Se denomina sudestada a un momento en el que el clima cambia, un viento del sudeste trae lluvias y frío, además del posible desborde del Río de La Plata. Este ambiente húmedo se recupera con imágenes de archivo, se lo pone en escena con destreza, recurriendo a otros fragmentos visuales solo para dejar en claro que no se está hablando de otra cosa. Cuando el frío y la humedad calan los huesos es siempre un buen momento para quedarse y contar historias. En “La sudestada”, película codirigida por Daniel Casabé y Edgardo Dieleke pasa eso, se cuentan historias.
La película adapta la novela gráfica homónima y presenta a un detective retirado que no ha dejado el oficio. Se trata de Jorge “El sabueso” Villafane, hombre de pocos amigos, antihéroe desde el principio, solitario personaje que va detrás de una mujer a quien debe seguir por encargo/trabajo. Ella es una coreógrafa de danza contemporánea, ya entrada en años, aunque esto no implique que haya perdido su belleza. Más todo lo contrario, la película juega con eso, con la “realidad” de los cuerpos, el detective barrigón en retiro y la bailarina que no deja su fotogenia frente a las cámaras aún cuando su edad pueda ser indeterminada (otra vez el archivo de imágenes para ver a Katja Alemann -la actriz- en el pasado).
“La sudestada” es un film noir, es una pieza que combina el humor, que se vuelve onírica, y muchas cosas más, no es posible un único rótulo para ella. Tal vez ahí radica su potencia, porque recurre al lenguaje del cine en sus más diversas formas para seguir explorando entre el documental y la ficción (también) las posibilidades narrativas dentro de las formas más contemporáneas.
La misión del detective privado se queda trunca en tanto surge con la bailarina un romance; sin embargo, no es el enamoramiento juvenil, es más bien otra historia en el escenario de la madurez, el que también da lugar a que el personaje pierda cierto sentido del orden, se quiebra su frialdad inicial. Se altera el lugar desde donde enuncia sus primeras acciones. Todo esto le otorga a la película un sentido mucho más profundo de lo que pueden ser las relaciones sociales de amor. Hay otra vez el clima, incesante, de la sudestada. El Delta del Tigre y Buenos Aires se ven bajo esa humedad, y es la misma que de a poco cubre los cuerpos en movimiento.
La aventura de llevar a la pantalla grande una novela gráfica y las licencias que desde aquí se pueden permitir hacen que en el artificio de la puesta en escena crezca el sentido de la película, lo estético juega a favor y recuerda constantemente que se está ante una ficción, pero que es acaso la vida sino una ficción hecha por quien la narra. Por eso narrar las historias tiene un valor tan alto, mucho más cuando las imágenes fortalecen el sentido de lo que no se dice. “La sudestada” se queda como un recuerdo, como un lugar, es eso, un espacio creado por el detective cuando la bailarina lo decide.
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