En algún punto alejado del mundanal ruido citadino, dos nuevos miembros se unen a una comunidad de aire utópico. Gemma (Yile Vianello) y Adriano (Andrea Palma), así como muchas otras parejas de padres primerizos, han decidido cumplir su etapa de gestación en medio de ejercicios espirituales y rituales inclinados a una deidad: el huevo. L’anno dell’uovo (2023), ópera prima del director Claudio Casale, es una historia inspirada en los valores espirituales desprendidos de los complejos materiales. A primera vista, el ingreso a esta sociedad luce como una introducción a un universo entre excéntrico y acartonado que nos recuerda a los lugares representados por ciertas películas de terror que describían a comunidades atrayendo a nuevos feligreses de carácter cándido con el fin de preservar sus ritos arcaicos y perversos. Esta pequeña sociedad tiene todos los recursos para construir una sabiduría grotesca. Hay una gurú de mirada suspicaz, una biblia, normas que respetar, mantras que repetir, actos que obstruyen la naturaleza social y alientan la vida de monjes, todo ello dedicado al ícono del huevo. Está además el escenario de que sus miembros mujeres están embarazadas. ¿Es que habrá alguna celebración bizarra algo así como un sacrificio colectivo en honor a esa deidad o idea a la que rezan? Falsa alarma. Al parecer, todo lo practicado parece ser más benigno de lo que parece.
L’anno dell’uovo más allá de ser una construcción o reparación —como quiera entenderse— espiritual desde el aleccionamiento externo, nos muestra el caso de dos personas quienes interna y sinceramente se van comprometiendo a desprenderse de lo terrenal mediados por el amor que se tienen. Las lecciones o mandamientos que dicta la comunidad del huevo en cierta perspectiva lucen vagos o hasta relativos, pero serán las motivaciones de Gemma y Adriano las que otorguen sentido a esa ritualidad. La película de Casale es la incubación de algo personal que se materializará de una forma mística. Para ello, la historia apela a las derivas bíblicas, a propósito de personas teniendo fe hacia una creencia que luego será puesta a prueba mediante experiencias trágicas. Es así como de pronto en la historia algo rompe con la fantasía de la pareja y de paso con el de la comunidad; muy a pesar, esto no es más que un plan que derivará a los “elegidos” a una resolución milagrosa. Obviamente, desde la cultura cristiana, no hay premio o salvación sin antes pasar por la prueba máxima: la martirización. Gemma y Adriano padecerán en el paraíso. Lo curioso es que los personajes, en lugar de despotricar los rituales o al propio sistema, lo abrazan, se aferran a este. Su fe se robustece. L’anno dell’uovo es una alegoría sobre el divorcio frente a lo material y la construcción de un vínculo espiritual inspirado en la ideología cristiana.
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