La película «Heroínas» (2022) es la única producción peruana seleccionada este año para la Berlinale, el Festival Internacional de Cine de Berlín, al formar parte de la competencia Berlinale Shorts. El cortometraje es dirigido por Marina Herrera Badell (Barcelona, 1991) realizadora peruana-española radicada en Cusco, donde filmó esta su primera película como directora.
«Heroínas» es un falso documental, un mockumentary dedicado a la figura de Tomasa Ttito Condemayta, considerada una de las precursoras de la independencia de nuestro país, al haber participado en la rebelión liderada por Túpac Amaru II en 1780. A través de rituales, veneraciones y celebraciones que un grupo de mujeres de Acomayo, Acos y Sangarará realizan en torno al cráneo de Tomasa, la película le rinde tributo a esta olvidada heroína.
» Vean la presentación de «Heroínas» en Berlinale.
Con motivo del estreno mundial de «Heroínas» en la Berlinale, el próximo 11 de febrero, conversamos a continuación con la directora:
Marina, ¿podrías contarnos sobre ti, tu procedencia, tu formación académica y profesional?
Soy hija de madre catalana e historiadora del arte, y de padre puneño y poeta, nací en Barcelona, a los 4 años nos mudamos a vivir a Cusco. Desde entonces me he criado entre la hacienda Ranhuaylla, en la comunidad campesina de Pampachulla, y una casona colonial en el centro de Cusco. Los estudios superiores los hice entre Lima y Barcelona, y como el Perú llama, después de un par de años en España, terminé mi maestría y regresé. Desde entonces he trabajado como asistente de dirección y script en algunas películas peruanas. [N.E.: Marina trabajó en “Samichay” (2020), “Amigos en apuros” (2018), y en la coproducción chilena «El guardián de los Andes (2022)].
«Heroínas» se presenta como un falso documental, sin embargo para algún espectador que vea la película sin mayor información puede fácilmente parecerle una película de ficción. ¿Qué fue lo que te motivó a optar por el mockumental para este proyecto?
«Heroínas» es un híbrido, parte de una premisa que no es real, el culto a la calavera de Tomasa Ttito Condemayta en una casa en el distrito de Acomayo, pero integra en la narración, gracias a las actrices naturales, frases y gestos cotidianos, deseos y necesidades reales de las mujeres de la zona. Yony Cansaya, por ejemplo, aparece en un momento del corto contando que desea acabar sus estudios y ser profesional; Yony con ese deseo puede estar representando a muchas otras chicas de su edad y de su entorno social. Creo que esta mezcla de presencias en el cortometraje (la mía, con la ficción inventada e impuesta, y la de ellas con su dosis de realidad grata) hace que todo sea tan creíble, y que lo falso o real quede en segundo plano. Supongo que es algo que me ha motivado desde hace varios años, poder trabajar con un poco de libertad y que el formato sea solo una herramienta.
Tu proyecto fue uno de los ganadores del Concurso de Cortometrajes del Bicentenario el 2019. ¿»Heroínas» surge pensando en participar en este concurso, o fue una idea en la que ya venías trabajando previamente?
El formato de «Heroínas» era algo que ya había pensado trabajar previamente, pero el contenido vino a raíz del concurso.
¿Por qué elegiste la figura de Tomasa Ttito Condemayta para tu historia? He leído que buscabas figuras de heroínas independientes de algún nombre masculino. La pregunta puede parecer obvia, pero ¿por qué te interesaba realizar una película con fuerte carga feminista?
Tomasa Ttito Condemayta es una figura heroica fascinante para cualquiera, no solo para una mujer cusqueña. Lo que a mí me fascinó fue lo ambiguo de la historia, o mejor dicho, la cantidad de datos sin confirmar que hay entorno a su figura, y entre esos datos, mitos, leyendas e imaginario popular, (para mí) hay solo una cosa cierta: ¿Cómo se imaginan e identifican, casi 250 años después, las mujeres que habitan el mismo espacio que ella habitó? En ese sentido, no sé si el cortometraje tiene esa fuerte carga feminista, no era algo que me interesase puntualmente, sino algo que me era intrínseco.
El Perú es joven en su archivo fílmico y audiovisual, y dentro de él el material hecho o dedicado a alguna o varias mujeres seguramente es aún más joven. No nos queda más que ir equilibrando esta realidad.
¿Cómo fue el trabajo de selección de las actrices? ¿Realizaste algún tipo de casting previo?
Si, realizamos un casting en Acos, donde conocimos a Yony Cansaya, y el Centro Cultural Kintuy, de donde son el grupo de mujeres que baila Kachampa en la fiesta de Tomasa. Luego, buscando locaciones, conocimos a Natividad Villafuerte, quien es dueña de la casa donde se grabó el corto y la actriz principal. También hicimos casting en Cusco, donde seleccionamos a Mary Cruz Lima y Rosa Alegría, quienes están presentes en el cortometraje como devotas que ayudan a mantener la casa y la capilla.
Para la selección, creo que básicamente me centré en que todas tuviesen una capacidad para jugar e inventar sobre lo que se marcaba, nada de lo que estaba escrito en el guion era estrictamente obligatorio, pero teníamos ciertos datos y lógica dentro de la cual teníamos que movernos e improvisar. Y cuando notaba que alguna de ellas quería ser partícipe de esto, buscábamos un lugar en el corto para que apareciera.
La figura de Amaru Cardenas, productor del cortometraje, fue fundamental, él tenía experiencia previa en proyectos teatrales y me orientó mucho, llevó las sesiones hacia ciertos puntos que fueron claves para que congeniáramos todas.
¿Qué tanto estuvieron involucradas ellas en la creación de la ficción? ¿Aportaron ideas o experiencias propias a la historia?
Sí, como te comentaba, en el guion había varias entrevistas ficticias, donde las devotas nos hablaban de lo que venían a pedirle al cráneo, o conversaciones entre ellas, y conforme empezamos a repasar el guion me resultaba más interesante escucharlas a ellas que lo que yo había escrito. Así fue cómo todo se fue cambiando. Pero en realidad intervinieron de muchas maneras más, por ejemplo: yo les pedí, a través de Amaru (el productor) que para la fiesta, todas vinieran con su ropa de calle, lo más casual posible, no teníamos presupuesto para manejar el vestuario de tantas niñas, chicas y señoras, así que les dimos un rango de colores que no rompiera mucho con la paleta y listo. He de reconocer que le tenía miedo a la carga folklórica y ostentosa que pudiera tener hacer la fiesta llena de trajes típicos, después de haber intentado manejar todo tan austero. Incluso se habló con el señor Alejo Mamani, profesor de danza de las niñas pequeñas, para que ellas también vengan con sus ropas más casuales. Cuando llegó el día, unas horas antes del rodaje, Amaru, el equipo de producción y dirección se fueron a encontrar con las asistentes a la fiesta, para organizarlas; yo me estaba alistando en el hotel con el resto del equipo cuando recibo la llamada de Amaru: «Marinita, están todas con trajes típicos, ¿qué hacemos?». Nadie nos hizo caso, y vinieron como ellas querían venir para la película. Terminamos, Amaru y yo, riéndonos de mí, de todavía no haberme dado cuenta que no podía hacer nada con el hecho de cómo ellas querían mostrarse ante la cámara. Y así aparecen, con sus trajes típicos.
Y no sólo ellas aportaron, el mismo espacio también lo hizo. Mi equipo me aguantó mucho, y mi productor ni te imaginas. El guion fue cambiando sustancialmente hasta el segundo día de rodaje, precisamente por todo lo que iba sucediendo, o lo que iba escuchando en el camino.
Por ejemplo el episodio de la cabra, todo sucedió porque tenía escrito que una de las devotas (Yony) llegaba con una cabra a la capilla. Pero resultaba que en Acomayo no habían cabras, solo ovejas, y veías por ahí a Amaru e Isabel, la asistente de dirección, de arriba a abajo preguntando por cabras, pero nada. Ya me había resignado a tener una oveja en vez de una cabra, hasta que un par de días antes de iniciar el rodaje, pastando en el riachuelo al lado de nuestro hotel, estaba Tomasa, la cabra, que realmente se llama así, y decidí colar la coincidencia en el guion.
¿Qué más nos puedes contar sobre el proceso de realización? Considerando que el corto se tuvo que filmar en plena pandemia.
El rodaje fue precioso, fue un equipo pequeño de 16 personas. Aun así es considerablemente grande para el momento que vivimos. En el rodaje no hubo problemas, fue todo idealmente fluido. Procuramos tener un equipo de cusqueños en su mayoría, y eso ayudaba mucho en nuestra relación con el espacio y en las libertades que podíamos tener entre nosotros. La mayoría de problemas los tuvimos en la preproducción, tuvimos que cambiar la fecha de rodaje un par de veces, con una preproducción ya avanzada, que da como resultado una pérdida considerable de dinero. Pero teníamos que insistir en la realización para llegar a la entrega a la que nos habíamos comprometido con DAFO, y eso fue, a pesar de los tropiezos, lo más acertado.
En el crew encontramos varios nombres destacados: Fabiola Sialer, Marco Panatonic, Juan Daniel Molero, Johan Carrasco, entre otros. ¿Cómo fue tu trabajo de formación del equipo de realización? Y sobre los roles de asesoría, ¿cómo se dieron esas colaboraciones?
A algunos los conozco por trabajos previos donde hice asistencias de dirección y otros son amigos desde hace años, o fueron profesores que se volvieron amigos como Fabiola. En realidad creo que los fui eligiendo con el tiempo, que uno va haciendo esas relaciones amicales, cinéfilas, profesionales, y va imaginando cómo sería su equipo ideal de trabajo cuando algún día dirija algo. Claro que otra cosa es tener la suerte de poder cuadrar sus tiempos con los de tu proyecto.
La asesoría con Fabiola se dió porque gracias a nuestra cercanía conozco su capacidad de guionizar los documentales que llegan a su mesa de edición, y por eso, cuando me planteé tener una asesoría para definir algunas cosas formales del guion, pensé en ella. Si el corto tenía que parecer un documental, quién mejor para plantear su estructura desde la escritura.
Juan Daniel se incorporó como asesor de edición al mismo tiempo que Marco Panatonic como editor, Juan Daniel vive en Quillabamba por lo que lo veíamos una vez cada dos semanas, y era la visión fresca que necesitábamos Marco y yo, que llevábamos todos los días encerrados dando forma al corto. Lo que tengo más presente es que Juan Daniel fue quien nos ayudó a encontrar el ritmo en un momento en el que teníamos muchas líneas diferentes. Al mismo tiempo la sensibilidad de Marco con las escenas que se habían registrado y su distancia con el material, al no haber estado en el rodaje, me ayudaba a entender donde habían cosas que valía la pena resaltar y donde había que soltar.
De igual manera estoy muy agradecida con todo el equipo humano que formó parte de «Heroínas», podría hablarte de las que considero sus mayores cualidades, uno a uno, pero nos extenderíamos mucho.
Respecto a otras películas nacionales con las que «Heroínas» podría tener puntos de contacto, pienso en «Madeinusa» y «Mataindios», por la creación o alteración de rituales andinos desde una mirada externa, curiosa. ¿Qué referentes tuviste al momento de realizar tu película, sea del cine nacional o mundial?
La pregunta de los referentes es algo que siempre me ha costado responder, nos nutrimos o aprovechamos de tantísimas cosas al crear, que a veces no sé de donde viene cada cosa o me cuesta diferenciarlo. Tengo y tuve dos películas muy presentes cuando imaginaba escenas para el guion, una de ellas “Dime quién era Sanchicorrota” de Jorge Tur, la forma de sus entrevistas, el humor y el rango de los planos definitivamente lo llevamos a «Heroínas»; y la otra es “El sastre” de Oscar Pérez, una película en la que durante todo el rodaje los personajes hablan en un idioma distinto al director, y que cuando este luego lo traduce se encuentra con la trama de su película. Esto último me ha pasado llevando equipos extranjeros a grabar a alguna comunidad, las personas del lugar utilizan el quechua, que es un idioma sabroso para la burla y el insulto (aparte de su riqueza cultural, claro está), para criticar y burlarse de ellos sin que nadie los entienda. Yo no hablo quechua, pero algunas cosas logro entender, y cuando entiendo algo me río con ellos por su acidez y su aguda percepción. Por eso en el corto, hay momentos en los que las protagonistas hacen referencia al equipo de rodaje, pero siempre en quechua. Era mi manera de marcar esa distancia entre las “documentadas” y la “documentalista”, mi manera de burlarme de mí misma supongo.
Me resulta interesante que hables de la creación o alteración de los rituales andinos desde una mirada externa y curiosa. Tengo una visión crítica hacia las ciencias sociales y mucha reticencia a tecnificar nuestra procedencia, y el porqué de la raíz de nuestras costumbres (las que cada quien decida practicar). Hay algunos que venimos de dos mundos (otros incluso de más), y que dependiendo de la realidad que hayamos vivido podemos vibrar más con uno que con otro. Por ejemplo, de pequeña, cuando vivíamos en el campo, hubo una época en que todas las tardes salía corriendo, cruzaba mi chacra y llegaba a la casa de la Sole, mi vecina, que era de las únicas en esos años que tenía una tele en su casa. La situación era así: ella vivía con sus padres en una habitación que era el cuarto, la cocina y el criadero de cuyes, todo en uno; y por ahí en una repisa había una tele que captaba suficiente señal para ver «Candy». Es un recuerdo como cualquier otro de la niñez, y así como mi vecina la Sole o la chacra de maíz, la ritualidad andina ha estado siempre cerca y convive conmigo, el sentido de pertenencia es un poco así, curioso. Por eso la creación o alteración de los rituales que hay en la película, creo que vienen de aquellos juegos de infancia.
Finalmente, ¿qué opinión tienes respecto al llamado «cine regional peruano»? ¿Te sientes parte de este movimiento?
Creo que vivimos en un país multicultural y multidividido, y cuanto más nos podamos juntar y entender, mejor. Si el cine que hacemos desde las regiones sirve para eso, será maravilloso.
Entrevista realizada por Laslo Rojas, el 28 de enero de 2022, vía email.
Bonus: La presencia peruana en la Berlinale este año se completa con la participación de los jóvenes directores Alejandro Small y Carlos Ormeño Palma, y el director de fotografía Omar Quezada Beltrán, en el Berlinale Talents.
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Actualización 17 febrero: Nuestras corresponsales en Berlín, Amor Schumacher y Sonja Ortiz conversaron con Marina Hererra, y estuvieron presentes en el estreno de la película en la Berlinale. Aquí los videos que realizaron:
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