo empleado de Rob—, pero a diferencia de lo que sucede en otros filmes de Cage, se sienten como parte de la propuesta, como parte del mundo que Sarnoski está desarrollando. Y aunque el Rob de Cage es parte de este mundo —o alguna vez lo fue—, el tema principal es que se alejó, y ahora es como un pez fuera del agua. Muchos saben de él, y saben quien fue, pero pocos lo conocen de verdad.
“Pig” no es una película convencional, como buena parte de la filmografía de Nic Cage. Pero en este caso, dicha “rareza” es una de sus fortalezas, y no un defecto. Después de todo, lo que tenemos acá es una deconstrucción y estudio del duelo y del arrepentimiento, con un Cage que por fin parece haber recordado cómo transmitir dichas emociones a través de sutiles gestos faciales y acciones muy específicas, sin recurrir a los gritos o saltos o berrinches. Puede que la película se llame “Pig”, pero la trama termina tratando sobre mucho más que un simple cerdito secuestrado. Y es precisamente por eso que puede ser considerada como LA película buena de Nicolas Cage de este año… a menos, claro, que “Prisoners of the Ghostland”, de Sion Sono, logre demostrar lo contrario.
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