“Ruido de fondo” se siente como una suerte de experimento arriesgado. Ciertamente el hecho de que Netflix se haya animado a darle dinero a un cineasta de renombre como Noah Baumbach, para adaptar al cine una novela supuestamente inadaptable, me da mucho gusto. ¡Cómo nos encantaría que todas las productoras se arriesguen de esa manera con todos los cineastas! Pero a veces dichos riesgos no pagan sus dividendos, y ese es el caso de “Ruido de fondo”, una película que funciona por partes, pero que nunca se llega a sentir como un producto cohesivo, o siquiera coherente. Lo cual es una pena, porque siempre preferiré una película arriesgada pero fallida, por sobre un producto bien hecho, pero totalmente previsible.
Nuestro protagonista es Jack (Adam Driver), un profesor universitario especializado en Estudios de Hitler, que vive con su esposa, la maestra de yoga Babette (Greta Gerwig), en un suburbio aparentemente común y corriente. Tienen varios hijos, la mayoría de matrimonios previos, y se pasan la vida ignorando señales graves o de problemas inminentes, siempre concentrándose en los detalles, y no tanto en el panorama general.
La película, entonces, está dividida en tres actos. El primero es una suerte de sátira de la vida académica, en donde vemos a profesores compitiendo entre ellos, alumnos escuchándolos como nunca ningún alumno ha escuchando a un profesor en la vida real, y docentes empeñados en especializarse en temas increíblemente, bueno, específicos. El segundo se siente más como una parodia oscura del cine de desastres, enfocado en un suceso llamado “El evento tóxico en el aire”. Y el tercero se concentra en satirizar el mundo de la medicina y la industria farmacéutica. Es este último acto, también, el que terminó por perderme.
Queda claro, entonces, que “Ruido de fondo” se termina sintiendo como tres historias disparejas, cada una concentrada en decirnos algo sobre un tema en específico. El primer acto, por ejemplo, no está del todo mal, pero no parece llegar a ninguna parte —sirve para establecer bien a los personajes y sus intereses, y ciertamente es entretenido, pero carece de urgencia o de algo que verdaderamente lo motive a uno a interesarse en lo que sucede en pantalla. El segundo, más bien, es el que funciona mejor —ayuda a desarrollar mejor a nuestros protagonistas, y les otorga un conflicto claro, el cual los obliga a actuar de maneras muy específicas. Además, es el que nos entrega algunas de las imágenes más impactantes del filme.
El tercero, sin embargo, no funciona muy bien que digamos. Sí, concluye de manera estrambótica, con un número musical inesperado, pero fuera de eso, se alarga demasiado, dependiendo mucho de paupérrimas escenas de “investigación”, y de la exploración de un personaje que, durante los primeros dos actos, no llego a resaltar. Resulta complicado escribir sobre el tercer acto de “Ruido de fondo” sin incluir spoilers, así que solo diré que si la película no los convenció durante sus primeros dos tercios de trama, definitivamente no lo hará durante el último. Enlazar mejor a estos tres actos no hubiese resuelto todos los problemas de la película, pero al menos hubiese ayudado en algo.
Y respecto a los diálogos… pues digamos que Baumbach ha intentado trasladar la prosa original de la novela de la manera más fiel posible al cine, con resultados bastante desesperantes. Los personajes de “Ruido de fondo” hablan de una manera muy específica; extremadamente florida y formal, como si estuviesen conscientes de que están en una película, pero sin llegar a romper la cuarta pared. Es todo muy teatral, lo cual seguramente funciona sin mayores problemas en un libro, pero en un filme, resulta en una experiencia irritante, en donde todos los personajes —adultos, niños, hombres, mujeres, y demás— hablan exactamente igual, como si estuvieran exponiendo ante un público. Es desesperante, y aunque entiendo que Baumbach quiso adaptar el libro de manera fiel, creo que debió realizar más cambios en el texto para que sea digerible.
“Ruido de fondo” está protagonizada por un talentoso reparto que hace lo que puede con el material. La mayoría tienda a exagerar un poco, pero en general, ayudan a que los personajes no se sientan tan falsos, y de hecho nos entregan momentos hilarantes. Adam Driver es suficientemente seco como Jack; Don Cheadle resalta como un profesor obsesionado con especializarse en Estudios de Elvis (¡!), y Greta Gerwig, desgraciadamente, no logra convertir a Babette en un personaje particularmente memorable. Los niños están todos bien —por más de que no hablen ni se comporten como niños de verdad—, aunque destaca la talentosa Raffey Cassidy, a quien seguramente han viso antes en producciones como “Tomorrowland” o “El asesinato del ciervo sagrado”.
Me apena decir que no disfruté de “Ruido de fondo”. Nuevamente: se siente como un experimento fallido, como si Baumbach hubiese dicho: “¿qué pasa si intento adaptar esta novela supuestamente inadaptable de manera extremadamente fiel?”. Tomó un riesgo, lo cual es admirable, y aunque en este caso no creo que le haya salido muy bien, al menos puedo entender por qué lo hizo. Y no es que la película carezca de elementos de interés: los temas tratados son interesantes, la mayor parte del reparto hace un buen trabajo con sus personajes, y la secuencia final de baile ciertamente es memorable. Pero “Ruido de fondo” nunca llega a funcionar como un todo, haciendo que uno recuerde uno que otro momento gracioso, entretenido o chocante, pero no la historia en general.
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