Mientras que en los cines de Perú -y de todo el mundo-, se proyecta la secuela del blockbuster Avatar, una pequeña película peruana está generando un fenómeno inédito en la cinematografía nacional. Se trata de Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo, estrenada el 8 de diciembre de 2022 en solo 15 pantallas de Lima, Cusco y Arequipa. ¿Por qué tan pocas pantallas? Quienes conocen el panorama de la exhibición cinematográfica, saben que el grueso de las películas peruanas se estrena en pocas pantallas, en contadas ciudades y limitados horarios. Más aún cuando se trata de una película como Willaq Pirqa: hablada en quechua, sin actores conocidos y sin un presupuesto de campaña similar a las películas de Hollywood.
Lo que ocurre tras el estreno de una película en esas condiciones, es que pierde público a medida que pasan los días y semanas. De hecho, el primer fin de semana es vital para la suerte de la película. En 2022 se han estrenado en cines 29 películas peruanas y en promedio, el primer fin de semana significa el 49% de su asistencia total. Aquellas películas que sobreviven a una segunda semana, experimentan en promedio un caída del 70% de audiencia, mientras que su número de pantallas se reduce dramáticamente. De los 29 filmes peruanos de 2022, solo 15 han llegado hasta la tercera semana, y 9 han alcanzado la cuarta semana o más.
El éxito de una película, por lo general tiene relación directa con el número de pantallas de estreno. Así, No me digas solterona 2, es la película nacional más taquillera del año con sus 280 mil espectadores y sus 227 pantallas de estreno, la más alta para películas nacionales. Mientras que películas como Willaq Pirqa, Mataindios, Samichay o Larga distancia, se estrenaron en 15 pantallas o menos. El 66% de filmes nacionales se estrenó en menos de 50 pantallas. Para tener una referencia, «Avatar: El camino del agua» se estrenó en 630 pantallas.
¿Y qué ha pasado con Willaq Pirqa? Pues que no ha cumplido con el destino sombrío que le espera a un filme estrenado de manera tan limitada. Como se observa en el gráfico de abajo, mientras que las pantallas se van reduciendo semana a semana (de 15 a 8 y luego a 3), la audiencia diaria se sostiene y en la tercera semana, con menos pantallas, crece sostenidamente. En un hecho que apenas tiene antecedentes, el miércoles 28, a veinte días de su estreno, tuvo su pico de espectadores, llenando las salas en las que se encontraba disponible.
No existen lecturas sencillas para explicar este fenómeno, de hecho, en el mundo del cine, a pesar de los grandes presupuestos y los equipos especializados, siempre opera la incertidumbre. Pero lo cierto es que vemos aquí una respuesta creciente del público, ante una película que está peleando en las pocas salas para llegar a su audiencia. Se habla en redes de aplausos emocionados en cines al final de Willaq Pirqa, reconocimiento tácito del buen trabajo del director, César Galindo, de la casa productora Casablanca Cine y de la distribuidora V&R Films. Pero junto con ese esfuerzo, debería haber también un apoyo decidido de los actores claves en el mercado cinematográfico. Ante una reacción tan favorable del público, se esperaría que los exhibidores amplíen la oferta de salas. Y ni hablar de ciudades. A medida que el “boca a boca” se esparce en redes, hay personas en distintas regiones del país que piden a las cadenas la oportunidad de ver en pantalla grande Willaq Pirqa.
Las películas, sobre todo aquellas que apuestan por un tratamiento más artístico, requieren de tiempo para encontrar a su audiencia, para acercarse a un público que poco a poco se va enterando de la existencia del filme. Los estrenos de Hollywood se estrenan con una profusa y costosa campaña de promoción y publicidad, por ello atraen en masa al público desde el primer día. Pero filmes como Willaq Pirqa (y antes Wiñaypacha o La revolución y la tierra), lo único que pueden hacer es demostrar su calidad y cruzar los dedos para que las cadenas de cine las mantengan más semanas y en horarios adecuados. Sin embargo todos sabemos que lo habitual es que esto no suceda.
Y como en otras cosas del quehacer cultural, la labor del Estado es nula para paliar este problema, pues mientras en otros países cercanos existen leyes como la cuota de pantalla, aquí las películas peruanas sufren lo indecible a la hora de su estreno en salas comerciales. Hay que hablar de esto, es decir, del cuello de botella que es el momento de exhibición de las películas. Cada año se hacen más películas en el Perú, tanto con fondos privados, con apoyo del Estado o con fórmulas mixtas, pero todo ese esfuerzo e inversión en el cine peruano se ve arruinado a la hora de salir a la plaza pública. El público peruano, de los distritos periféricos de Lima, de ciudades como Pucallpa, Tacna, Ayacucho, Huacho o Jaén, merece ver en pantalla grande lo que los y las cineastas del Perú están proponiendo en sus filmes, es necesario romper el cerco cultural que implica que películas tan significativas como Willaq Pirqa, se muestren de forma tan limitada.
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