Un tour por el curso del Amazonas se convierte además en la radiografía de una sociedad. La más reciente película de Álvaro y Diego Sarmiento podría asumirse como una extensión de Río verde (2017), solo que su expedición suelta la rienda de la mística como herencia ancestral percibida en el territorio amazónico para en su lugar atender a la rutina cotidiana asociada a una marcha contemporánea. Odisea amazónica (2021) inicia en uno de los puertos de la gran vena latinoamericana. Hombres y mujeres van de un lado a otro. La frontera entre la tierra firme y el agua se convierte en lugar de cargue y descargue, espacio característico por su vitalidad y el vigor de la mano de obra equivalente al ritual mecánico de las máquinas. Este escenario no está lejos del concepto de una fábrica o lugar industrial, un segmento de la selva convertido en núcleo mercantil, lo que impulsa el desarrollo de una sociedad y da señas de una prosperidad progresiva. Los hermanos Sarmiento se alinean al imaginario fílmico iniciado por el primer cine soviético, a propósito de la descripción de un contexto que reconoce al movimiento como una de sus características más sustanciales. Aquí la acción no cesa, aunque no necesariamente a causa del montaje.
Lo reconocido en Odisea amazónica es un ajetreo impulsado únicamente por la acción de sus protagonistas o la ejecución de sus rutinas laborales. La quietud aquí es mínima. Ni siquiera cuando la máquina humana deja de trabajar, el movimiento deja de fluir, a causa de la fuerza del agua que desplaza a las embarcaciones destinadas a transportar la recolección comercial. Es en esos momentos además que se reproduce otro carácter que define a una sociedad en continuo desplazamiento. Tal como ya nos tienen acostumbrado, los hermanos Sarmiento impulsan un cine testimonial y colectivo. Si bien todos los habitantes lucen igual en este gran circuito, se van distinguiendo consecuencia de sus declaraciones personales. Es mediante el acercamiento individual que este documental descubre una diversidad de pensamientos. Claro que esto no implica un deseo de crear protagonismos. No por el deseo de reproducir biografías específicas, la película de los Sarmiento pierde su perfil de un cine colectivo. Retomando su vínculo con una tradición soviética, Odisea amazónica es una película en donde el protagonista es el todo y no la unidad.
Ahora, si los soviéticos asistían al montaje virtual para crear una unidad en su todo, los directores peruanos hacen un montaje o empalme a nivel diegético entre cada testimonio con el fin de provocar la unidad y evitar la diferenciación entre una y otra persona. Este es de por sí un gesto de interacción entre los miembros, quienes no precisamente hablan sobre sí mismos, sino sobre su convivencia con ese todo del que forman parte. Oímos la historia de un cocinero, un capitán de embarcación o un jesuita, y más allá de que evoquen un apunte personal, lo que comentan es su experiencia dentro de la colectividad, cómo es la convivencia y cómo esta ha definido o complementado sus respectivas identidades. Odisea amazónica descubre una ramificación de testimonios que han convergido y formado una identidad colectiva, aquella que no deja de desplazarse y producir dentro del contexto amazónico, que es igual de diverso y se encuentra en continuo “movimiento”. Mediante este documental, Álvaro y Diego Sarmiento siguen consolidando su visión antropológica a partir de la expedición de costumbres dentro de escenarios periféricos, aunque culturalmente muy ricos y complejos.
Dato: Esta película se proyectará desde el 10 de octubre, de manera presencial, en el auditorio de la DDC La Libertad.
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