Con mucha alegría recibimos, durante el sábado de gloria de Semana Santa, la noticia de un nuevo premio para el cine peruano: «Vida férrea», la ópera prima del realizador nacional Manuel Bauer, ha logrado el Premio de la Crítica Internacional – FIPRESCI, en el prestigioso festival Visions du Réel, realizado en Nyon, Suiza del 7 al 17 de abril último.
Este largometraje documental es una coproducción peruano-española que formó parte de la Competencia Internacional del festival suizo, lo que ya era un logro por sí mismo, pues hace un buen tiempo que un documental peruano no conseguía competir en la sección oficial de un festival de este nivel. El jurado FIPRESCI, conformado por los críticos Massimo Lechi (Italia), Inge Coolsaet (Bélgica) y Cristina Trezzini (Suiza), sustentó así su decisión: «Por la original y magistralmente elaborada representación cinematográfica del Perú contemporáneo, dentro de una crítica sutil y estimulante de las injusticias sociales del sistema capitalista».
«Vida férrea» nos invita a montamos en el tren de carga de minerales que baja desde las alturas de Cerro de Pasco, hasta las costas del Callao, en un vistoso y sugerente road movie que encuentra en cada estación del tren a personajes cuyas vidas se han movido influenciadas por el ritmo de la locomotora que los acompañó durante tantos años.
El director Manuel Bauer Silva (Lima, 1974) es además un experimentado montajista de cine y TV, radicado en España desde hace más de dos décadas. Entre sus colaboraciones más recientes destaca el trabajo de edición en «Canción sin nombre», de Melina León.
Durante los días en que presentaba su película en Visions du Réel, conversamos con Manuel vía email sobre su primer largometraje. Pueden leer la entrevista a continuación:
Manuel, sabemos que el proyecto de tu película empezó a andar el 2010, se rodó el 2016, y se pudo concluir a fines del 2021. ¿Cuál fue el origen de este largo recorrido que ha significado “Vida férrea”? ¿Qué te llevó a empujar el proyecto por tanto tiempo?
“Vida férrea” empezó llamándose «Desamparados». Todo empieza con un encargo, mi hermana tenía una amiga que en esa época trabajaba como asesora de comunicación en la empresa del ferrocarril, y ella me planteó hacer una pieza audiovisual sobre el recorrido que tienen de su ruta turística, que va de Lima a Huancayo, tienen vagones muy bonitos, además de un vagón terraza para disfrutar del viaje. Hice el video sobre el trayecto que va a lo largo del Valle del Mantaro, así que el viaje es espectacular. Pero en un momento me propusieron subir en una locomotora, ya no en el tren de turistas, sino en el de carga, y viajando ahí empecé a escuchar todas las comunicaciones con Cerro de Pasco, y me dio curiosidad por hacer toda la ruta del tren de carga. Viajé por Cerro de Pasco, conocí la ciudad, vi por donde iba la ruta del tren, sobre todo la parte de Junín que me impresionó muchísimo. Ahí me di cuenta que valía la pena hacer un documental sobre la ruta de la carga minera, desde Cerro hasta el Callao, porque el trayecto cinematográficamente hablando era bastante interesante y potente, y además era una ruta mucho más viva que la turística, ahí podíamos encontrar más historias a lo largo de la ruta.
Esto que empezó siendo un encargo se convirtió en un proyecto personal, porque a medida que iban pasando los años e iba investigando, la empresa del ferrocarril ya no estaba detrás del proyecto sino que se había convertido en un proyecto mío. También en base a mis recuerdos de pequeño, mis primeros viajes fuera de Lima eran hacia Santa Eulalia o viajes tan bizarros como ir a conocer una hidroeléctrica, y recuerdo que pasaba el tren y era algo que me llamaba mucho la atención. Siempre los trenes me han parecido el mejor medio de transporte, el que más disfruto. En mis recuerdos de niño veía los vagones cargados de lingotes de plata brillando, una imagen que fui creando en mi imaginación.
Una vez que arrancamos el proyecto fuimos aplicando a fondos de desarrollo y eso ya te genera cierto compromiso. Era complicado, viviendo yo en España y estando la historia en Perú, pues no es ni fácil ni barato tener que viajar para hacer la investigación. En mi caso era cruzar el Atlántico para meterme a investigar sobre el documental, entonces es complicado porque mi vida laboral está en Madrid. Al ganar los primeros fondos de desarrollo de DAFO y de Ibermedia, más allá de tus ganas de sacar la película, pues ya entras en compromisos con las propias instituciones que hay que respetar, y que además son las que hacen que, por lo menos en Perú, se pueda hacer cine. Entonces ese compromiso también te da cierta responsabilidad de que no puedes tirar la toalla a mitad de camino. Y eso, sumado a los personajes que salen en la película, que es gente que me ha abierto las puertas de su casa y sus vidas sin conocerme de nada, gente muy transparente y cariñosa que me han acogido y han accedido a participar en la película sin ningún tipo de condición, entonces, también está el compromiso con los propios personajes de la película.
La película se compone por un lado de un recorrido cinematográfico a bordo del tren, con vistas muy sugerentes y hasta hipnóticas. Por el otro, tenemos los relatos de vida de los personajes que encontramos en las distintas estaciones del tren. ¿Ambas aproximaciones llegaron juntas en la concepción de la película? ¿Cómo se dio esa amalgama entre las dos ramas que conforman el documental?
Esos dos universos no estuvieron tal cual al principio. Empecé por el recorrido del tren que me pareció cinematográficamente muy potente, que atraviesa una geografía muy variada a lo largo de la parte central de Perú. Y sí que vi ahí mucho potencial, que podía ser una película que tuviera un lado contemplativo, pero no en plan bucólico, sino muy industrial. Esta variedad que hay en la Pampa de Junín o toda la bajada de Galera hacia Chosica y el contraste que hay con la entrada a Lima, todo el tráfico pesado que hay en esa zona, narrar esa trayectoria que hace el tren me parecía muy atractivo y casi goloso a nivel audiovisual. Y luego fueron apareciendo las historias, porque a medida que viajaba a las ciudades y conocía gente sentí que esto podía ser una road movie, que era como siempre fue concebida desde el principio. Entonces me parecía más interesante que las cuadrillas y el tren fueran un solo personaje y que la diversidad viniera luego por las estaciones.
Y juntar los dos universos se dio de una manera natural, en ese sentido la estructura estaba dada por la propia ruta del tren. Una película que me influyó bastante a la hora de pensar en cómo organizar las historias fue «The Way South» del director holandés Johan Van der Keuken, que es también una road movie, en este caso por carretera desde Holanda hasta África. No hay la profundidad, digamos que hay en «Vida férrea», de quedarnos con los personajes en su cotidianidad por lo menos un día o dos, sino que en el caso de él se paraba en el camino y hablaba con gente y fue recuperando para el documental las historias que reflejaban un poco la realidad ya sea de Holanda, Francia, Italia o Egipto. Pero me gustó esa idea del viaje y de no volver a los personajes una vez que hemos partido de esa ciudad y que sea como una cosa que va yendo siempre hacia adelante.
¿Podrías contarnos más detalles sobre tu trabajo con el DF José Luis Salomón? El trabajo de fotografía en ciertas secuencias, sobre todo en la parte central del film, destaca nítidamente.
A José Luis lo conozco desde la universidad, en Lima coincidimos un par de años, luego él se fue a Cuba y dejamos de vernos por muchos años y nos reencontramos en Madrid, donde los dos vivimos. Yo sé de la calidad de su trabajo, me parece una persona muy rigurosa y exigente y que tiene muy buen ojo. Y además, como me acompañó en la investigación, un par de investigaciones antes de rodar, pues también ya estaba acostumbrado a moverse en el tren, a saber lo duro que podía ser el rodaje a ese nivel, sobre todo, moverte en la locomotora que es muy distinto a tener un trípode en tierra, ahí vibra todo y todo se mueve. Y también ahí fue que tomamos la decisión de no luchar contra esto, sino dejar que la cámara vibrara y se moviera, incluso a veces en tierra, pues cuando pasa el tren es tan pesado que hace que las imágenes no estén tan fijas. Entonces él sí que aportó muchísimo y la verdad que un gran valor de la película es la dirección de fotografía, las imágenes tienen mucho poder y para él también era una golosina este proyecto, porque cinematográficamente sí que el universo ferroviario, más los paisajes del Perú, ayudan muchísimo a desarrollar mucho vuelo creativo o compositivo y todo lo que puede implicar el hacer la fotografía de un documental.
¿Cómo fuiste encontrando y eligiendo los personajes que vemos en la película? ¿Encontraste otros más durante el rodaje que quedaron fuera del corte final? Hay algunos que destacan, especialmente el último, el ex jugador de Alianza Lima. Ahí quizá haya otra película, casi un spin off…
Sobre los personajes, pues fueron apareciendo a lo largo de los años. Hay unos que están involucrados desde el primer viaje de investigación que hice con mi camarita mini DV, que son Federico Cabeza del Bar Cordano y Manuel Llanos, quien no iba a ser el personaje en esa época pues quien dirigía la oficina del Ministerio de Cultura en Cerro Pasco era Alfredo Palacios, que fue mi primer contacto, que además es un poeta local y era bastante interesante como personaje, pero al dilatarse todo, Alfredo se había vuelto a Lima. Ya había conocido a Manuel y también me pareció bastante interesante su historia, porque es una persona que nació y creció en Cerro y conoce muy bien la historia de la ciudad. Estuvo desde el principio en la oficina del Ministerio de Cultura, de cómo fueron cambiando de local desde situaciones muy precarias, en fin. Muchas historias de cada uno de los personajes se han quedado fuera, porque el tiempo es el que es y al ser una película tan coral no me podía enfocar en cada uno. O sea que ahí no solo Víctor Rostaing es un personaje del cual se podría hacer una película, sino de cada uno de los que aparecen en el documental. Es curioso porque depende de cada quien: hay gente que estira mucho el personaje de Víctor, sobre todo mis amigos peruanos, por esa cosa con Alianza Lima, y mientras que aquí en Madrid o en Europa les surge más fascinación por las historias de Manuel Llanos o de Betty Oscanoa.
Y fueron apareciendo, como te digo, Federico fue el primero, luego Manuel. Y en La Oroya sí que teníamos otros personajes antes de que apareciera Betty, queríamos que estuviera alrededor de la infancia, pensamos buscar profesores, pero el tema de la contaminación de los niños es muy delicado en La Oroya, la gente es muy sensible a tocar ese tema, los padres de familia y los profesores no querían verse involucrados. Entonces dentro de la investigación conocimos a Betty, que es la encargada de la estrategia de cómo atenuar la contaminación por plomo y en educar a las familias. Y cuando la conocimos, nos enteramos que su padre había sido ferroviario, ella tenía un especial cariño por el tren. Además, ella tiene una manera muy didáctica de contar lo que pasa en La Oroya, y al trabajar para el Estado, pues también es una voz que te permite no estar ni a un lado ni al otro. Y es lo que siempre me interesó con el documental, de que no sea un panfleto que abogue en contra del extractivismo o el neocolonialismo, ni tampoco a favor del desarrollo y todo esto de la Marca Perú. Entonces me pareció que Betty era una voz bastante ponderada y accedió desde un principio a participar por esta conexión que tiene también con el tren a través de la vida de su padre.
Y luego los últimos en aparecer fueron Víctor, en el Callao y Fernando Tovar en Chosica. En verdad queríamos que los personajes en Chosica fueran Fulvia y Narda, que son madre e hija, que han trabajado siempre para el ferrocarril haciendo la comida y ahora tienen un puesto justo al lado de la estación. Pero Fulvia, que era la que iba a ser el personaje, tenía que trabajar y no tenía mucho tiempo para dedicarse a parar un rato por el documental. Y Fernando apareció a través de ellas, porque Fernando era el contacto logístico de todo lo que era el tren en Chosica, pero a medida que lo fuimos conociendo nos dimos cuenta que también podía ser un gran personaje. Además, porque representa al tren en sí, es el mismo tren que no para todo el año de moverse, pues Fernando es una persona muy entregada a su trabajo. Y esa voz también podría ser importante ya que en general, la película no iba a tener muchos personajes que hablaran de la historia del tren o del tren en sí, pues eran un poco más periféricos. Fernando se convirtió en la voz de del propio ferrocarril y estuvo bien incluirlo en la película.
En el caso del Callao en un principio mi idea era trabajar sobre los graffitis en el Callao y la salsa, estaba más obsesionado por ese lado. Pero ya desarrollando más el proyecto nos dimos cuenta que el personaje del Callao tenía que ser alguien que esté más relacionado con el puerto directamente. Y apareció Víctor que juntaba eso, una historia fascinante, su pasado como futbolista perteneciendo a un club con tanta historia y mitología como es Alianza Lima, que además fue reemplazado por el mejor futbolista que ha tenido Perú en toda su historia, que es Teófilo Cubillas. Y al mismo tiempo toda su vida laboral posterior al fútbol está relacionada con el embarque de minerales en el Callao. Y entonces nos pareció una persona perfecta para cerrar la película.
A lo largo de la película, sobre todo en la primera mitad, en las ciudades de altura, se pone mayor énfasis en las ideas de patriotismo y del orgullo por la peruanidad. ¿Es por esto que se decidió filmar esa parte del recorrido en los días cercanos a las Fiestas Patrias?
Lo de rodar en Fiestas Patrias en verdad fue más una coincidencia. Y claro, esa cosa circunstancial nos dimos cuenta que podía ayudar muchísimo a la historia. Aparte, no solo era Fiestas Patrias, sino que era cambio de gobierno, en ese momento de Humala a Kuczynski. Pues decidimos volver parte de la película esa cosa circunstancial, porque no deja de ser una crítica a la presencia del Estado, cómo el Estado trata a los peruanos y cómo mientras más alejado de Lima estás, hay más ausencia de servicios que el Estado debería proveer, a pesar de ser regiones muy ricas que reciben un canon. Y por el Estado no me refiero solo al Estado central, también me refiero a los gobiernos regionales que podrían hacer mucho más con el dinero que ingresan de la minería, por mejorar la vida de sus habitantes.
Y esto del patriotismo se nota más en provincia, pues ya no es solo el hecho de los desfiles, el himno nacional, la bandera, sino también es donde todavía en 28 de julio la gente pinta sus casas, es como una celebración, es ponerse elegante para celebrar el cumpleaños. Pero por otro lado, este orgullo de ser peruano y de los símbolos de la peruanidad, contrasta con esa decepción que hay con la política, con cómo funciona el país, lo poco que el Estado se preocupa de su gente. Pero al mismo tiempo, Betty es el Estado, Manuel es el Estado, sí que hay gente que sigue luchando, a pesar de las decepciones, como es el caso de Betty, que es de La Oroya y quiere lo mejor para su ciudad, o el caso de Manuel que trabaja por la cultura local de Cerro de Pasco. También hay una idea, que es lo que a veces me cuestiono un poco con la película, que la ausencia del Estado hace que tampoco haya una noción de nación más allá de la bandera, la escarapela y el himno nacional. Siento más fuerte la cosa regional, el hecho de ser cajamarquino, huanca, ser oroyino o ser de Cerro, ahí creo que hay una cosa que está por encima del hecho de ser peruano.
Además de esa mirada a la peruanidad, a la pertenencia a un lugar; en las secuencias en Lima por ejemplo, se siente un aire nostálgico, en las vistas de las calles y monumentos. Conociendo algo de tu biografía, un peruano radicado en el extranjero, ¿piensas que hay algo de eso en el film, la mirada desde el desarraigo, por un pasado o unos lugares que se extrañan?
Con Lima más que una mirada nostálgica mía yo creo que Lima es en sí una ciudad nostálgica, que lo que emana es nostalgia. Y esta añoranza de, por lo menos el centro de Lima, de un pasado, de haber sido capital de virreinato, de haber tenido esta época más o menos gloriosa, entre comillas, para una élite. O sea, es una de las pocas ciudades de Latinoamérica que mantiene un centro colonial tan grande, incluso el de DF en México es mucho más pequeño. Entonces, lo que nos interesaba más sobre Lima era este contraste que hay, por ejemplo con Cerro de Pasco, y comparar la densidad de gente que vive en un sitio u otro, cómo Lima tiene este caos, esta cantidad de gente, cómo atrae a un tercio de la población del país, diez millones que van a buscar oportunidades. Me interesaba ese contraste, más allá de la nostalgia que transmite Lima de por sí, que es una ciudad melancólica, como uno puede ver en la película de Heddy Honigmann, en Metal y melancolía.
Entonces mi nostalgia con Lima, más que con lugares, tiene que ver con personas, más una cuestión emocional, porque yo llevo mucho tiempo fuera del país y tengo un arraigo grande con Madrid, llevo 22 años, ya casi la mitad de mi vida. En todo caso, el documental siempre sirvió como una excusa de ir a Perú con cierta frecuencia para no perder ese lazo y mantener ese arraigo del cual tú hablas, de no romperlo por completo.
La película es una coproducción entre Perú y España. ¿Cómo se dio el trabajo conjunto con la productora peruana TV Cultura?
Pues si no hubiera aparecido TV Cultura, probablemente esta película hubiera tardado muchos más años en hacerse. Yo tenía esta idea original, había empezado por mi cuenta. Es más, la primera investigación con mi cámara Mini DV la hice yo solo, viajando por la carretera central, levantando información para luego escribir algo. Y con eso armé un guion medio de ficción, medio documental que todavía se llamaba «Estación Desamparados», con el que entré al programa de desarrollo de Casa de América y Fundación Carolina. Y una vez que de ahí salió un nuevo guion, más documental, me invitaron al Festival de Guadalajara, al mercado de coproducción y no tenía productora para ir allá. Entonces traté de contactar a una productora peruana. Roberto Benavides, que es un buen amigo de la facultad y también es montador, me dio el correo de algunas productoras que él conocía y quienes se interesaron mucho fueron Carlos Cárdenas y sobre todo Sandra Yépez de TV Cultura, que fueron los que me ayudaron a arrancar y empezar a mover la película, no solo desde España, sino también desde Perú.
Además, lo bueno de TV Cultura es que ya tenía mucha experiencia haciendo documentales. Habían hecho «Lucanamarca» y habían hecho mucho trabajo de documentales educativos y formativos a lo largo del país, entonces tenían la experiencia de trabajar en provincias y sobre todo les gustó mucho la idea de hacer una especie de road movie con el ferrocarril. Sandra se enamoró desde un principio de la idea y la verdad que fue un gran apoyo a lo largo de todos estos años para levantar dinero, que ha sido difícil, pero ha estado ahí y nunca ha renunciado, luego Carlos tomó la posta y también siempre ha estado acompañando y proponiendo ideas, también Lucho Ramos que trabaja con ellos, es gente que me ha ayudado en esa parte ejecutiva en Perú. Además que han sido siempre muy respetuosos de la mirada que yo quería poner con esta película. Entonces sí que ha sido una suerte poder contar con ellos a lo largo de todo este viaje.
¿Cómo ves el estado actual del documental peruano?
Para ser sincero, no conozco mucho del documental peruano en general, veo muy pocas películas, es algo que tendría que cambiar y tengo ganas de hacerlo. He visto más películas de ficción peruanas, pero es que en general, me pierdo cosas porque tengo esa obsesión de que quiero verlas en una sala y lamentablemente no hay mucha opción de ver películas en Madrid más allá de Casa de América, o cuando entran a un festival como Filmadrid o Márgenes. No hay mucha opción. Sí sé que en los últimos años, desde «Sigo siendo» más «La revolución y la tierra», se ha dado esta oportunidad de que el público en general vaya a salas a ver documental, que me parece muy importante. El documental no deja de ser cine como la ficción, los dos son cine, pero tenemos esta mala costumbre, y no solo en Perú, de asociarlo más al reportaje, a una experiencia que puede ser de consumo televisivo, que no es necesario ir a ver en una sala de cine con la luz apagada de manera colectiva.
Y sí, me parece interesante esto que ha pasado con ambas películas que mencionaba, que han batido récords y han atraído a mucha gente a la sala de cine. Y creo que debería haber más apuestas de exhibidores por incluir los documentales en su programación, lo que sé que en Perú es complicado incluso para la ficción, que hay que estar luchando porque no te quiten cartel, que no te pongan en horarios muy difíciles de atraer a la audiencia. Pero sé que hay un movimiento fuerte en Perú en el documental. Entonces me parece importante que haya más apoyo, más promoción y más difusión de estos documentales. Y creo que las propias historias lo están empezando a conseguir, el cine no ficción está empezando a generar más curiosidad por ver historias y por acercarse a ellas.
Por último, ¿qué nos puedes contar sobre tus futuros proyectos? Tanto en la dirección, como en tu labor de editor.
De momento quiero conseguir un buen agente de ventas para «Vida férrea», que parece que estamos bien en ello. Y lo de Visions du Réel ha sido ha sido una muy buena noticia y es una muy buena oportunidad para la vida de la película. Tengo proyectos, algunos en Perú, pero de momento el siguiente quiero que sea algo que no implique viajar y volver a pasar por lo mismo, de trabajar con una historia que esté tan distante geográficamente hablando. Entonces tengo un proyecto de documental en Madrid mucho más pequeñito, sin tantos personajes, incluso más autorreferencial que quisiera desarrollar próximamente. Tengo otro en Perú que también tendría que hacerlo pronto, porque es sobre una persona muy cercana que también ya se está haciendo mayor y no habrá mucho tiempo para esperar. Pero de momento creo que me enfocaré más por el de aquí, de Madrid.
Y luego también hay una ficción, pero muy incipiente, un guion de ficción, que quiero escribir este año, a ver si consigo sacarlo adelante, porque el trabajo de editor consume mucho tiempo también. Y ahorita en la edición estoy editando la segunda temporada de 30 monedas, la serie de Álex de la Iglesia para HBO. Y con esto voy a estar hasta enero del próximo año porque son ocho capítulos, pero hay mucho material, lo bueno que hay tiempo para desarrollarlo de manera tranquila y disfrutando del proceso de montaje. De momento esos son los proyectos con los que con los que ando, pero vamos a seguir poco a poco. Ahorita lo importante es que «Vida férrea» tenga un recorrido bueno y sobre todo, que llegue a la mayor cantidad de gente posible, que mucha gente lo vea. Estoy esperando al estreno en Cerro de Pasco y luego estará rodando por diferentes ciudades de Perú.
Entrevista realizada por Laslo Rojas, el 10 de abril de 2022 vía email
Edición: Luis Ramos
Bonus: A propósito de este nuevo reconocimiento, recordamos otras películas peruanas ganadores del premio FIPRESCI en años anteriores. Algunas de ellas son:
- «Kuntur Wachana» – Moscow Film Festival, Rusia, 1977
- «Juliana» – Tróia Film Festival, Portugal, 1989
- «Días de Santiago» – Fribourg Film Festival, Suiza, 2004
- «Madeinusa» – Rotterdam Film Festival, Holanda, 2006
- «La teta asustada» – Berlin Film Festival, Alemania, 2009
- «Casadentro» – Montreal World Film Festival, Canadá, 2012
- «El limpiador» – Transilvania Film Festival, Rumania, 2013
- «Rosa Chumbe» – Montreal World Film Festival, Canadá, 2015
- «Canción sin nombre» – Festival du Nouveau Cinéma, Montreal, 2019
- «Todos somos marineros» – Rencontres de Toulouse, Francia, 2019
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