Festival de Toronto 2023: Sweet Dreams – Concrete Utopia


Comparto mis críticas de dos largometrajes que participaron en la más reciente edición del Festival de Toronto: Sweet Dreams y Concrete Utopia. Se trata de los representantes oficiales de Países Bajos y Corea del Sur, respectivamente, para la categoría de mejor película internacional en los premios Oscar 2024.

Sweet Dreams (Países Bajos, 2023)

Al igual que Zama, Godland o Los colonos, Sweet Dreams forma parte de esa corriente de películas recientes que analizan el colonialismo y cuestionan sus abusos, mostrando a un grupo de colonos que llegan a una tierra extranjera, para explotar sus recursos y ejercer su dominio sobre la población local.

La historia está ambientada en Indonesia en 1900. Luego del fallecimiento de Jan, el dueño de una plantación de azúcar, se descarrila la vida de sus familiares cuando se lee el testamento. La esposa y el hijo mayor del terrateniente, preparados para cobrar la herencia, descubren que el único heredero es Karel, el hijo que Jan tuvo con Siti, el ama de llaves.

La cineasta Ena Sendijarevic (Take Me Somewhere Nice) ofrece una mirada bastante crítica hacia la familia de colonos provenientes de los Países Bajos, a quienes retrata como una banda de abusadores, codiciosos, egocéntricos y perversos. En contraposición, la población indígena de Indonesia es representada con mayor empatía, en especial los personajes de Siti, el ama de llaves de la hacienda y su hijo Karel.

Aunque por momentos la película puede caer en el esquematismo o a rozar la caricatura en la representación de algunos personajes, sus mayores aciertos están en la construcción de atmósferas tensas e inquietantes, que hacia el desenlace abrazan el surrealismo, a partir de imágenes muy potentes en las que se evocan el costo de la ambición y la lucha por ejercer el poder sobre otros.

Concrete Utopia (Corea del Sur, 2023)

Así como Bong Joon Ho desmenuzó las tensiones y conflictos que se desprenden de las desigualdades socioeconómicas en Snowpiercer y Parasite, el cineasta surcoreano Um Tae-hwa utiliza un enfoque similar en Concrete Utopia, una película de acción y suspenso que muestra cómo después de un devastador terremoto, casi todas las construcciones de Seúl quedan en ruinas, pero los muros que separan a los más privilegiados de los que menos tienen se vuelven más grandes.

Luego del sismo, todo en la ciudad de Seúl se derrumba, excepto por un complejo de departamentos. Cuando los sobrevivientes que se han quedado sin casa se enteran de esto, comienzan a reunirse allí. Sin embargo, los residentes y propietarios del edificio empiezan a sentirse amenazados y deciden unirse para impedir el ingreso de extraños, con el fin de no compartir con ellos los escasos recursos disponibles. Poco les importa si aquellos que se quedan en la calle morirán debido al hambre y las frías temperaturas.

Cuando los sobrevivientes que habitan el único edificio en pie deben buscar una nueva reorganización social, con sus propias jerarquías y reglas, la película reflexiona sobre las profundas desigualdades que separan a la sociedad surcoreana (algo que no solo se evidencia en los filmes de Bong Joon Ho, sino también en series como El juego del calamar) y, al mismo tiempo, propone alegorías sobre la democracia, la elección de gobernantes, el abuso de poder y el instinto de sobrevivencia.

Fusionando la película de catástrofe y el thriller distópico, este largometraje tiene las suficientes dosis de tensión, peligro inminente y sorprendentes vueltas de tuerca para mantener el interés el espectador a lo largo de sus más de dos horas de duración. Aunque cae en algunos lugares comunes y fuerza un poco los límites de la verosimilutud en algunos tramos, Concrete Utopia se erige como un impactante espectáculo de la destrucción y reconstrucción de una sociedad fragmentada.


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