[Crítica] “Men: terror en las sombras” (2022), de Alex Garland


Men: terror en las sombras” es, posiblemente, una de las películas más perturbadoras que haya visto en un buen tiempo. El problema, sin embargo, es que también es una de las más frustrantes. Lo que tenemos acá es una producción innegablemente ambiciosa, dirigida y escrita por un cineasta que ha demostrado ser, ya varias veces, una de las voces más interesantes en el mundo de la ciencia ficción y el suspenso. No hay dudas de que Alex Garland quería hacer algo distinto y altamente simbólico con su nuevo film; el problema es que el concepto se desmorona hacia el final, haciendo que el espectador se sienta más confundido que satisfecho por la experiencia en general.

Lo cual no quiere decir, por supuesto, que “Men” sea una película terrible, o que deba ser considerada como una decepción absoluta. Lo que sí es verdad es que la percepción que se tenga de esta historia en particular dependerá de cada espectador —hay quienes, por ejemplo, la considerarán como una fascinante historia sobre la culpa masculina y la manera en que los hombres, con diferentes rostros e intenciones, amenazan a las mujeres. Otros (y otras), no obstante, la considerarán como una película que intenta ser progresista e intenta comprender a sus espectadoras mujeres, pero que más bien termina siendo más misógina de lo que a su autor le hubiera gustado.

En opinión de su servidor, la verdad está, como suele pasar, en el medio. No creo que “Men: terror en las sombras” sea una película misógina —al menos no a propósito. Pero especialmente hacia el final, se siente como un filme que intenta mezclar mitología —si pueden, busquen información sobre el mito del Green Man en Internet— con experiencias reales, para desarrollar algo que tiene sentido a nivel simbólico, pero que a abusa un poco de la suspensión de la incredulidad del espectador. Esto es particularmente grave, considerando que la película parece estar diciendo que todo lo que vemos en pantalla de verdad sucedió, y que no hay ningún componente imaginario o irreal en las experiencias de su protagonista.

Hablando de ella —la genial Jessie Buckley interpreta a Harper, una joven irlandesa que decide alquilar una casa y retirarse al campo, luego de que su esposo abusador, James (Paapa Essiedu) se suicida. Evidentemente, la idea es tratar de relajarse y alejarse del lugar donde sucedió aquella tragedia. Sin embargo, al llegar, Harper se encuentra con un pueblo en medio de la nada, habitado exclusivamente por hombres, todos con el mismo rostro (e interpretados por Rory Kinnear). Lo que deberían ser unas vacaciones tranquilas, entonces, se convierten en una experiencia perturbadora y terrorífica, en la que Harper se ve acosada por las distintas versiones de este mismo hombre.

Debo decir que disfruté mucho del 80% de “Men: terror en las sombras”—especialmente durante la primera hora, Garland logra desarrollar una atmósfera palpable de terror y suspenso, mientras Harper va descubriendo, de manera gradual, todo lo que está mal con el pueblo en el que se encuentra. Destacan su primer paseo por el bosque —donde encuentra un túnel misterioso—, así como su primer encuentro con un hombre desnudo que parece estar acosándola, y las diferentes llamadas que tiene con su mejor amiga, Riley (Gayle Rankin) y que se ven interrumpidas brevemente por imágenes entrecortadas y perturbadoras. La dirección de fotografía ciertamente ayuda a convertir al pueblo y sus alrededores en un personaje más —el filme llena con frecuencia el encuadre de verdes saturados y fuera de foco, haciendo que uno perciba el aislamiento que Harper debe estar sintiendo.

Todo lo que hacen estas primeras escenas, entonces, es preparar al espectador para una revelación chocante y potencialmente terrorífica. Resulta inquietante ver cómo los hombres del pueblo se van haciendo más agresivos hacia Harper, agrediéndola tanto física como psicológicamente (por ejemplo el cura que trata de culparla injustamente por la muerte de su esposo). El problema es que para los últimos treinta minutos, Garland se deja llevar por la simbología de su historia, incluyendo imágenes asquerosas de manera algo gratuita, transmitiendo un mensaje que, siendo justos, se siente un poco superficial. Sin incluir spoilers, está relacionado con la naturaleza cíclica y repetitiva de la masculinidad tóxica —el problema no es que esté incluyendo este mensaje, sino que no está diciendo nada nuevo al respecto.

Como era de esperarse, Jessie Buckley —una de las mejores y más interesantes actrices de su generación —está excelente como Harper. La desarrolla como una mujer que ha sufrido por mucho tiempo, y que está sintiendo toda suerte de emociones luego de la muerte de su esposo —alguien que abusaba de ella y que intentaba manipularla en todo momento. Buckley interpreta a Harper de manera absolutamente creíble —incluso durante las últimas escenas del filme, lo cual es todo un logro—, mostrando mucho de lo que está sintiendo exclusivamente a través de expresiones faciales y lenguaje corporal. Incluso cuando el guion de Garland la decepciona, Buckley sale muy bien parada.

Algo similar se puede decir de Rory Kinnear, un actor británico infravalorado y especializado en roles secundarios o de apoyo (por ejemplo, interpretó al agente Tanner en la mayoría de las películas de “James Bond” de Daniel Craig). En “Men” nos entrega algo diferente —se convierte en los hombres del título, interpretando a varias versiones de un hombre abusador. Lo vemos como un policía inútil, como un cura misógino y conservador, como un arrendatario aparentemente inofensivo, y hasta como un niño maleducado y agresivo (la tecnología usada para insertar su rostro en la cabeza de un niño, desgraciadamente, no es la mejor). Kinnear logra realizar un trabajo verdaderamente camaleónico, compartiendo escenas intensas e hipnotizantes con Buckley.

“Men: terror en las sombras” es una película que peca de ambiciosa, pero también de una falta algo frustrante de desarrollo en su contenido temático. Intenta decir mucho sobre la masculinidad tóxica, sobre el abuso psicológico y físico, sobre los roles de género y sobre lo que las mujeres sufren por parte de los hombres —pero mucho de lo que dice, está transmitido de manera superficial. Agréguenle a eso un desenlace caótico, sangriento y hasta confuso, y el filme se torna rápidamente en una experiencia perturbadora y por momentos hasta terrorífica, pero como se dijo líneas arriba, también confusa. Garland es demasiado buen cineasta como para haber hecho algo malo con “Men: terror en las sombras”, pero a la vez, no puedo evitar sentir que el resultado final debió haber sido mejor.

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