La editora peruana, radicada en EE. UU., Carla Gutiérrez, cuyo portafolio incluye los documentales Chavela (2017), RBG (2018) y la coproducción peruano-estadounidense When Two Worlds Collide (2016), no pudo ser más ambiciosa a la hora de elegir al sujeto de su primer largometraje como directora. Adaptar la historia de Frida Kahlo debe ser intimidante para cualquiera, especialmente bajo la sombra del fastuoso biopic dirigido por Julie Taymor. Que el filme de Gutiérrez lleve su mismo título podría interpretarse como una resignación a convertirse en la mera contraparte factual del anterior. Sin embargo, su estilización en mayúsculas también sugiere una actitud desafiante que el documental confirma al permitirle a Kahlo expresarse, a diferencia del anterior, en su lengua natal y en sus propias palabras. Se crea así la sensación de que es la propia artista, cabalmente interpretada por Fernanda Echevarría del Rivero, la que nos comparte su vida y pensamientos en medio de imágenes de archivo y un generoso despliegue de su obra que es realzada por ingeniosas técnicas de animación.
Aunque abarca un orden y extensión cronológicos similares al anterior filme, FRIDA no está basada en el libro de investigación homónimo de Hayden Herrera, valiéndose directamente de los textos personales de la artista mexicana incluyendo su diario, correspondencia y dedicatorias de cuadros. Esto le confiere una cualidad coloquial e íntima a la narración dramatizada de Kahlo que solo es interrumpida por las voces de figuras clave en su vida como Diego Rivera y que aportan cierta variedad y balance al relato. Para quien haya visto el filme de 2002 no quedarán sorpresas sobre los hechos, lugares y personas que marcaron la vida de la mexicana. Incluso se puede confirmar la fidelidad histórica de aquel filme al escuchar la descripción de momentos como el primer encuentro entre Kahlo y Rivera tal cual lo vivieron ellos mismos. Lo realmente interesante aquí, además de poder escucharlos en la gloria de su léxico mexicano (con “chingadera” incluida), es obtener una mejor apreciación sobre lo que pensaban y sentían ambos artistas respecto a su matrimonio peculiar. El documental también permite una exploración más franca y holgada de las facetas más controversiales de Kahlo que apenas fueron permitidas en el anterior filme como su desprecio por la sociedad estadounidense, su incomodidad con el arte burgués, y por supuesto su liberalismo sexual.
El arte mayoritariamente autobiográfico de Kahlo se presta como telón de fondo natural para este documental. Puede que los cuadros no sigan estrictamente el orden de su creación, lo cual dificulta la apreciación de la evolución pictórica de Frida, pero sí cumplen con retratar los episodios más cruciales de su vida, desde su accidente de tranvía hasta su aborto natural, incluso mejor que las fotos y grabaciones de archivo. También ayudan a destacar los temas de mayor impacto en su vida como el dolor físico perenne, su relación con Diego Rivera, y el orgullo por México, además de sus complejos estados emocionales. Aunque la animación digital de pinturas no es una técnica exclusiva de este trabajo, hay que reconocer que su aplicación al arte de Kahlo es espléndida. Los diferentes elementos naturales, anatómicos y fantásticos de sus cuadros son especialmente apropiados para la animación, adquiriendo cualidades lúdicas pero también dramáticas. Esta intervención digital puede resultar fastidiosa para los más puristas pero lo cierto es que se ajusta mejor a un lenguaje cinematográfico que simples planos estáticos de los cuadros originales.
Con excepción de la reprochable decisión de dramatizar a Trotsky y a André Breton con un inglés acentuado y no en sus respectivos idiomas, FRIDA es digna de ser destacada por encima de los documentales históricos genéricos que uno suele encontrar por accidente en las plataformas de streaming. A Kahlo seguramente no le hubiera hecho gracia que una segunda producción sobre su vida esté parcialmente producida y distribuida por un gigante tecnológico gringo como Amazon, y que vaya a parar en las pantallas de los burgueses insufribles del mundo del arte. El documental de Carla Gutiérrez al menos le ha devuelto la esencia del habla mexicana en el cine, y le rinde un homenaje sincero a una mujer imprescindible para la comprensión del arte y la sociedad contemporáneos.
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