Festival de Edimburgo: “Past Lives” (2023), para decir adiós

Past Lives

En un momento clave del relato, previo al viaje de la protagonista junto a su familia, la madre de esta explica sabiamente que migrar siempre conlleva dejar algo detrás pero también conseguir algo en adelante. Quienes hemos atravesado por este proceso podemos identificarnos y hasta emocionarnos por la verdad que encierra dicha declaración. Quizás al inicio somos más conscientes de lo primero que de lo segundo, casi como la protagonista en su infancia, y solo con el pasar de los años podemos apreciar los frutos del sacrificio. Pero el primer largometraje de la dramaturga coreana Celine Song sugiere que incluso en este punto es posible que nos invada la melancolía y nos preguntemos por la vida que nunca fue en el lugar de origen y junto a quienes alguna vez quisimos. Past Lives supone una exploración íntima de la vida de una migrante coreana y de un amor intermitente que desafía la geografía y el tiempo, e incluso la creencia del amor predestinado por vidas pasadas.

La trama tiene su origen en el Seúl de finales de los 90 donde Na Young y Hae Sung son competitivos alumnos de escuela pero, sobre todo, amigos entrañables que parecen predispuestos a formar una pareja en el futuro. Sin embargo, los padres de la primera ya tienen decidido un futuro alternativo en Canadá donde Na Young pasará a llamarse Nora. Tras pasar una última tarde juntos, los amigos disimulan su desolación con una despedida abrupta. Doce años más tarde, gracias a los avances digitales de Facebook y Skype, Hae Sung y Nora recuperan su amistad de forma instantánea y se mantienen conectados pese a las millas y franjas horarias que separan Seúl de Nueva York. Pero ante la frustración de no poder reunirse físicamente, y con la necesidad de enfocarse en su carrera literaria, Nora decide poner en pausa la amistad. Es solo después de otros 12 años, y del matrimonio de Nora con un escritor judío, que Hae Sung tiene la posibilidad de viajar a Nueva York y de comprobar si las emociones que alguna vez los unieron siguen latentes.

Sería comprensible confundir Past Lives como uno de tantos títulos de romance juvenil surcoreano. Después de todo la película está centrada en una pareja joven coreana, y el actor principal, Teo Yoo, ha participado en comedias románticas locales. La influencia de este género es sobre todo palpable en la sección correspondiente a la etapa juvenil de los personajes que incluye una referencia directa a Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004) y una secuencia de montaje de videollamadas (gran logro de Keith Fraase) que perfectamente podría encajar en Ella (2013) de Spike Jonze. La imposibilidad de que los personajes se toquen o puedan compartir el mismo espacio también genera una atmósfera de amor prohibido como la que se respira en la obra de Jane Austen. Lejos de suponer una flaqueza, esta reivindicación del romanticismo es refrescante en una película de autor que también introduce el concepto coreano del in-yeon, la creencia de que la pareja que uno forma en esta vida es la misma que ha conocido a lo largo de muchas vidas pasadas.  

Past Lives es ante todo un drama adulto sobre el sacrificio que supone el desarraigo cultural y emocional de una inmigrante como Nora. El emblemático plano que captura la despedida de esta pareja en la infancia, con la primera subiendo unas escaleras mientras que el segundo se aleja por un camino accidentado, también presagia una divergencia que no hará más que dilatarse en el tiempo. A partir de aquí la estructura narrativa también se abre en dos, mostrando las vivencias paralelas de Hae Sung en Seúl y de Nora en Nueva York. Las vida de Nora ciertamente refleja una mejor educación y posición económica pero también una monotonía y soledad constantes, apenas interrumpidas por las llamadas de su madre y las videollamadas con Hae Sung. Por el contrario, pese a su estancamiento profesional y sentimental, la rutina del segundo parece más llevadera en un Seúl donde mantiene una comunidad. Pero es evidente que lo que aflige a los personajes no es únicamente la inviabilidad de su romance sino la migración prematura e irreversible de Nora.

Los roles protagónicos no son necesariamente exigentes en el papel, en parte porque casi nunca se permiten expresar sus emociones, pero las interpretaciones de Greta Lee y Teo Yoo les permiten alcanzar un alto nivel de madurez dramática. La primera mantiene una actitud consistentemente templada y gentil donde caben momentos de picardía espontánea pero también un estado de angustia subyacente. El segundo se muestra un tanto más risueño durante la segunda etapa, pero también transmite la frustración y vacío que Hae Sung experimenta al reencontrarse con una Nora ya casada. (El rol de John Magaro como el marido judío de Nora es intencionalmente limitado aunque verosímil). Sus respectivas caracterizaciones también se benefician de un vestuario y maquillaje cuidadosos que también son representativos del estilo de moda surcoreano. El complemento de la película que mejor complementa estas actuaciones es la fotografía exuberante de Shabier Kirchner que obtiene notables composiciones de los personajes en sus respectivos entornos urbanos, y que en la tercera parte convierte a Nueva York en una ciudad envolvente.     

La fluidez y persuasión narrativas de Past Lives claramente se deben a los antecedentes dramatúrgicos de su autora, pero el primer largometraje de Celine Song también representa una experiencia cinematográfica completa. Su atmósfera melancólica es comparable a la de títulos contemporáneos como Aftersun (2022) o Drive My Car (2021), tanto por la entrega de sus actores como por su meticulosa concepción audiovisual. La suya es una mirada contemplativa y compasiva sobre una migrante que no puede evitar dudar de la prosperidad de su vida adulta frente al dolor de una relación pérdida en la infancia. En ese sentido es una película que evidencia como pocas la dicotomía cultural y emocional de quienes hemos partido de nuestros países de origen y que nunca terminamos de desligarnos de ellos, por mucho que pasen los años y los estatus migratorios.


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