Hablando comercialmente, el pecado más reconocible que Hollywood no puede dejar de cometer una y otra vez es exprimir hasta la última gota de nostalgia que generan sus producciones que representan un legado histórico. Así han regresado a la vida sagas que se suponían finalizadas como Indiana Jones, Star Wars, Ghostbusters y una larguísima lista que se irá estirando en los próximos años. Existen, por otro lado, títulos que tienen un lugar ganado en los libros de historia del cine por su impacto artístico, cultural y social, pero cuya explotación actual no está ligada a generar los taquillazos globales sino más bien a buscar una reinterpretación que le asegure inclusión en la conversación para la temporada de premios. Convengamos, además, que estas nuevas versiones no siempre están relacionadas a su similar producción cinematográfica, sino a otro material de referencia común. Este es el caso de cintas como La sociedad de la nieve de J.A. Bayona, que no es propiamente un remake de la Alive (1993) de Frank Marshall, sino una adaptación del libro homónimo de Pablo Vierci. También reciente es la nueva versión de Steven Spielberg de West Side Story (2021), aunque ahí tanto la película original de 1961 como la adaptación moderna convergen su base en la obra teatral.
Ambas casuísticas han brindado resultados bastante logrados y comentarios positivos por lo que la nueva integrante del vecindario, nada menos que una nueva versión cinematográfica de The Color Purple, me antojaba grandes expectativas. Para ello, es prudente también repasar cuales fueron las referencias de las que parte la reciente película, con dirección a cargo del ghanés Blitz Bazawule. En esta ocasión, la producción se basa en la obra musical teatral de Broadway, que a su vez se basa en la obra literaria de Alice Walker, la misma en la que estuvo basada la primera adaptación de 1985 dirigida por el ya nombrado Steven Spielberg. Por cierto, este film ostenta el récord ‘negativo’ de haber sido nominada once veces en los Premios Oscar de su año sin haber conseguido ganar ninguna categoría.
Era justamente el elemento Spielberg, productor a través de su compañía Amblin en este nuevo filme, lo que personalmente encontraba motivante. Es cierto que originalmente el personaje de Shug Avery es una cantante y tiene algunos números musicales que se insertan en la historia, pero sin haber podido presenciar la exitosa puesta en escena musical referencial, no se me ocurrían muchas formas de agregarle números de baile y canto a un relato tan devastador y emocionalmente complejo como se pudo plasmar hace casi cuarenta años en la cinta que lanzó a la fama a Whoopi Goldberg. Sin embargo, la maravilla técnica y narrativa que el gran Steven había logrado, como comentaba líneas arriba, con la readaptación del musical de West Side Story me hacía confiar en que The Color Purple pudiese estar a la altura de la versión cinematográfica previa.
Lamentablemente para mí, no fue así. Esta versión 2023 (año de la producción, no del estreno en nuestra región) dura aproximadamente quince minutos menos pero contiene abundantes números musicales que no siempre generan que la trama avance, lo cual no es en sí mismo un defecto en el género en cuestión, solo que teniendo como referencia la duración de la otra versión, se puede inferir que la historia se comprime bastante en detalles que sí terminan por hacer la diferencia. No es que no haya crudeza en el guion que Marcus Gardley adapta, pues aún tenemos a una Celie (Fantasía Barrino) siendo abusada y golpeada físicamente por Albert, o Mister (Colman Domingo) como ella debe decirle, y no menos trágico es el arco de Sofia (Danielle Brooks) en el que se ejemplifica el racismo de la época. Pero es que, aún así, todo es menos contundente y hasta las motivaciones son un tanto más difusas tanto en la protagonista como en el resto del reparto que lo que la versión 1985 conseguía. Escenas como en la que Mister ordena a Celie que lo afeite no son muy recurrentes o aquella en la que Celie ayuda a Sofia con las compras de su patrona no se hacen presentes y las vías que se toman para contar similar relato resultan considerablemente más ligeras y menos convincentes.
Quizá es un poco injusta la comparación, pues esta nueva película toma inspiración, como ya decía, de la obra de Broadway. De esa forma entonces, no cabría lugar a reclamos en el despliegue de los números musicales, perfectamente coreografiados y con un diseño de producción envidiable, con un elenco impetuosamente experimentado y que hace notar que justamente Fantasía Barrino y Danielle Brooks ya conocían sus papeles de la versión teatral, sumando a otros agudos talentos como Taraji P. Henson, H.E.R. y Halle Bailey en los roles de Shug Avery, Squeak y Nettie joven, respectivamente. Todo aquello sería suficiente para un musical con un poco menos de aspiraciones, pero no para una producción que requería una personalidad que acople orgánicamente los elementos de la música y el baile dentro de la potencialidad de la historia y que no consigue aplicarse en este apartado de esa particular manera, sino que, por el contrario, tampoco logra evitar que los números musicales desconecten un poco el drama que por acumulación podría haber resultado sumamente efectivo.
La incrustación del baile y el canto no es en este caso un componente que disminuya la calidad de la producción pero tampoco ayuda a percibir que la base de este largometraje proviene de una obra teatral. Aquello también podría haber sido un diferenciador sustancial en la formación de la identidad del filme, que en el balance final, no termina siendo un rojo desaprobatorio, pero sí colores opacos que no se acercan al vivaz púrpura deseado.
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