Esta película me gustó más de lo pensado y entiendo por fin por qué fue tan querida todo este tiempo. Me refiero Vidas pasadas (Past Lives), ópera prima de la directora coreano-canadiense Celine Song. Un debut que se convirtió en uno de los grandes fenómenos indie del 2023, siendo amada por críticos y audiencia, para posteriormente alcanzar dos nominaciones al Oscar de este año.
En Corea del Sur, Nora y Hae Sung son dos amigos que entablaron un vínculo muy especial cuando eran niños, y fue la migración de la familia de Nora hacia EE. UU. lo que causó su separación. Ahora, siendo ya adultos (y con el tiempo, intentando cruzar sus caminos a lo largo de los años) tendrán un encuentro definitivo en Nueva York, donde su destino y todo lo que vivieron será puesto a prueba en una serie de hechos que puede cambiar sus vidas para siempre.
Tener altas expectativas por películas que son muy reverenciadas por la gente en redes sociales puede ser un arma de doble filo. Personalmente, casos recientes como los de Pearl o Beau tiene miedo me han enseñado que dejarse llevar por el famoso hype de internet puede llegar a ser un grave error. No obstante, también ha sucedido que me he terminado llevando una grata sorpresa. Me pasó en su momento con Aftersun, y ahora con este filme que desde ya les digo: me genera mucho interés saber qué hará Song en el futuro.
Durante el visionado me pasó algo curioso. Cuando empecé a verla, ya desde su primera escena mi escepticismo llegaba hasta la estratósfera. Sentía que sus ínfulas de ser un relato trascendental en cuanto al valor del tiempo en el amor eran notorias, al punto de creer que estaba frente a otra película inflada que se cree más importante de lo que es. Ya durante el resto del metraje es que pude darme cuenta del gravísimo error que estaba cometiendo, sabiendo que aquí, en efecto, hay algo especial.
Se le puede acusar de ser pretenciosa y de querer hacer alarde de su grandeza, pero lo que hace especial a Vidas pasadas no es esa “sustancia” que muchos le exigen que debe tener. En línea de otras grandes obras de directores como Wong Kar-wai, Richard Linklater o su tocaya Céline Sciamma, Celine Song entiende que el amor no son solo esos grandes gestos de afecto o frases hechas que han sido usadas mil veces de infinidad de maneras. Sí, no voy a negar que no está del todo libre de eso y, aunque esos elementos estén presentes en su film, me gusta que sepa guardarlo para los momentos indicados, como si supiera perfectamente cuándo estrujar nuestros corazones.
Y eso solo conforma una parte del metraje, porque de ahí se sumirá en algo más complejo que es la importancia de saberse desprender. En la superficie, uno encuentra un romance tácito. Miradas, gestos y palabras expresadas desde la distancia, rechazando esa calidez que puede transmitirse a través del contacto. Ya desde lo visual, me gusta que el simple hecho de tener a Nora y Hae Sung en un mismo plano resulte incómodo, teniendo siempre toda clase de elementos que sirvan para delimitar una línea de separación. Ahí el lenguaje audiovisual le advierte no solo al espectador, sino a los mismos personajes que este vínculo quizá no pertenezca a este tiempo, enfatizando la sensación de desprendimiento.
¿Pero esa acción de dejar ir aplica solo a lo romántico? Creo que no. No es algo tan rebuscado, pero igual es importante notar que esta no es una cinta que habla únicamente del amor y de la comprensión que puede haber hacia los sentimientos del otro. Nora es una mujer que tuvo que dejar su país natal junto a su familia, cambiando drásticamente su visión del mundo y ambiciones, siendo una prueba de ello Arthur, la pareja que tiene en ese momento, representado esa visión de Occidente que ella como coreana fue adoptando, perdiendo el arraigo a ese lugar que la vio nacer.
El regreso de Hae Sung a su vida no debe ser visto como ese agente disruptor que viene a destruir una relación. Él representa para la protagonista un reencuentro con sus raíces y que por un momento recuerde ese mundo que dejó atrás, esa vida pasada que pudo llevarla por otro rumbo. El conflicto de la historia está en que ella en el fondo se siente atraída por volver a esa vida pasada, sembrando la duda sobre si podrá realmente dejarla ir o no. No quiero detallar cuál es la resolución, así que nada más les diré que a la directora, sin necesidad de esa grandilocuencia de la cual la acusé en una primera instancia, le bastó un simple movimiento de cámara para retratar perfectamente el principio y el fin de ese doloroso camino.
En conclusión, el hype que se le tiene a Vidas pasadas me parece merecido y lo comparto. Es una película sobre ese amor que nunca encaja y unas raíces a las que cuesta dejar atrás con tal de crecer. Aspectos como su montaje, banda sonora y las muy buenas actuaciones de Greta Lee, Teo Yoo y John Magaro son esa cereza sobre el pastel que la vuelven una de tantas otras propuestas notables que dio el 2023. Sencilla y conmovedora, demostrando ser una ópera prima interesantísima de una directora que sabe perfectamente cómo encuadrar la distancia y los anhelos pasados sin mayores complicaciones en su narrativa.
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