“La decisión de Amelia” es una película curiosa. Tiene de director y guionista a Francisco Lombardi, uno de los cineastas de mayor experiencia y trayectoria del Perú. Tiene de protagonistas a Mayella Loclla y Gustavo Bueno, dos actores extremadamente talentosos. Y maneja una narrativa potencialmente intrigante, que podría decir mucho sobre las diferencias sociales y económicas entre muchas de las personas que viven en Lima. Y sin embargo, la película nunca llega a sentirse como más que la suma de sus partes —es así que termina decepcionando tanto a nivel dramático como intelectual, sintiéndose, incluso, inferior a la película anterior de Lombardi (“Dos besos”).
Mayella Loclla interpreta a la Amelia del título, una joven auxiliar de enfermería que se encuentra sin trabajo. Su mejor amiga, Cecilia (la siempre excelente Stephanie Orúe) le propone que la reemplace en el cuidado de un anciano millonario llamado Víctor (Gustavo Bueno), que vive en una de las zonas más privilegiadas de la ciudad. Y es así, pues, que Amelia llega a su casa, y luego de interactuar con la ama de llaves (Haydeé Cáceres), conoce al señor: un viejo amargado, racista, clasista e impaciente, que sin embargo (y contra todo pronóstico), comienza a llevarse bien con su nueva cuidadora. No obstante, y a pesar de estar entablando esta relación, Amelia tendrá que tomar una decisión difícil en cuanto a su nuevo paciente.
El mayor problema que tuve con la película es que me resultó absolutamente previsible. No hay nada en el guion o en el desarrollo de la historia que resulte sorpresivo o siquiera intrigante. Pude adivinar la conclusión de la trama con demasiada anticipación, lo cual hace que buena parte de la narrativa se sienta tediosa —cuando el espectador sabe mucho más que los personajes, y la película no parece estar consciente de ello, la experiencia se termina sintiendo aburrida y repetitiva. Es más —hasta se podría argumentar que el título del filme es una suerte de spoiler, haciendo que el espectador anticipe algún tipo de decisión importante o chocante que Amelia va a tener que tomar. El problema es que cuando dicha decisión llega, termina siendo el giro narrativo más previsible y soso posible.
Lo cual es una pena, porque como se dijo líneas arriba, “La decisión de Amelia” no carecía de potencial. La interacción entre una chica humilde, amable y honesta y un hombre mayor, acaudalado y grosero, podría resultar en momentos altamente simbólicos, con mucho qué decir sobre las brechas generacionales, económicas y sociales entre estos personajes (y entre buena parte de la población limeña). Desgraciadamente, la película se queda en la superficie, haciendo que los personajes discutan sobre temas sociales de manera muy breve, y sin mayores consecuencias para la trama o para el desarrollo de los mismos. El hecho de que la narrativa, nuevamente, sea tan previsible, no ayuda a que estas interacciones se sientan importantes o siquiera interesantes, además.
Las actuaciones son de variada calidad. La siempre carismática Mayella Lloclla está meramente correcta como Amelia —interpretándola como una chica honesta y hasta algo naive, que llega a la casa de don Víctor con las mejores intenciones, y que —supuestamente— va cambiando de manera gradual. El problema es que la decisión que finalmente tiene que tomar no se desarrolla de manera orgánica, sino más bien como un cambio de parecer y de personalidad increíblemente brusco. Por más de que Víctor la maltrate o trate de aprovecharse de ella —de varias maneras—, uno nunca llega a sentir que sus reacciones sean coherentes con la forma en que ella ha sido caracterizada. La decisión, entonces, no funciona no solo porque es increíblemente previsible y cliché, sino también porque se siente increíblemente repentina.
Por otro lado, tenemos a Gustavo Bueno, un excelente actor de cine y televisión que, sin embargo, no parece haber sido capaz de desarrollar a Víctor como un ser humano creíble. Desde la voz de “viejo” que utiliza, hasta los momentos más intensos que comparte con Amelia, el Víctor de Bueno nunca se llega a sentir como un personaje redondo, sino más bien como el estereotipo andante de un hombre blanco, mayor, privilegiado y abusador. Y aunque Stephanie Orúe tiene el rol increíblemente gratuito de “la mejor amiga”, una chica que se mete con hombres casados y parece tener mala suerte en el amor, la talentosa actriz hace lo que puede con el personaje, inyectándole algo de humor y energía a la película.
“La decisión de Amelia” es una gran decepción —una película con una premisa que pudo haber sido explotada de distintas maneras, pero que en este caso, ha sido desarrollada de la manera más previsible y trillada posible. Los personajes son planos y estereotípicos (Amelia, por ejemplo, cuenta con un ex novio abusador —interpretado por el talentoso Martín Martínez—, un verdadero monstruo, irredimible y desagradable); las actuaciones son algo irregulares —por más de que el filme cuente con un reparto envidiable—, y la trama carece de sorpresas o de algo nuevo para decir. El apartado técnico es prolijo, al menos, pero no logra elevar a una historia que, encima, concluye de manera súper amateur (en serio; el último plano de la película es simplemente inexplicable). Espero que Lombardi logre redimirse con su siguiente película —entre “Dos besos” y “La decisión de Amelia”, no parece haber estado muy inspirado que digamos estos últimos años.
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