“Aguas profundas” ha sido marketeada como un thriller erótico, y con justa razón —su director, Adrian Lyne, nos trajo algunos de los mayores ejemplares del género en los años 80 y 90, filmes como “Atracción fatal”, “9 semanas y media”, o “Propuesta indecente”. Sin embargo, su más reciente producción es distinta —sí, cuenta con (breves) escenas eróticas, pero lo que tenemos acá es, principalmente, una cinta de crimen, protagonizada por personajes que se sienten más como creaciones inverosímiles que como verdaderos seres humanos. Es así que el producto final no termina de convencer, por más de que tanto Ben Affleck como Ana de Armas se esfuercen por otorgarle una dimensión adicional al material.
Affleck interpreta a Vic, un hombre cuarentón que vive sin mayores preocupaciones en una lujosa casa con su esposa, Melinda (De Armas) y su hija de seis años, Trixie (Grace Jenkins). Sin embargo, lo que parece ser un matrimonio ideal demuestra ser algo distinto: la pareja tiene un acuerdo en el que Melinda puede acostarse con cuanto hombre ella quiera, sin que su esposo le pueda reclamar nada. El problema es que los affaires de Melinda se han ido haciendo cada vez más públicos y evidentes, lo cual fastidia a Vic, y comienza a afectar su reputación en el pueblo.
Las cosas se complican, de hecho, cuando uno de los amantes de su esposa muere en lo que parece ser un accidente. Es así que Vic se convierte en el principal sospechoso de lo que podría ser un asesinato, por más que él insista de que no tuvo nada que ver con el crimen. No obstante, ni su propia esposa, ni su vecino, el escritor y guionista Don (Tracy Letts) le creen. ¿Será que Vic ha estado celoso de los amantes de Melinda por años, y por fin explotó de manera violenta? ¿O será, más bien, que está siendo injustamente acusado, y que su esposa es la que está ocultando algo?
Por más de que “Aguas profundas” cuenta con un par de escenas relativamente eróticas —donde, para variar, es solo el personaje femenino (en este caso la Melinda de Ana de Armas) el que se muestra desnudo—, en realidad se desarrolla más como un thriller de misterio y crimen. Claramente la historia está siendo narrada desde la perspectiva de Vic, y aunque el filme revela con sorprendente antelación la verdad sobre las muertes de los amantes de Melinda, igual resulta interesante verlo reaccionar a los rumores que se están esparciendo sobre él. En cierta medida, “Aguas profundas” me recordó un poco a “Gone Girl”; ambas películas tienen a Ben Affleck siendo acusado de un crimen, y en ambas su personaje hace un pésimo trabajo defendiéndose y tratando de convencer a los demás de su inocencia.
Es ahí donde acaban las similitudes entre ambas películas, sin embargo. El Vic de Affleck, por ejemplo, no es un personaje particularmente interesante —la película trata de inferir que tuvo un pasado muy particular, y que es una persona extraña (por algo parece haber aceptado el acuerdo con su esposa por varios años), pero fuera de eso, no sabemos mucho de él. Affleck lo interpreta como un enigma andante, como alguien que, al menos, parece estar intentando ser un buen padre para la pequeña Trixie, pero que a la vez, está manteniendo una relación con Melinda por absolutamente ninguna razón. Su esposa le miente y se besa con hombres frente a él y le grita y lo acusa, y él sigue con ella en casa. La película nunca llega a justificar bien esto —ni siquiera utilizando la presencia de Trixie—, y Affleck, desgraciadamente, tampoco logra convencer al espectador de su devoción a Melinda.
Por su parte, De Armas tiene el ingrato rol de “mujer loca” —el tipo de personaje que se veía con frecuencia en el cine comercial hace veinte o treinta años, pero que hoy en día se siente desafortunadamente anticuado. Al igual que el Vic de Affleck, uno nunca llega a entenderla del todo, percibiéndola como una figura manipuladora e irracional, que sin embargo nunca se llega a sentir verdaderamente tridimensional. De Armas, quien ha dado excelentes actuaciones en películas superiores como “Entre navajas y secretos” o “Blade Runner 2049”, logra otorgarle mucha intensidad y sensualidad al rol, pero no logra ir más allá del arquetipo en el que el guion la ha encerrado.
Ahora, podría valer la pena destacar que “Aguas profundas” está elegantemente dirigida, aprovechando bien sus locaciones, y resaltando la frialdad de estas lujosas casas de suburbio. Pero nada de esto sirve de mucho, considerando que la película no funciona ni como thriller de misterio, ni como drama erótico. Adicionalmente, muchas de las decisiones narrativas me dejaron con más preguntas que respuestas, haciendo que la cinta se sienta como una experiencia increíblemente errática. ¿Por qué es que el Vic de Affleck le bromea a alguien sobre la muerte de uno de los amigos de su esposa? ¿Por qué no deja a Melinda? ¿Por qué es que Trixie, una niña de seis años, habla como adulto? ¿Y por qué mencionan que él inventó los chips que usa el gobierno en sus drones de guerra, cuando eso no tiene nada que ver con nada?
“Aguas profundas” es una película muy curiosa —muchos de los diálogos recitados por sus personajes no se sienten naturales, varias de sus contorsiones narrativas tienen poco sentido, y las pocas escenas de sexo con las que cuenta son tan eróticas como un partido de golf. Los actores hacen lo que pueden con sus personajes, y la dirección de fotografía logra otorgarle cierta elegancia y oscuridad a una historia que no convence a nivel de guion. Pero la experiencia en general termina siendo más confusa que verdaderamente interesante, concluyendo de forma anticlimática y previsible. Considerando la filmografía de Lyne, esperaba algo un poco más apasionado o aunque sea entretenido de “Aguas profundas”; tanto Affleck como De Armas merecían algo menos superficial.
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