Festival Al Este: «Il buco», de Michelangelo Frammartino (Italia, 2021)

il buco 2021

En Le quattro volte (2010), el director Michelangelo Frammartino nos acerca a un terruño de la tradicional Italia, un espacio no solo apartado, sino que además evidencia un sesgo decadente. En esa historia sin diálogos, personajes sin nombres propios, rituales cada vez menos asistidos, se percibe el retiro de algo. Toda una comunidad y sus miembros se ven expuestos al olvido. Es el fin de eso que Pier Paolo Pasolini llamaba la esencia italiana: las tradiciones de las provincias. Mediante un filtro poético, Frammartino define cuatro personajes que cumplen su ciclo de vida. Claro que no son los casos de ciclos renovables, sino que se extravían, se derrumban, se extinguen o solo queda cenizas de estos. Es su forma de decir cómo es que un país ha dejado atrás un espacio idílico. Esto se replantea en su última película. En Il buco (2021), también percibimos esta agonía del escenario rural. Lo que un día fue el espacio de retiro por excelencia, en esta nueva historia el visitar una meseta de Calabria es razón para emprender una expedición al pasado. Inspirado en una excursión que aconteció en los años 60, Frammartino aprovecha ese encuentro entre un grupo de espeleólogos y una comunidad rural para bosquejar la divergencia entre esos dos mundos que, hasta el día de hoy, habitan en una misma realidad, pero a la vez parecen ser ajenos a propósito de sus culturas correspondientes.

El ingreso de los científicos a las inmediaciones de la provincia es equivalente a un viaje al tiempo. La inmersión a ese hoyo no inicia con el adentramiento a las cavernas, sino con la entrada a ese pueblo que en sí es un hoyo poblado por una comunidad reducida, en su mayoría, compuesta por ancianos que siguen ejerciendo esos rituales propios de la vida del campo, a pesar de que, en las afueras, allá en la ciudad, la modernidad está en pleno apogeo. Aquí vale hacer remembranza una vez más a Pasolini, tal vez el más iracundo crítico de la modernidad o el consumismo, como él llamaba, práctica que no solo corrompió y estupidizó a la sociedad italiana, sino que además le arrancó lo mejor que tenían. Pasolini era un ferviente fanático de las tradiciones, tanto en la práctica de sus tradiciones como en la preservación de las variantes idiomáticas propias de cada pueblo. Frammartino, en su nueva película, parece evocar las posturas del ideólogo italiano, aunque sin ánimo de crear un señalamiento directo a la modernidad. Atención a ese grito que ejecuta un pastor de ganado. Es una idiomática que evidenciará una trascendencia a pesar de su incuestionable mortandad. Frammartino le hace justicia a esos rituales tradicionales que provocan una sensibilidad particular y apacible, y que a su vez se anexan al entorno. Los habitantes podrán pasar al retiro, pero su espíritu flota en el ambiente.

Il buco, de igual forma que Le quattro volte, descubre ese aire mágico, lírico, pero que también manifiesta una decadencia que a veces no se percibe de cerca. Los grandes planos generales que reitera el director italiano descubren una manta nubosa que esconde a este paisaje que descansa en una hermosa zanja geográfica. Dentro de ella, está el hueco. Ese hoyo al que los espeleólogos van a descender. Ellos van en busca de esos minerales que cumplirán una función de fuente histórica, sin darse cuenta de que es la misma población a la que han llegado una fuente histórica viviente. En la vida de esa comunidad tradicional está el pasado o lo que está por convertirse en tal. Siendo la década de los 60, lo tradicional todavía era perceptible o hasta cercano, una antípoda de la realidad citadina, la cual veía en su contraria una motivación para desarrollarse más a fin de olvidar eso que se interpretaba como arcaico. Lo curioso de toda esta ficción realizada por Michelangelo Frammartino es que si se omite la idea de que se está representando una expedición que aconteció décadas atrás, Il buco podría interpretarse como un documental actual. Basta llegar a cualquier comunidad apartada de la ciudad, un espacio en donde el “desarrollo” no ha llegado, para encontrar una cultura agónica.


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