Rien à perdre (All to Play For – Nada que perder), ópera prima de la directora francesa Delphine Deloget, es un drama social que recuerda al cine de los hermanos Dardenne y de Ken Loach, pues retrata a una persona de la clase trabajadora que está en medio de una situación crítica y que de pronto tiene que enfrentarse a los tentáculos implacables de la burocracia.
Sylvie (Virginie Effira) vive con sus dos hijos, el niño Sofiane y el adolescente Jean-Jacques. Una noche, mientras Sylvie está trabajando en un bar y Jean-Jacques está fuera de casa, el pequeño Sofiane intenta cocinar papas fritas, pero termina quemándose el cuerpo. Días después, la oficina de servicios sociales decide llevarse a Sofiane a un hogar de acogida, porque consideran que es un niño en peligro y que su madre no está capacitada para criarlo. Entonces Sylvie emprende una batalla administrativa y judicial para recuperar a su hijo.
El guion hilvana la travesía de Sylvie a partir de sus interacciones con distintas personas de su entorno: sus hijos, sus dos hermanos, sus compañeros de trabajo, sus amigos, su abogada y los trabajadores de los Servicios Sociales. Con unos y otros, Sylvie se va revelando como una persona determinada, pero también impulsiva, que muchas veces no mide las consecuencias de sus actos y se deja llevar por las emociones que la dominan en el momento.
Al delinear a su protagonista como una madre amorosa y abnegada, pero también voluble, vehemente e impredecible, la película de Deloget muestra las contradicciones y dilemas éticos de un personaje que en teoría se enfrenta a una injusticia burocrática, pero que también cae una y otra vez en una serie de errores y excesos que no hacen más que complicar su caso ante la justicia.
Luego de destacar en películas como Elle, Benedetta y Other People’s Children, Virginie Effira vuelve a demostrar que es una de las más grandes actrices del cine francés contemporáneo y nuevamente se pone en la piel de una mujer que desafía las normas que se le imponen, a punta de una volcánica mezcla de vulnerabilidad, rebeldía y fidelidad a sus principios. Como en otros personajes de Effira, en las miradas y el lenguaje corporal de Sylvie se expresan una dulzura y empatía infinitas, pero también una férrea resistencia a que otros intenten callarla o limitarla.
Sin encontrar respuestas sencillas a asuntos complejos, Rien à perdre también presenta las grietas de un sistema gubernamental que aplica las normas y reparte sanciones con tal severidad que no es capaz de distinguir dónde se hallan los problemas que deben resolver. Como consecuencia, algunas personas y familias se ven envueltas en una maraña de trámites y procesos que se dilatan innecesariamente, mientras intentan encontrar algún nudo por desatar.
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