Hay películas que son un abrazo al corazón. Muchos ven en “Willaq pirqa, el cine de mi pueblo” una versión alterna de “Cinema Paradiso”. Aunque ambas son historias sobre la candidez de un niño apasionado por un pequeño cine rural, cada una tiene objetivos distintos y un trasfondo diferente, aunque las dos se parecen en esa emoción, al caer los créditos, del sonreír y amar la magia del cine.
En la película acompañamos a Sistu (el debutante Víctor Acurio), un niño que descubre casi por un juego de la naturaleza la existencia del cine. Hace lo primero que hacemos todos los que salimos de ver una película: la cuenta, la comenta, quiere que otros la puedan ver. Así es como su comunidad va acercándose al llamado séptimo arte, que sigue -dolorosamente- alejado de las lenguas no hegemónicas, como el quechua -porque no son sus hablantes los que están lejos del cine, sino es este el que está lejos de ellos, física y culturalmente. Sistu desea profundamente, desde su ilusión honesta de infante, llevar a todos a ver una película, acercarla a todos a quienes quiere. Y digo que lo acompañamos porque el relato está construido desde la dulzura y la inocencia. Nunca encontramos un ojo exotizante. Los diálogos están en su gran mayoría dotados de una franqueza refrescante, de una ternura y espontaneidad en su humor que muchos otros cines hechos en territorio peruano no tienen. Lo mismo aplica para las actuaciones, y en especial la de Víctor Acurio como Sistu, un ejemplo de interpretación infantil con una naturalidad que no se había visto en recientes actores menores de otros filmes peruanos.
La mirada desde la que se narra en «Willaq pirqa» es la del encanto que invoca a emocionarse como un niño, pero a la vez, reflexiona sobre la dificultad del acceso al cine para quienes no son hablantes de alguna lengua masivamente instaurada. El problema no es el idioma, sino la exigencia de abandonar lo que es considerado atrasado. Desaparecer un idioma es desaparecer la capacidad de su pueblo hablante de transmitir emociones y compartirlas desde su autenticidad.
«Willaq pirqa» se podría traducir en castellano como ‘pared que comunica’. Esta es una de las formas en las que Sistu entiende y explica qué es el cine. Si es difícil describir al cine y su magia en pocas palabras, es porque es mucho más posible de explicarlo -aunque parezca irónico- con una película misma. Esta película comunica el amor por contar historias y que estas puedan ser escuchadas y sentidas. Es como una feel good movie, sí, porque desea contagiar felicidad, el objetivo se logra.
El director César Galindo contó que el nombre del personaje principal es un homenaje a un amigo suyo desaparecido. De alguna forma, lo hace volver en sus películas, porque todo se puede en el cine. Es este arte una herramienta potente que debe de estar al alcance de todos los pueblos para que puedan perpetuarse, porque eso también lo puede hacer posible.
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