[Crítica] “May December” (2023), de Todd Haynes: inocencia interrumpida

May December

El nuevo proyecto del veterano Todd Haynes debe su título al término anglosajón usado para definir un romance entre una mujer joven “nacida en mayo” y un hombre mayor “de diciembre”. La delicadeza y sarcasmo inherentes a esta frase son compatibles con la sensibilidad de un director que ha abordado temas incómodos y personajes controversiales, especialmente para el conservadurismo estadounidense, pero casi siempre envueltos en historias melodramáticas y ambientes glamorosos, además de intérpretes tan guapos como talentosos. Esto es perceptible desde su primera y única obra censurada, Superstar: The Karen Carpenter Story (1987), donde un puñado de muñecas Barbie y el cancionero melancólico de The Carpenters hacen que la tragedia doméstica de la vocalista resulte extrañamente cautivadora. May December evoca el espíritu de esta primera obra mediante otro ambiente hogareño tóxico retratado con una estética de telefilme analógico. Pero lo más loable de esta nueva película es que, pese a abordar un caso de pederastía de forma bastante provocadora, no humaniza o justifica al personaje violador ni blanquea sus emociones claramente perversas. 

La historia se centra en el perturbador matrimonio de Gracie (Julianne Moore) y Joe (Charles Melton), una pareja con una diferencia de edad de 23 años que se formó cuando ella era profesora y él un estudiante del grado equivalente al primero de secundaria. La película se inicia en el presente cuando la pareja recibe la visita de Elizabeth (Natalie Portman), una actriz que va a interpretar a Gracie en una adaptación cinematográfica sobre su vida y que pretende familiarizarse con ellos como parte de su preparación. De forma calculadora y con un impulso siniestro, Elizabeth empieza a indagar en el pasado de la pareja hablando con sus vecinos, con el ex de Gracie y hasta con su trastornado hijo del primer matrimonio. Paralelamente, y en la víspera de la graduación de sus hijos menores, Joe atraviesa por una crisis de identidad por la que empieza a cuestionar su vida al lado de Gracie y el consentimiento que le dio a los trece. 

Pese a la elevada polémica del tema central, la comedia negra se asoma sin pudor a lo largo del guion coescrito por Samy Burch y Alex Mechanik. Por ejemplo, ante el estupor de una de las hijas de Gracie y Joe por conocer a una celebridad como Elizabeth, esta le recuerda que sus padres ya eran famosos en televisión, aludiendo a su amplia cobertura de prensa por tratarse de un caso de pederastía. Estos intercambios ayudan a rebajar la incomodidad que se puede sentir ante la aparente normalización de su relación al inicio de la película. Elizabeth representa el principal conductor de la comedia negra no solo a través de sus interacciones con otros personajes sino también en la intimidad de su cuarto de hotel en la que parece hablar con su propio reflejo en el espejo como una villana de Disney. En ese sentido también contribuye un elemento de thriller psicológico que sugiere que Elizabeth es tan o más perversa que la propia Gracie. Natalie Portman aprovecha esta ambigüedad moral y psicológica al máximo con una actuación que recuerda mucho a la de El cisne negro (2010), especialmente durante un monólogo donde recrea una carta personal de Gracie a Joe. Sus escenas compartidas con Julianne Moore son menos frecuentes que las que el póster o el trailer sugieren, pero la química entre ambas actrices es innegable, particularmente cuando parecen confrontarse indirectamente al hablar delante de un mismo espejo. 

El enfoque narrativo en Elizabeth lamentablemente implica el desplazamiento de Gracie, y por ende de su actriz, a un segundo plano. Moore cumple con representar a Gracie como un ama de casa frustrada que intenta disimular su obsesión por controlar a su joven esposo como uno más de sus hijos. Es recién en el tramo final que el potencial de Moore es verdaderamente explotado para revelar el lado más delirante de Gracie. No es que el personaje termine siendo unidimensional, pero hubiera podido aprovecharse en más escenas introspectivas como el caso de Elizabeth. Esto felizmente no ocurre con Joe, que gradualmente es explorado en escenas que no incluyen a las otras dos mujeres y que revelan mejor su sentido de culpa, su impotencia y melancolía, ya sea junto a sus hijos, su padre o mientras comparte mensajes de texto con una desconocida. Charles Melton logra encarnar con solvencia el espíritu de un adolescente atrapado en el cuerpo de un hombre de 36 años que parece envidiar el futuro de sus propios hijos y de las mariposas monarcas que cría cuidadosamente en casa. Estas mariposas, que se resaltan en los créditos iniciales, no solo reflejan sus anhelos de libertad de este trágico personaje sino también su capacidad de proteger una vida, eso que perdió tras cruzarse con Gracie.  

La fotografía granular y ligeramente sobreexpuesta de May December genera una estética retro alusiva a los 90, la década en la que Gracie y Joe iniciaron su “relación” (al igual que el caso real que inspiró la película). También refleja la intencionalidad del director de representar su historia como un telefilme melodramático de la época, especialmente los dedicados a recrear crímenes de la vida real. El elemento que termina por consolidar esta estética es un leitmotiv con notas de piano punzantes que perfectamente encajaría en cualquier telenovela mexicana, y que curiosamente proviene de otra película sobre un amor prohibido, The Go-Between (1971). Esta melodía sombría subraya el drama y la tensión de la película, ya sea cuando acompaña primeros planos de los protagonistas o travellings dentro de su entorno suburbano. Pero esta apariencia audiovisual alusiva a la televisión analógica no impide que la fotografía de Christopher Blauvelt alcance momentos de esplendor cinematográfico mediante las diferentes composiciones que aprovechan la perspectiva de espejos como aquella que tiene lugar en una tienda de ropa. 

El componente de metacine asociado al personaje de Elizabeth, y que es perceptible en las conversaciones con su agente y en su revisión de los actores adolescentes para interpretar a Joe en la película ficticia, añade una capa adicional de humor absurdo y de autoconciencia que confirman que la de May December no es una dramatización convencional abierta a debatir la moralidad sobre una relación entre un adulto y un menor de edad. La frivolidad y perversión con la que Elizabeth fantasea sobre Gracie y Joe, por un lado, y la desolación de Joe por la tardía realización de su cautiverio, por el otro, reflejan la postura categórica de la película no solo sobre la pederastia sino también sobre cualquier intento de abordarlo con un tratamiento redentor. Es loable que Haynes lo deje en claro, no solo a través de esta obra sobresaliente, sino también cuando compara su título con el bochornoso pasado del presidente de Francia. Es loable viniendo de un realizador abiertamente homosexual pues todavía hay quienes pretenden hacer pasar la pedofilia como una orientación sexual más, y que ciertos famosos innombrables hayan logrado esconder sus delitos en esa ambigüedad inexistente.

Archivado en:


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *