[Crítica] «Tár», una Cate Blanchett problemática, misteriosa y espectacular

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“Tár” es un estudio de personaje, y sin embargo nunca nos llegamos a enterar todo sobre la vida de dicha figura. Y aunque tiene como protagonista a una conductora de música clásica, tampoco es un filme sobre música (o sobre orquestas). Lo que tenemos acá, más bien, es una experiencia imprevisible y deliciosamente intrigante, en donde una excelente Cate Blanchett logra desarrollar a una personaje con el que, en teoría, no deberíamos identificarnos. Lydia Tár es un misterio; una contradicción andante, y claramente alguien que guarda muchos secretos. Y sin embargo, no podemos dejar de verla en pantalla; no podemos dejar de seguir los acontecimientos más recientes de su vida. Y (casi) todo se debe al trabajo de Blanchett.

Lydia Tár es una de las conductoras de música clásica más famosas y talentosas del mundo. Vive y trabaja feliz en Berlín, viviendo en un hermoso departamento con su esposa, Sharon (Nina Hoss) y su pequeña hija. Está a punto de sacar un libro (“Tár on Tár”), y de cuando en cuando dicta clases en Julliard (de hecho, su más reciente clase termina de manera algo controvertida, con un alumno insultándola y yéndose del salón). Pero uno se va dando cuenta, poco a poco, que hay algo extraño debajo de la superficie. La relación que mantiene con su asistente, Francesca (Noémie Merlant, de “Retrato de una mujer en llamas”) es curiosa. Y la vemos ejerciendo favoritismos, defendiendo la separación del arte y el artista, y hasta amenazando a la niña que fastidia a su hija en el colegio.

Tár quiere aparentar ser la mujer profesional perfecta, pero a lo largo de la película, nos vamos dando cuenta que los secretos que esconde —especialmente algún tipo de relación turbulenta que tuvo con una ex alumna, quien ahora se acaba de suicidar— podrían eventualmente salir a la luz. Lo cual termina por explotar cuando se revelan una serie de acusaciones hacia ella, muchas de ellas relacionados a abusos psicológicos o de carácter sexual. ¿Será Tár “cancelada”? ¿Y qué tanto tienen que ver estas acusaciones con ella como persona, según lo que hemos logrado ver en la película? Por momentos, parece que Lydia —una mujer monstruosa, valgan verdades— ha sido acusada por las razones incorrectas… pero a veces no. La película no cuenta con respuestas claras.

Y eso está muy bien, porque eso es precisamente lo que convierte a “Tár” en una experiencia fascinante. Algunos podrían decir que se trata de una cinta nebulosa, misteriosa, y hasta cierto punto lo es, pero felizmente nunca se llegar a tornar en algo frustrante. Más bien, lo que el filme hace es premiar la paciencia del espectador con una entrega gradual pero satisfactoria de información —mientras más nos vamos enterando del pasado de Lydia, y de los detalles de las relaciones que mantiene con otros personajes, más vamos sospechando de ella. Parece que quiere ser un modelo de sofisticación, de profesionalismo, pero no es más que una mujer pretenciosa y por momentos bastante cruel. Ella no quiere ser juzgada, pero es lo que el espectador termina haciendo.

Es interesante la manera en que el director-guionista Todd Field utiliza los roles de género y las acusaciones de abuso sexual para construir el mundo de Lydia Tár. Resulta poco sorprendente, por ejemplo, que una artista que se enfada con un alumno que se niega a escuchar la música de hombres blancos misóginos, termine siendo acusada de abusos sexuales. Y desde un inicio, resulta fascinante ser testigo de la vida de una mujer privilegiada, que en su experiencia nunca ha tenido muchas dificultadas profesionales o personales —cuando le preguntan si ha tenido problemas como mujer en la industria de la música, ella responde diciendo que “no tiene quejas”. Es ese privilegio, y ese uso del poder que siempre ha tenido, lo que la termina convirtiendo en una paria, en alguien sin verdaderos amigos o relaciones interpersonales sólidas.

Lo cual podría convertir a “Tár” en una suerte de tragedia, pero el personaje es demasiado odioso como para que eso suceda. No obstante, Cate Blanchett hace un trabajo tan magistral interpretándola, que uno no puede evitar querer seguirla. Sí, sabemos que no es una buena persona, pero Blanchett le inyecta suficiente carisma, suficiente pasión, como para que uno mantenga, hasta cierto punto, las esperanzas de que pueda cambiar —de que no sea tan terrible. Por su parte, Noémie Merlant destaca en el rol más sutil —pero no menos importante— de Francesca, su ocupada asistente. Y actores de la talla de Mark Strong, Nina Hoss (espectacular), y Julian Glover completan un reparto impresionante.

Como se dijo líneas arriba, “Tár” no es una película que trate sobre la música. Sí, la banda sonora de Hildur Guðnadóttir (“Guasón”) es espectacular, pero no es el foco de la historia. Ni tampoco lo es el trabajo de Lydia como conductora. Ese es el contexto en el que se lleva a cabo la película, mas no lo más importante. “Tár” es un filme sobre las relaciones de poder, el abuso y las relaciones interpersonales, en donde vemos a alguien que nunca ha sufrido demasiado para obtener éxito, y cómo utiliza sus privilegios para ejercer poder sobre los demás —muchas veces de manera abusiva o turbia. Es algo fascinante, y a pesar de ser una experiencia de poco más de dos horas y media de duración, es hipnotizante. A “Tár” no le sobra ni medio minuto.

Tuve le privilegio de ver “Tár” en formato dvd screener, pero me encantaría que se termine estrenando en la cartelera local. La película se beneficiaría mucho de proyecciones en pantalla grande, en donde uno pueda absorber el desarrollo de este mundo por parte de Field, pero también la destacable banda sonora, y por supuesto, el magnífico trabajo de Blanchett (quien tuvo que reaprender a tocar piano, y aprender a hablar alemán para prepararse para el rol). La vean como la vean, sin embargo, “Tár” termina convirtiéndose en una de las experiencias más memorables que haya tenido en un buen tiempo. Distinta, misteriosa, incómoda y retadora —y anclada en una Cate Blanchett simplemente espectacular.

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