La trilogía cinematográfica de El señor de los anillos se ha ganado un espacio, no solo dentro de la cultura popular siendo una franquicia que tiene una fanaticada tan exigente y especial (agréguenle tóxica, si desean) como las de Star Wars o Harry Potter, por ejemplo, sino también en la historia del cine como un producto cinematográfico que se hizo con diecisiete premios de la academia estadounidense en total, un récord que será muy difícil de superar algún día (La trilogía de El padrino, para hacernos una idea, tiene once estatuillas). Si a ello le agregamos que Amazon ha invertido cerca de US$500 millones en la realización de los ocho episodios que conforman la primera temporada de Los anillos de poder, serie que, a modo de precuela, nos devuelve a la Tierra Media y que acaba de estrenar sus dos primeros capítulos, entonces podríamos concederle a esta reciente producción el título no oficial de “evento ‘cinematográfico’ del año”, con una nota a pie de página ya que la serie llega a través de la plataforma de streaming de Prime Video y no, obviamente, en pantalla gigante en salas de cine.
Habiendo visto los dos primeros episodios disponibles, hay muchos conceptos sobre los que nos podríamos pasar horas y horas discutiendo, y aún más si es que usted es un ferviente purista de la obra de J.R.R. Tolkien, pero trataré de ser lo más concreto posible para enfocar los reflectores únicamente hacia lo que tenemos como producción audiovisual hasta el momento y hacia ciertos condicionantes del panorama de la industria del entretenimiento que han influido e influirán en la recepción de esta primera temporada.
Dónde puedo ver la serie:
Como punto previo al estreno de la serie, se hizo presente la impostergable comparativa entre Los anillos de poder y La casa del dragón, el otro flamante spin-off de una producción de épica medieval proveniente de su matriz Juego de tronos y que HBO viene estrenando semanalmente. Es prácticamente inevitable que, en este mundo cada vez más polarizado, podamos, como espectadores, disfrutar y elogiar alguna producción sin destruir salvajemente a otra, especialmente en la intolerable olla de grillos que representan las redes sociales. Sin embargo, se hace conveniente encontrar dónde es que estas producciones encuentran divergencias, con el mero objetivo de definir y delimitar, de una manera más digerible, las propuestas argumentales, artísticas y audiovisuales.
Esta semana, escuchaba a un conocido creador de contenido mexicano mencionar que las franquicias de El señor de los anillos y Juego de tronos se diferenciaban esencialmente en que la primera era una epopeya de fantasía y aventura mientras la segunda era un drama en el que se priorizaban las tensiones políticas por sobre los elementos fantásticos, sin que hubiera ausencia de estos. A grandes rasgos, estoy de acuerdo con este comentario, encontrando algunos matices que aplicar tras el estreno de los spin-off en cuestión pues la esencia política está aún más efervescente en La casa del dragón, pero la presencia de criaturas como las que describe su propio título asegura un contenido fantástico más relevante también. Por otro lado, en El señor de los anillos, si bien la trama principal es la odisea de Frodo para destruir el anillo y derrotar a Sauron, hay ciertas subtramas políticas en los arcos de Théoden, Denethor, Faramir y algunos otros personajes que funcionan eficientemente como un cable a tierra, en medio de tanto derroche de imaginación, que ayudan a que la trilogía encuentre los recursos para sentirse tan magnífica y solemne como cuando se estrenó hace veinte años. Ahora bien, en lo que hemos podido disfrutar de Los anillos de poder, y a modo de enlazar ya con el contenido de la serie, parecería que el guion va a estar lejano a estas subtramas y cuestiones políticas para encumbrar un argumento coral que explota todas las posibilidades del género y las de los recursos técnicos, pero que se ve lejano a escapar de la dicotomía del bien y mal.
¿En qué influye esta decisión? El hecho de que esté ambientado muchos años antes que la trilogía de El señor de los anillos, y que la de El hobbit también, brinda la oportunidad de modificar y explorar algunas cuestiones que las mencionadas trilogías asentaron o, como mínimo, de aumentar el tamaño del universo de la franquicia. Apoyada en una fotografía majestuosa (obra de Aaron Morton, Alex Disenhof y Oscar Faura) que hipnotiza con planos abiertos tanto como el presupuesto que les ha permitido lograr tal fineza en este apartado, visitamos muchos lugares de Tierra Media en los que la acción tendrá lugar. Personajes completamente nuevos y algunos otros que ya conocemos como Galadriel y Elrond, que adoptan un rol protagónico dentro de lo posible, se desenvuelven en un mundo más amplio de lo que conocíamos, abriendo oportunidades ilimitadas de crear nuevas historias.
Debo insistir que solamente tenemos dos episodios disponibles, pero ya advertidos de ello, cuesta creer que Amazon no haya utilizado a la primera temporada de La rueda del tiempo, otra producción propia estrenada el año pasado, como una dinámica de prueba y error, para definir la ruta que seguirá Los anillos de poder. Es que la serie protagonizada por Rosamund Pike se nos propuso desde el comienzo como una travesía similar a la de la trilogía de Peter Jackson, en la que los peligros estaban bien identificados y los objetivos de los personajes principales se determinaban desde el inicio. Quizá esta fórmula no fue la más acertada para el formato de episodios semanales, de manera que los ejecutivos de la compañía de Jeff Bezos sabían que para esta nueva producción se debía intentar algo distinto. Seguramente por ello es por lo que Los anillos de poder no define la figura de un enemigo concreto desde el principio, más allá de mencionar a la oscuridad constantemente como la principal amenaza, ni tampoco aborda el problema instantáneamente desde todas sus aristas, sino que presenta a sus personajes y sus características detalladamente y, en el mejor de los casos, estos han logrado zafar de algún peligro, pero nada que advierta las dimensiones reales de lo que está por venir. El guion, en ese sentido, se guarda información, como lo que sucede en la trama de los pelosos y algún secreto también en la trama de los enanos, aunque, nuevamente, nada de ello aún se percibe como el gran conflicto que develará la serie.
Otro tema relacionado a la producción de Los anillos de poder, que también tomó relevancia en la antesala al estreno, fue la desaprobación de una parte de los fanáticos por el hecho de haber incluido actores de tez oscura y otorgarles roles más relevantes a papeles femeninos, hechos que transgredían supuestamente el canon de la obra literaria y cinematográfica. Si tuviera la oportunidad de conversar con algún seguidor de la franquicia que opina de esta manera, le haría notar que esto sería un problema insignificante por sí mismo, pero mucho más frente a la ligera sospecha negativa que tengo, y que espero pierda fundamento con el correr de los capítulos, sobre el hecho de que no se ha percibido que vaya a haber mucho interés por la construcción de personajes, dejándolos planos y sin profundidad, quedando este componente en un segundo plano frente al objetivo principal de impresionar con puestas en escenas preciosas y un excelente montaje. La estrategia probablemente haya sido demostrar en los primeros episodios dirigidos por J.A. Bayona que Los anillos de poder es una serie que no escatima en todo lo que pueda hacernos sentir una experiencia envolvente, postergando no tanto el ritmo, pero sí la nitidez de lo que veremos más adelante. Es la única crítica negativa -sin suficientes pruebas de todas formas- que podría hacerle a la producción, pero quizá encontraremos una explicación a ello en el objetivo de crear una historia de dimensiones titánicas que se extenderá por varias temporadas, por lo que se necesitará tiempo y paciencia para construir una base lo suficientemente fuerte que sostenga todos los relatos que se nos van a ir presentando. Insisto: con dos episodios no podemos dar veredictos y sentencias definitivas.
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