tick, tick… BOOM! es la historia de la melancolía del artista Jonathan Larson tratando de salir adelante en los años 90 y a punto de llegar a su trigésimo cumpleaños. ¿Por qué tantas personas pasan una crisis personal al cumplir los treinta?
El reloj suena sin parar dentro de Jonathan pidiéndole una y otra vez que se apresure, que no hay tiempo, que esta carrera no lo va a esperar. No ayuda que, situado al comienzo de los años 90, varios de sus amigos sean víctimas de una nueva enfermedad de la que se conoce muy poco llamada VIH/SIDA.
Lin-Manuel Miranda, en su debut como director, nos presenta una historia que bien podría ser la de él mismo y la de la gran mayoría de artistas que están tratando de salir adelante. Una lucha contra uno mismo ocultada bajo el manto de una lucha contra el tiempo.
Larson, quien crearía el exitoso musical «Rent» unos años después, vive constantemente creando musicales de situaciones cotidianas de su vida, trabaja en una cafetería para subsistir pero vive, respira y come teatro, a su vez está preparando la presentación en forma de workshop de su musical Superbia, el cual considera que lo llevará al estrellato.
Entre la desesperación por salir adelante corre sobre un campo minado de noticias extremas de amigos que caen frente a la pandemia del sida, y de decisiones sobre su vida profesional y personal.
Andrew Garfield, de regreso después de un tiempo ausente, interpreta este balance con mucha delicadeza, el frenético ritmo con el que vive Larson se contrapone con lo onírico de sus visiones sobre situaciones cotidianas de su vida, sobre el musical que crea en su mente al mismo tiempo en que vive su vida. Inevitablemente “tick, tick… BOOM!” tenía que ser un musical porque de esa manera tenemos genuinamente una mirada desde su perspectiva hacia el mundo. Una perspectiva empática pero increíblemente dura consigo mismo.
Hay una parte del guion que lo expresa de manera correcta: “Llega un punto en la vida en el que dejas de ser un escritor que trabaja de camarero y te vuelves un camarero con un hobby”.
Todos los esfuerzos de Larson son imposibles de ver para él porque solo está enfocado en los resultados y en el poco tiempo que tiene para llegar a metas tan altas. Esta melancolía constante toma estragos en su círculo más cercano, particularmente en su relación con su novia y con su mejor amigo. Aquello nos lleva a otro gran enfrentamiento y vamos de la mano de él.
¿Al tratar de llegar a su sueño está siendo egoísta con su entorno?¿Hay manera de llegar sin dejar de disfrutar el día a día? Ojalá tuviéramos una respuesta.
“tick, tick… BOOM!” muestra un ambiente de melancolía absoluta, un campo minado hacia una meta, el retrato de un artista en crisis pero sacando fuerzas de donde no hay para poder llegar a un lugar. Él es la bomba que está sonando y sonando dentro de su cabeza. Un personaje sensible y ansioso por un futuro que cuando está a punto de saborear, lo golpea en el rostro con la fuerza brutal que solo la realidad nos puede dar. A pesar de que Larson es comprendido como alguien talentoso, eso no logra ser suficiente.
Lo particular del retrato que “tick, tick… BOOM!” hace de este tipo de situación y finalmente, lo que hace que esta película sea distinta a otras historias del “camino al éxito”, es que es crudamente real, sus amigos mueren y están muertos de miedo en el proceso, la pandemia del sida se lleva a casi todos sus amigos cercanos y ellos, rendidos ante esta situación, tratan de disfrutar su vida lo mejor que pueden mientras están vivos. La bomba también la tienen ellos y son estas explosiones las que van unidas al reloj dentro de Larson. Aquel reloj que no deja de sonar y que, como sabemos, terminó antes de que lograra sus metas.
El largometraje refuerza esta melancolía y confusión interna de Larson a través de un montaje que muestra esa vorágine de emociones con una edición frenética por momentos y contemplativa cuando vamos a su mundo interior, Jonathan no vive en una ni en la otra, vive en ambas constantemente, una la necesita para vivir y la otra para existir, pero ¿qué puede hacer? No está completo sin ninguna y no puede bajar el ritmo de su vida, debe seguir “tirando cosas sobre la pared hasta que algo quede”, seguir intentando solo sosteniéndose del feedback que recibe pero sin éxito aún.
Hay algo muy irónico acerca de genios artistas que no pudieron disfrutar de sus éxitos mientras estaban con vida, Jonathan Larson se unió a ellos con tan solo 32 años de edad. Esa bomba explotó pero nos llegó a salpicar a todos con una de las obras teatrales más icónicas de la historia, Rent.
“tick, tick… BOOM!» encuentra en su director la mirada desde el mundo del teatro que amerita una historia como la de Jonathan, contada con amor y respetando la desesperación del artista que siempre supo que había dentro de él. Una historia de iguales cantidades inspiradora y melancólica.
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