[Crítica] «Almas en pena de Inisherin», de Martin McDonagh

Almas en pena de Inisherin

Si han disfrutado de alguna película de Martin McDonagh antes, no les sorprenderá lo que ha logrado hacer con “Almas en pena de Inisherin” (The Banshees of Inisherin, 2022). Mezclando elementos de comedia negra con drama, y temas relacionados a la soledad y el enojo masculino, lo que hace la película es desarrollar una historia muy humana, protagonizada por personajes que, de pronto, no pueden dejar de pensar en su propia mortalidad, y en la manera en que son percibidos. El hecho de que se desarrolla hace casi cien años, en una pequeña isla irlandesa durante el final de la Guerra Civil en aquel país, no hace más que convertir a este film en una experiencia incluso más intrigante de lo que hubiera podido ser.

El protagonista de “Almas en pena de Inisherin” es Pádraic Súilleabháin (Colin Farrell y sus expresivas cejas), un hombre bueno pero, según muchos, algo aburrido. Vive con su hermana, la astuta Siobhán (Kerry Condon) en una pequeña casa en la isla ficticia de Inisherin, atendiendo a sus animales, y yendo todas las tardes al pub con su mejor amigo, Colm (Brendan Gleeson). Hasta que un buen día, este último decide que Pádraic ya no le cae bien. Se siente viejo, desolado y quiere pasar lo que él piensa son sus últimos días en paz, sin tener que soportar las conversaciones sin sentido de su ex amigo. Pero Pádraic no se rendirá tan fácilmente, haciendo que Colm tome decisiones algo… violentas.

Almas en pena de Inisherin

Al menos al inicio no es difícil entender a Colm; siente que ha desperdiciado buena parte de su vida, y hasta se queja de las conversaciones que tenía que soportar por parte de Pádraic (aparentemente, una vez habló por dos horas sobre el excremento de su pequeño burro). Pero mientras va avanzando la película y Colm va reaccionando de maneras más drásticas a los intentos de Pádraic por retomar su amistad, uno se va dando cuenta de que algo está mal con el primero. ¿Será depresión? ¿Una sensación ineludible de soledad e inutilidad? ¿O simplemente se ha cansado de pasar sus días con alguien a quien considera inferior?

Es así como uno va comprendiendo al personaje de otra manera, pero también al Pádraic de Colin Farrell, un hombre que siempre fue considerado como el más bueno de toda la isla… para bien y para mal. Hasta hace poco, Pádraic pensaba que era su mejor cualidad, pero Colm, aparentemente, siempre consideró que eso lo convertía en alguien aburrido, con el que era prácticamente imposible tener una conversación normal. Es así que Pádraic comienza a cuestionar la manera en que los demás habitantes de la isla lo perciben, obsesionándose un poco con lo “soso” que aparentemente es.  Evidentemente no tiene el mismo problema que Colm, pero a la vez, el hecho de que haya “roto” con él ha cambiado su vida para siempre.

“Almas en pena de Inisherin”, entonces, termina siendo un film enfocado en las inseguridades de sus dos protagonistas —dos hombres que, al vivir a principios del siglo veinte en una zona rural, no tienen acceso a ningún tipo de ayuda médica o psicológica profesional. Por ende, tienen que lidiar con sus problemas de la misma manera que los demás —o aguantándose cualquier explosión emocional que puedan tener, o de manera algo violenta. El resultado es un estudio de personaje harto entretenido, que nos sumerge en un pequeño mundo, aislado y alejado de una Guerra Civil que solo pueden ver de lejos, de vez en cuando, cuando ocurre alguna explosión o tiroteo.

inisherin

Previsiblemente, todas las actuaciones son de excelente nivel. Colin Farrell interpreta a Pádraic como un hombre sencillo, de pocas ambiciones, pero aparentemente de buen corazón. El actor nacido en Castleknock, Irlanda, hace que sea muy fácil creer que Pádraic no tiene mayores intereses que sus animales, su hermana y su amigo, siempre concentrado en las cosas sencillas de la vida. Es una actuación creíble y por momentos desoladora. Por su parte, Brendan Gleeson tiene que hacer más con menos diálogo; presentándonos a un Colm que de seguro está roto por dentro, pero a quien le cuesta mucho expresar sus emociones. De hecho, es para eso que elige la música —su interés principal, el cual su mejor amigo, desgraciadamente, nunca terminó de comprender.

De los personajes secundarios, resaltan la Siobhán de Kerry Condon, y el Dominic de Barry Keoghan. La primera es el opuesto total de su hermano; una mujer inteligente que, en vez de quejarse y sufrir y tomar decisiones violentas para llamar la atención, decide ser más práctica… por más de que termine por romperle el corazón a Pádraic. Es una interpretación potente, que le permite a uno empatizar con el personaje desde un primer momento. Y Keoghan interpreta a Dominic como una figura trágica en la isla; como un chico poco apreciado, que tiene que aguantar a un padre abusivo, y que es considerado por muchos como el “tonto” de Inisherin.

Al igual que la mayoría de la filmografía previa de McDonagh, “Almas en pena de Inisherin” combina humor con drama y un poco de violencia, para desarrollar una experiencia sutil, pero memorable. No es una exageración decir que la película cuenta con uno de los momentos que más me han hecho reír este año, pero también con otros que me dejaron callado y hasta lagrimeando. Como la gran “In Bruges” (2008), “Almas en pena de Inisherin” es una cinta difícil de clasificar, pero es precisamente ahí donde radica su genialidad. Es el tipo de historia que nos adentra en un contexto y situaciones muy específicas, pero que a través de ellas, logra desarrollar temas muy humanos, que deberían permitirnos reflexionar sobre nuestras propias decisiones en la vida. ¿Qué más le podríamos pedir a una película?

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