Oscar Gonzales Apaza es un director proveniente de la ciudad de Juliaca, Puno, quien tiene un largometraje previo en su haber («Marcados por el destino», 2009), y es uno de los referentes del cine regional de la sierra sur junto con otros directores como Henry Vallejo (productor de este film) y Tito Catacora.
En este su segundo largo nos cuenta la complicada relación de Reinaldo Cutipa con su madre Matilde, quien dirige una bodega en un pueblito en medio de la nada en las alturas de Juliaca. Esta relación se va a complicar más cuando aparece Rosaura, una bella joven adolescente que trabaja vendiendo gasolina en bidones, en el mismo pueblo.
A estos personajes habría que añadir al padre de Reinaldo, un minero sin trabajo que vive consumido por la culpa de la muerte de otro hijo suyo (por su aparente descuido) y por eso se está matando lentamente consumiendo alcohol de dudosa calidad.
Gonzales acierta en mostrarnos la realidad del pueblo, una localidad que es un verdadero pueblo fantasma carente de recursos elementales (si no fuera por los vehículos podríamos decir que estamos en el siglo XIX), poblada además por verdaderas almas en pena que son el padre de Reinaldo y sus amigos.
Para ello se vale de la impactante fotografía de Micaela Cajahuaringa, quien en cada fotograma saca el máximo provecho de la luz: ya sea en interiores como en la habitación de Reinaldo donde ocurren importantes escenas del film, o en exteriores donde resalta ese calcinante sol de la puna con el intenso azul de los cielos que iluminan todo y casi no dejan espacio a las sombras.
El director sabe sacar provecho también de sus actores, a quienes hace enfrentarse tanto en unos diálogos que se van haciendo cada vez más intensos, así como en sus silencios y gestos, los cuales muchas veces dicen más que las palabras. Esto es muy importante para mostrar el tema central del film, la obsesiva dependencia de la madre por su hijo (“¿para qué te vas a ir, si acá tienes todo?”, le dice más de una vez) y la pasividad del hijo quien a pesar de los sentimientos que tiene por la joven Rosaura, es incapaz de desafiar a su madre. Todo esto va generando una tensión in crescendo que estamos seguros, no puede terminar bien.
Y aquí viene lo que creemos es el problema del film: la resolución, si bien reconocemos que es sumamente complicado cerrar esta sórdida historia, porque como ya hemos mencionado no va a terminar bien, creemos que la que eligió el realizador no es del todo satisfactoria y no vamos a entrar en más detalles para no revelar información del clímax.
De todas maneras son impactantes y desoladoras las imágenes finales donde nuevamente se muestra la condición del pueblo lleno de espectros. Por todo lo mencionado, creemos que Gonzales Apaza es un director de interés y hay que estar atentos a sus próximos trabajos.
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