Hola amigos, hoy voy a comentar “Tiempos futuros”, ópera prima del realizador peruano Víctor Manuel Checa.
Esta película es hija de la pandemia y, al mismo tiempo, un homenaje del director a su padre. De la pandemia porque el director cambió el argumento y hasta el final de la historia, luego de haber concluido el rodaje, con todas las escenas grabadas. El escenario que vivimos durante los años de la covid-19 lo empujó a realizar este drástico, aunque riesgoso, cambio.
El resultado fue que la cinta tiene pocos diálogos –de hecho, hay un personaje que no dice una palabra en todo el filme– pero el relato se mantiene a partir de las acciones de los personajes, de sus gestos y lo que muestran las imágenes.
El gran logro de “Tiempos futuros” es la creación de una Lima distópica -o sea, futurista- pero construida a partir de componentes y espacios del presente.
De otro lado, la obra trata de la relación entre padre e hijo. El padre, Luis (interpretado por Fernando Bacilio), es un electricista e inventor. y el hijo, Teo (interpretado por Lorenzo Molina), es un niño de 11 años que oficia como su asistente. Ambos están construyendo una máquina para hacer llover en Lima, y su aspecto es fascinante. De hecho, es uno de los grandes “ganchos” de la película.
Esta máquina es un elemento articulador de la relación y, posteriormente, las tensiones entre padre e hijo. tensiones tanto a nivel audiovisual (la descripción y presencia sofocante de la máquina) como tensión en el plano emocional (la cual es manejada más bien con sutileza).
El origen de estas tensiones ocurre cuando el hijo, Teo, se incorpora a una banda aparentemente de espías que hacen registros de vídeos clandestinos en diversas casas, durante las noches.
Mientras la tensión entre padre e hijo es principalmente interna, la tensión generada a partir de las labores de espionaje se desarrolla sobre todo mediante la acción externa.
De esa manera ambas líneas narrativas se complementan: una, la de acción externa, mantiene el interés del espectador mediante el suspenso; mientras que la otra, la relación con el padre, se va desarrollando más lentamente.
Todo esto ocurre en una Lima inimaginable. Una Lima de calles vacías, casi despoblada, nocturna, sin el tráfico vehicular que la caracteriza. La acción transcurre en espacios urbanos realmente marginales y en barrios de clase media baja.
Hay un gran trabajo de fotografía, de tonos grises y azulados, muchas veces en la penumbra, con la típica niebla invernal limeña y su cielo panza de burro, atmósfera que se impregna también en los espacios interiores, especialmente la vivienda del inventor, que está muchas veces parcialmente invadidos por el vapor o el humo.
No es una fotografía preciosista ni brillante, como la de Blade Runner, por ejemplo, sino más bien opaca y realista, pero que logra recrear un mundo devastado, sin rastros de algún esplendor pasado y que más bien nos acerca al presente. En ese sentido, podría ser una especie de Blade Runner cholo.
La banda sonora ayuda a crear la sensación de cierta claustrofobia, sobre todo en el departamento del inventor, apoyada en los ruidos sordos de motores y una música por momentos hostigante.
Las tecnologías que se muestran en el filme, especialmente la supuesta máquina, parece de la era industrial, eléctrica pero con efluvios propios de las máquinas a vapor. Lo que llamaríamos un “hechizo”, es decir, un artefacto armado de piezas adaptadas de otros equipos que al final compone un armatoste ruidoso y rodeado de humos misteriosos.
Mientras que en la historia paralela –la de cámaras de espionaje– tenemos un panel de señales que envían unos curiosos y diminutos artilugios aparentemente voladores, y que constituyen otro punto de interés de la cinta, ya que revelan la gran imaginación del director checa para diseñar sus artefactos con gran economía de medios.
Esto se compagina con la escena donde el padre da lecciones y toma examen de conocimientos sobre Física a su hijo. Lecciones que parecen venir de un pasado tecnológico básico y ya rezagado con respecto al presente. pero no olvidemos que estamos en una distopía, es decir, un escenario futuro pero negativo e indeseable; como lo sugiere la película.
En este contexto, la mirada del director hacia sus personajes es distante, un tanto fría, sin subrayados, pero con suficiente dosis de expresividad para que comprendamos lo que está ocurriendo. Como dije, hay poco diálogo mientras que lo no dicho enfatiza la soledad de los personajes y acompaña ciertos momentos intimistas. Las actuaciones son funcionales a esos espacios arrabaleros pero también vacíos y por momentos asfixiantes.
Algo que me gustó es que los presuntos sobrevivientes de esta Lima distópica estuvieran socialmente condicionados por esos espacios urbanos del presente. Eso nos revela una visión del futuro peruano muy interesante ya que, en algunos aspectos, está firmemente anclada en El Perú de hoy. Un Perú cholo y enfrentado a un contexto político caótico e incierto, como también lo sugiere el final abierto y ambiguo de esta cinta.
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