Me siento extremadamente afortunado de haber podido ver la trilogía de “El Señor de los Anillos” en el cine por primera vez en veinte años. Se trata de una de mis sagas favoritas, una serie de películas tremendamente influyente no solo en la industria cinematográfica, sino también en mi carrera. En la manera en que consumo cine, y en la manera, incluso, en que me relaciono con el cine. Son películas que he visto decenas de veces, principalmente en sus versiones extendidas —las mejores versiones, sin importar lo que digan otros fanáticos—, pero siempre en casa, desde que salieron las cintas de VHS, pasando por los DVD, y por supuesto, los Blu-ray y los UHD Blu-rays (en 4K). No me canso de verlas, no me canso de citarlas, y claramente, estoy muy emocionado por escribir sobre ellas.
Porque hasta este momento, no había encontrado la oportunidad de escribir sobre “El Señor de los Anillos”. Pero aquí estamos, aprovechando el reestreno en cines de Lima, veinte años después del estreno inicial de la primera entrega, “La Comunidad del Anillo”. Y es ahí, lógicamente, donde comenzaremos: con la cinta que lo inició todo. Estrenada en una época cuando ningún estudio daba un solo centavo por el subgénero de la fantasía, y cuando lo más parecido que teníamos a estas historias era algo como la nefasta película de “Calabozos y dragones” (producida, también, por New Line Cinema), se trataba de una apuesta arriesgada. Una apuesta, felizmente, que pagó sus dividendos gracias al trabajo del director Peter Jackson y su equipo. La trilogía entera, pero particularmente “La Comunidad del Anillo”, cambió la manera en que los blockbusters se harían en el futuro cercano.
Pero dejando de lado la influencia que tuvo el film en la industria y en los fanáticos del género, ¿qué tal es como película? ¿Qué tal ha envejecido la experiencia? Pues habiendo visto “La Comunidad del Anillo” en el cine después de tanto tiempo, puedo decir que no ha envejecido nada. Lo que tenemos acá es una aventura extraordinaria, que combinando increíbles locaciones reales, con un gran trabajo de maquetas, efectos visuales, técnicas antiguas, excelentes actuaciones y caracterizaciones memorables, logra meter al espectador en la Tierra Media desde el primer segundo. Es una obra maestra, en pocas palabras, y el tipo de blockbuster que se ve con muy poca frecuencia incluso hoy en día. Un éxito, de hecho, que ni el mismo Peter Jackson pudo replicar con su lamentable trilogía de “El Hobbit”. Si ni Jackson pudo volver hacer lo que hizo acá años después, ¿qué le queda al resto?
“La Comunidad del Anillo” comienza con un prólogo memorable, en el que la voz de la elfa Galadriel (Cate Blanchett) nos resume la historia de trasfondo del Lord Maligno Sauron, y su búsqueda por usar el poderosísimo Anillo Único para conquistar la Tierra Media. Se trata de una secuencia que nos mete de lleno en el contexto de este mundo, y que introduce muchos de los conceptos que Jackson desarrollaría más durante la trilogía: batallas enormes entre ejércitos, el sacrificio de gente buena, la voluntad del pueblo versus el poder casi absoluto del mal, y mucho más. En el 2001, este prólogo causó un gran impacto en los espectadores, demostrando lo que Jackson, un cineasta neozelandés hasta aquel momento dedicado casi exclusivamente al terror, podía hacer con un gran presupuesto.
El resto de la película tiene como protagonista a Frodo Baggins (Elijah Wood), un hobbit (pequeño, de pelo ondulado, pies peludos y mucho apetito) que vive tranquilo en la Comarca con su tío Bilbo (Ian Holm), protagonista de “El Hobbit”. Este último celebra su cumpleaños número ciento once (¡!) a todo dar, evento al que incluso atiende el mago Gandalf (Ian McKellen). Pero el poderoso hechicero se da cuenta que la vida del hobbit ha sido prolongada gracias al anillo que posee; un anillo que, debido a los rumores que vienen del este, sospecha pueda ser el Anillo Único de Sauron. Es así que, luego de que Bilbo desaparece de la fiesta y decide irse donde los elfos para pasar sus últimos días, dejándole el anillo a su sobrino Frodo, Gandalf va a investigar sobre el poderoso objeto, consciente de que se vienen días oscuros.
Y resulta que el sabio mago tenía razón. Un tiempo después, regresa donde Frodo para comprobar que el anillo de su tío es, efectivamente, el Anillo Único. Y es así que lo manda, junto a su mejor amigo (¡y jardinero!) Samwise Gamgee (Sean Astin) al pueblo de Bree, donde los encontrará con soluciones. Pero Gandalf no contaba con la traición del jefe de su Orden, Saruman (Christopher Lee), quien lo termina capturando en su torre en Isengard. Inseguros de lo que deben hacer, los hobbits se encuentran con sus amigos, Merry (Dominic Monaghan) y Pippin (Billy Boyd). Y felizmente reciben la ayuda de Strider/Aragorn (Viggo Mortensen), un humano amigo de Gandalf. Es así que este último termina llevándolos a Rivendel, ciudad de los elfos, donde Frodo se entera de que su participación en esta misión para, sí, destruir el anillo, terminará siendo mucho más significativa de lo que se hubiera imaginado antes.
Lo que más destaca de “La Comunidad del Anillo”, incluso veinte años después, es la escala de la película. Esta es una cinta que se siente verdaderamente épica, y que desarrolla su mundo con toda la verosimilitud que uno podría esperar. Filmar en Nueva Zelanda, por ejemplo, es uno de sus mayores aciertos. Aprovechando sus parajes y paisajes hermosos, lo que hace Jackson es presentarnos una Tierra Media verídica, variada, en donde encontramos desde campos verdosos hasta bosques, montañas, ríos y volcanes. Nunca dudamos de que la Tierra Media es un mundo real, y más importante, de que la búsqueda de nuestros personales es de lo más urgente, y que los obliga a pasar por todo tipo de lugares, caminando y caminando. El público, al igual que los Hobbits, se siente pequeño frente a este mundo gigante y peligroso, donde uno nunca está seguro de lo que se puede encontrar a continuación.
El trabajo de adaptación es excelente. Sí, “La Comunidad del Anillo” cuenta con diferencias respecto al libro, lo cual es entendible —son dos medios completamente distintos, y especialmente considerando la prosa tan descriptiva y paciente de Tolkien, iba a ser imposible adaptar la novela de manera cien por ciento fiel. Pero lo importante de la cinta es que respeta el espíritu del libro, así como la trama en general, las caracterizaciones de sus protagonistas, y el conflicto central. No, Tom Bombadil no está y no se le extraña. Y sí, se le da un rol más significativo a la elfa Arwen de Liv Tyler (extraordinaria), pero son todas decisiones creativas que juegan a favor de la experiencia, y no en contra. “La Comunidad del Anillo” es como una versión tanto expandida como contraída del libro, en donde se le ha tratado de dar más humanidad a personajes que, quizás, eran más simbólicos en la obra original.
Consideremos al Aragorn de Viggo Mortensen. Para la película, Jackson y sus coguionistas decidieron otorgarle un conflicto interno potente: Aragorn es el descendiente de Isildur, hijo del Rey de Gondor y el guerrero humano que simplemente no pudo destruir el Anillo, demasiado tentado por el objeto maligno. Por ende, Aragorn no quiere tomar el trono del reino de Gondor, ya que tiene miedo de ser igual de débil que su ancestro. Y además, está ahora involucrado en un amor imposible con Arwen; ella es una elfa inmortal, mientras que él es un ser humano mortal, a quien ella eventualmente tendría que ver morir. Se trata de un intento exitoso por darle una mayor dimensión a estos protagonistas; una razón adicional por la que Aragorn estaría inseguro de su propia aventura, y una razón adicional por la que estaría motivado, también, para seguir adelante.
En términos generales, sin embargo, se puede decir que Jackson y su equipo hacen un excelente trabajo con las caracterizaciones. De hecho, toman decisiones creativas muy interesantes —por ejemplo, Jackson es un maestro a la hora de introducir a sus personajes. Por ejemplo, vemos a Frodo leyendo tranquilo, sentado, apoyado en un árbol, disfrutando de la naturaleza y calma de la Comarca —nos dice mucho sobre el tipo de vida que tiene, y contrasta a sobremanera con los que le irá pasando durante la Trilogía. Está también la primera escena de Arwen, quien es presentada casi como un ángel, rodeada de luz blanca, una salvadora perfecta a ojos de un Frodo moribundo. Y por supuesto, tenemos la llegada de los miembros de la Comunidad a Rivendel, todos presentados en cámara lenta, llegando en sus caballos, con la magnífica (y heroica) banda sonora de Howard Shore de fondo.
Y sí, es imposible escribir sobre cualquiera de las películas de “El Señor de los Anillos” sin mencionar a Shore. Un compositor previamente especializado en thrillers y dramas, lo que nos entrega acá es de la música más memorable que jamás se haya compuesto para un blockbuster hollywoodense. Su utilización de leitmotifs, por ejemplo, ayuda a que uno se adentre en este mundo, y pueda identificar casi inmediatamente a qué tipo de cultura o sociedad pertenece cada personaje o grupo de personajes. Es así que acabamos con el motivo principal de la Comunidad (inspirador, heroico); la alegre música de los hobbits en la Comarca; las majestuosas composiciones para los elfos (llenas de coros casi angelicales), y por supuesto, los temas oscuros, casi demoniacos, para Sauron y los orcos, o la música industrial, llena de percusión y sonidos de metal, para Saruman y los Uruk-Hai. Imposible que el trabajo de Shore no se te quede grabado en la mente. No solo eleva el material en pantalla, sino que funciona bajo sus propios términos.
Por otra parte, al ser una película de fantasía y aventura, “La Comunidad del Anillo” cuenta con varios momentos de acción y emoción, en los que Jackson, felizmente, parece ser un experto. Su experiencia en el cine de terror se hace evidente, por ejemplo, a la hora de presentarnos todo lo relacionado a los Orcos y Uruk-Hais; criaturas verdaderamente horripilantes, deformes, de texturas desagradables y permanentemente húmedas. La película cuenta con varios momentos de acción memorable, desde el enfrentamiento entre Aragorn y los Nueve (espectros de Sauron que siguen el poder del Anillo y persiguen a nuestros protagonistas), hasta la persecución entre Arwen y los mismos (que concluye de manera innegablemente emocionante; “¡si lo quieren, vengan por él!”), pasando, por supuesto, por la batalla final en el bosque, donde Boromir (Sean Bean) demuestra tener la debilidad a la que Aragorn le tenía tanto miedo.
Todo está expertamente dirigido y coreografiado, mezclando actores de carne y hueso, con extras llenos de maquillaje y prótesis, y por supuesto, imágenes digitales. Sí, especialmente en esta película, Jackson abusa un poco de los planos demasiado cercanos y las cámaras nerviosas —algo que, felizmente, va despareciendo mientras la trilogía avanza. Pero no se puede negar que esta cinta en particular, hace un gran uso de todas las técnicas que uno se pueda imaginar para traer a la Tierra Media y sus habitantes a la vida. Desde maquetas (las construcciones en Rivendel y buena parte del interior de las Minas de Moria) hasta sets enormes (la casa de Bilbo, varias locaciones, nuevamente, en Rivendel, el reino de Galadriel), y por supuesto, criaturas digitales. De estas últimas, destacan un fiero Troll de las Cavernas, y el demoniaco Balrog (no confundir con el personaje de “Street Fighter”, por favor); un ser hecho de sombras y fuego, intimidante y poderoso, que hasta hoy en día luce espectacular, por más de que en el año 2000 no se contaban con las técnicas de simulación de fuego y animación que tenemos hoy. Impresionante.
Queda claro que “La Comunidad del Anillo” es una obra de arte; un film que capturó un rayo en una botella, demostrando lo que se podría hacer con el subgénero de la fantasía si es que se le tenía respeto a la fuente de inspiración original, y si es que todo se tomaba en serio. Esto último no quiere decir que la película carezca de humor (todo lo contrario), sino más bien que se toma en serio a sí misma y su conflicto central y a las relaciones entre sus personajes. Contrasta la inicial inocencia de los hobbits, adentrados en un mundo peligroso y mucho más grande que ellos, con el cinismo de los humanos, y los conflictos entre elfos y enanos. “La Comunidad del Anillo” desarrolla una historia sobre valentía, y sobre lo importante que es serle fiel a los demás, tratando de sobrellevar cargas muy pesadas, y yendo en contra de la oscuridad que quiere absorbernos. Es fantástico, pero a la vez, muy humano.
Entiendo que algo como las películas de “El Señor de los Anillos” no es para todo el mundo. Entiendo que muchos consideran a estos mundos fantásticos, llenos de orcos, troles, enanos y hobbits como impenetrables. Pero si le dan una oportunidad, si abren su mente y consideran a la Tierra Media como real, se encontrarán con una aventura muy emotiva y llena de humanidad, donde claramente desataca el aspecto visual y fantasioso, pero también los conflictos internos y la amistad entre personajes y conceptos como el valor, el honor y la fidelidad. “La Comunidad del Anillo” no podría ser más distinta (y mejor) a cualquier otra producción de similar corte y de la misma época, y no podría ser, tampoco, más influyente en el cine de gran presupuesto de hoy en día. Es una obra maestra, espectacular y emocionante, y de lo mejor que pueden ver si es que tienen ganas de experimentar algo a gran escala. Verla en el cine ha sido toda una revelación, pero también ha confirmado algo que ya sabía: estas películas (y esta primera entrega, más que las otras) no van a envejecer nunca.
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