Si han visto cualquiera de las películas anteriores del cineasta griego Yorgos Lanthimos, sabrán más o menos qué esperar de “Pobres criaturas”. Basada en la novela del mismo nombre de Alasdair Gray, y escrita por Tony McNamara, lo que tenemos acá es una experiencia bizarra, muy hilarante y empoderadora. Protagonizada por una fascinante Emma Stone, la historia se lleva a cabo en un mundo similar al nuestro pero ligeramente fantástico, que nos brinda la oportunidad de ver la resurrección y autodescubrimiento de una mujer que se da cuenta de lo libre que puede llegar a ser en un mundo que constantemente trata de reprimirla. No es un manifesto feminista —de hecho, ya varios críticos han declarado no estar de acuerdo con sus políticas sexuales—, pero el film igual funciona como una comedia negra hipnotizante e irreverente.
Al comenzar, somos testigos de cómo Bella Baxter (Stone), una mujer victoriana, vive en una mansión junto a su figura paterna, el científico Godwin Baxter (Willem Dafoe) y una sirvienta (Vicky Pepperdine). La chica aparenta ser una adulta normal, pero la verdad es que cuenta con el cerebro de una bebé —el cual fue insertado quirúrgicamente luego de que sufrió un accidente. Es así que vemos cómo Bella va creciendo, aprendiendo y haciéndose más inteligente y curiosa, mientras el buen Dr. Baxter la observa junto a su nuevo aprendiz, el también doctor Max McCandles (Ramy Youssef).
No obstante, una vez que Bella se da cuenta de dónde está y de lo grande que es el mundo (destacará para nosotros una escena en la que Max señala a Perú en un mapa), decide escapar. Es así que se va con el depravado abogado Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), primero a Lisboa, y luego en bote a París. Y es en esos viajes que Bella se adentra en una travesía de descubrimiento sexual, primero teniendo largas sesiones sexuales con su ahora-amante Duncan, y luego con varias personas más. Es a través de ella, después de todo, que vamos descubriendo un mundo pseudo-fantástico, lleno de comida y felicidad y sexo, pero también de agresión y crueldad y pobreza.
A diferencia de la novela en la que está basada —cuyas raíces escocesas son muy fuertes—, “Pobres criaturas” no está particularmente interesada en recrear un espacio y tiempo verosímiles. Más bien, lo que Lanthimos y su equipo han hecho es desarrollar esta versión casi steampunk de la era victoriana, llena de tecnología impresionante, avances fantásticos de la ciencia, y colores encendidos por doquier. El resultado es una historia que se siente como una fantasía tanto a nivel narrativo como visual, llevándose a cabo en un mundo que cuenta con varios de los preconceptos y prejuicios inherentes a la época, pero que también decide ignorar otros.
Después de todo, resulta interesante que, una vez que decide salir de casa y explorar el mundo, nada demasiado malo le sucede a Bella. De hecho, junto a Duncan, logra descubrir las maravillas de la sexualidad, encontrando mucho placer en sus encuentros sexuales con él, y luego con otras personas en París (cuando se queda sin dinero). Pero también interactúa con personajes secundarios que la hacen considerar diferentes temas relacionados al cinismo, la moralidad, y las políticas sexuales. Poco a poco, Bella se va rehusando a ser tratada como muchas mujeres eran tratadas en aquella época —primero al utilizar sexualmente a un hombre que termina por obsesionarse con ella, y luego al tomar decisiones propias sobre su cuerpo y su destino.
Es así que “Pobres criaturas” nos va contando la historia de una mujer distinta, que se rehúsa a ser como las demás, y que valora muchísimo su libertad —especialmente luego de que logra escapar de la casa donde su supuesto padre la quería mantener. Y a la par, vemos también como ciertos personajes secundarios demuestran ser las ‘pobres criaturas’ del título; ya sea el doctor Baxter, un hombre desfigurado que fue constantemente abusado por su padre cuando era chico; el doctor Max McCandles, que no parecía congeniar muy bien con sus compañeros en la universidad, o el mismísimo Duncan, quien termina la película como una figura patética y tonta, completamente obsesionado con Bella.
Nada de esto funcionaría si las actuaciones fueran de un bajo nivel, pero ese felizmente no es el caso. Lógicamente, la película le pertenece principalmente a Emma Stone, quien ya está siendo voceada para el Premio Oscar, y con justa razón. La conocida actriz desarrolla a Bella como una mujer que se va empoderando poco a poco, descubriendo el mundo —lo bueno, lo malo y lo feo de él—, y pensando más sobre su propia moralidad y la forma en la que los demás la perciben. Se trata de una actuación compleja, valiente e hipnotizante, que hace uso de varias sutilezas para trasmitir los cambios que Bella va sufriendo a lo largo de la historia. Me animaría a decir, de hecho, que se trata del mejor trabajo por parte de Stone hasta ahora.
Y como se deben imaginar, el reparto secundario no se queda atrás. El gran Willem Dafoe interpreta al doctor Godwin Baxter bajo kilos de látex, desarrollándolo como un hombre muy enfocado en la ciencia y en sus propios descubrimientos, pero que sin embargo desarrolla una relación paternal cercana con Bella. Ramy Youssef convence como Max, quien termina enamorándose de la inocencia y de lo diferente que es Bella. Y Mark Ruffalo protagoniza algunos de los momentos más hilarantes del filme, comenzando la historia como un hombre sexy y misterioso, y terminándola como una figura patética que ha sido rota por Bella, por más de que ella ya casi ni lo tome en cuenta.
Por otro lado, y regresando a la construcción del mundo en el que se lleva a cabo “Pobres criaturas”, vale la pena destacar la dirección de fotografía, la dirección de arte y el vestuario. En pocas palabras, esta es una cinta que luce magnífica, primero desarrollando la historia en blanco y negro, como para hacernos recordar a las antiguas historias de monstruos clásicos del cine (como “Frankenstein”, lógicamente), para luego pasar a una colorización vívida, saturada y bellísima, una vez que Bella sale a conocer el mundo. Y mientras más se libera la protagonista, más extraño se vuelve su vestuario, como para señalar que se está encontrando a sí misma, alejándose de las convenciones de la época y de la “sociedad educada”. Entre los sets enormes y coloridos, el estupendo trabajo de maquillaje, y la utilización de lentes ojo de pez y movimientos de cámara precisos, “Pobres criaturas” es el tipo de película que nos mete de lleno en su mundo, haciendo que lo veamos desde la perspectiva de su especial protagonista.
Me da un poco de pena haber visto “Pobres criaturas” durante los últimos días del año, cuando mi lista de películas favoritas del 2023 ya ha sido publicada —de haberla visto algunos días antes, ciertamente la habría incluido en dicha recopilación. Pero no importa; estoy seguro que terminaré poniéndola en la lista del 2024. Eso se debe a que es de los filmes más originales que haya visto en estos últimos meses —filosóficamente intrigante, narrativamente hipnotizante, y visualmente espectacular. Mezclando referencias a “Frankenstein”, “Drácula” de Coppola e historias tipo coming-of-age, con elementos de carácter sexual e irreverente, “Pobres criaturas” termina convirtiéndose en una experiencia frecuentemente graciosa, ocasionalmente chocante, y siempre interesante gracias al gran trabajo de Emma Stone y los demás actores. Bienvenidos a la mente de Yorgos Lanthimos; una vez que llegan, no querrán irse.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Searchlight Pictures.
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