Estrenada en el Festival de Lima del 2023, en la competencia Hecho en el Perú, la película puneña «Reinaldo Cutipa» llega finalmente a la cartelera comercial este 22 de febrero. El segundo largometraje del realizador Oscar Gonzáles Apaza (Juliaca, 1970) está protagonizado por Jesús Luque Colque, Sylvia Majo y la debutante Danitza Pilco, con la participación de Amiel Cayo. El film gira alrededor de una relación tóxica y enfermiza entre una madre y su hijo, una pareja cuya rutina incestuosa se ve amenazada al ingresar en escena una adolescente que despierta los celos de la madre.
Sinopsis: Reinaldo Cutipa (30) convive y trabaja en una bodega de venta de abarrotes con su madre Matilde, una mujer sobreprotectora y dominante a la que lo une un sórdido vínculo incestuoso. Cuando Reinaldo quiere alejarse para vivir junto a su enamorada, la adolescente Rosaura, Matilde se opone. A partir de ese momento, Matilde lo convence de que la traiga y que, luego, trabaje junto a él en la bodega. Mientras tanto Benito, su padre, para mantener su adicción va a la bodega a pedir dinero, Matilde se los niega, causando en él, resentimientos. La tensión entre Matilde y Rosaura escala rápidamente provocando una crisis que terminará trágicamente.
Con motivo del estreno nacional de «Reinaldo Cutipa», presentamos esta entrevista con el director Oscar Gonzáles, y con la actriz Sylvia Majo, que fue realizada en el marco del pasado Festival de Lima. Esta entrevista ha sido editada y resumida, por motivos de longitud y claridad:
Laslo Rojas: Cuéntanos Oscar, ¿cómo fue tu primer contacto con el cine?
Oscar Gonzáles: Yo creo que lo del cine ha tenido que ver bastante mi papá. Él era amante del cine de artes marciales, esas películas en el templo Shaolin, las de Bruce Lee, todo eso. En Juliaca en esos tiempos, había cuatro salas, el Cine Flores, el Cine Juliaca, el Cine Unión y el Cine Centro. Mi papá solía llevarnos ahí y nos fascinaba. Ahí nació ese gusto por el cine.
LR: Revisando tu filmografía, el largometraje anterior que dirigiste fue “Marcados por el destino”, del 2009. ¿A qué se debió que te tomara tanto tiempo realizar una nueva película?
OG: En el 2008 tuve mi primera participación en una película, como actor en “Amor en las alturas”, de Percy Pacco. De ahí fue que me entraron las ganas de querer hacer mi propia película. Ese año hice un cortometraje, “Un día más”, que ganó en el Festival de Cine Juliaqueño, y luego hice “Marcados por el destino”.
Yo soy artesano, me dedico a tejer chompas, entonces, todo ese tiempo a la vez que me dedicaba a mi trabajo de artesanía, estaba con la idea de hacer otro largometraje. En el interín realicé los cortos “Anarquía” el 2014, y luego “La vida de Lucía” el 2020. Previamente, para el 2018 ya tenía la idea de “Reinaldo Cutipa” como proyecto, y lo presento al Concurso de Desarrollo de DAFO, el cual gané. Luego, en el 2021 lo presento para el Concurso de Producción Regional, y también lo ganamos, y con eso pudimos realizarla.
Juan Carlos Ugarelli: ¿Y cómo surge la idea del guion de “Reinaldo Cutipa”
OG: Desde el 2014, o mucho antes, donde yo trabajaba siempre observaba a un señor. Era una persona muy especial, durante los fines de semana se perdía. Llegaba después de 2 ó 3 días, borracho. Tenía tres hijos y no se preocupaba por ellos. Su esposa se preocupaba, pero la que le tapaba todo esto era su madre. Siempre cuando él llegaba, le daba su mate, su coquita, y le acariciaba, le limpiaba, le sacudía la ropa. Yo dije, acá pasa algo más. Entonces, con esta idea empecé a escribir la historia de la película. En 2014 hicimos un cortometraje relacionado al tema, y poco a poco decidí escribirla para hacer un largometraje.
JCU: Coescribiste el guion junto a Jaime Luna Victoria, ¿cómo fue este proceso para trabajarlo juntos?
OG: El 2018, cuando postulé al Concurso de Desarrollo, Flaviano [Quispe] me contacta con Jaime, me dijo que él me podría ayudar en la etapa de pitching. Entonces estuve conversando con él, y me asesoró para preparar el pitch. Ganamos ese concurso, y ya luego le propuse trabajar el guion juntos, y gustoso aceptó. Lo bueno es que con Jaime yo tenía la libertad de escribir la historia, y apoyarme siempre en él. Escribía ciertas escenas, Jaime las leía y me sugería qué cosas podía cambiar, y así, poco a poco terminamos una primera versión. Luego, igualmente él leía todo el guion, y me sugería modificaciones.
LR: ¿El trabajo con él fue de manera virtual?
OG: La primera vez nos encontramos en Lima, pero después cuando hemos desarrollado la historia, fue de manera virtual. Antes de eso hemos hecho una investigación, él vino a Juliaca, estuvo más de un mes conmigo. Consultamos a psicólogos en los hospitales, en las postas médicas, si conocían casos de adicción. Hemos hecho averiguaciones sobre la salud mental en Puno, y todo eso nos ha servido para reforzar la historia.
LR: Cuéntanos sobre el rodaje, donde se realizó, cuánto tiempo duró.
OG: El rodaje fue en Santa Lucía, es un distrito de la provincia de Lampa. Está a una hora de Juliaca. Grabamos durante 5 semanas, entre junio y julio del 2022. Santa Lucía es un lugar donde hace bastante frío, está a más de 4000 metros de altura. Recuerdo que a Sylvia le afectó bastante, tenía mucho soroche, no podía dormir, hasta tuvimos que llevar a un médico para que la atendiera. Igualmente, a Micaela también le afectaba bastante, aunque ella es guerrera, es fuerte y lo soportaba.
LR: ¿Y por qué eligieron esa locación?
OG: Inicialmente tenía pensado rodar la historia en Quilcapuncu, que está a más de 4200 metros de altura, y está en el trayecto entre Juliaca y la mina La Rinconada. Esa es la mina más alta del mundo, está a 5200 m.s.n.m., y hace un frío intenso. Ahí llegan a trabajar gente de todos sitios del Perú, vienen del norte, de Lima, de Cusco. Hay bastante delincuencia, asaltos, es tierra de nadie. Entonces, durante los días de rodaje se escuchaba que había bastantes asaltos en esa zona, así que decidí movernos a Santa Lucía, porque temía que podrían robarnos la cámara, los equipos.
JCU: En cuanto a la puesta en escena, la mayor parte de la película está filmada en planos generales en los que la cámara suele estar fija o apenas se mueve, ¿Por qué elegiste ese tipo de planos para narrar la historia?
OG: Creo que eso es parte de mi punto de vista. Si observo a dos personas que están conversando, discutiendo sobre algo, no me voy a acercar directamente a ellos para observarlos, sino que los observo desde mi posición. Desde aquí veo todo, y puedo entender lo que está pasando ahí. Pienso: ¿cómo los vería si yo fuera un cuadro que está colgado en la pared? También es como ese efecto de las pinturas, tú miras un retrato y sientes como que te está mirando de vuelta, te mueves, y como que te sigue con la mirada. Entonces pensé, ¿qué tal si lo hago así? ¿qué sucedería?
LR: ¿Cómo fue el trabajo junto a la directora de fotografía, para darle esa sensación de encierro que tiene la película?
OG: He visto películas de Kurosawa, también de Béla Tarr, de Kaurismaki por el minimalismo, de Polanski. He visto algunas de sus películas, observando por ejemplo la fotografía, el uso de la oscuridad. Este aspecto por supuesto con la ayuda de Micaela [Cajahuaringa, la directora de fotografía], que tiene más experiencia. Yo le decía cómo quisiera que se vea la imagen, un poco oscura acá o allá. Y no teníamos mucha fuente de luz, porque en el guion la habitación de Reinaldo tenía que ser solo con una pequeña ventanita, dando la sensación como que está encerrado. Micaela me decía: “¿cómo hacemos? yo necesito más fuentes de luz”. Entonces ahí ella tenía que trabajar con el gaffer [iluminador].
Por otro lado, hemos grabado en Puno y Juliaca a mediados de año, y ahí el cielo está despejado, y el sol es fuerte, es muy marcada la sombra. Micaela vio eso, y pensó que teníamos que adaptarnos. Teníamos escenas para rodar en el amanecer, y el sol subía rapidito. Igual en el interior, entra mucha luz del sol, por eso tenemos una luz de las ventanas que es un poquito fuerte. Siempre queríamos contrastar eso con la oscuridad en interiores.
LR: Toda la película tiene una cargada sensación de sordidez, por la relación incestuosa, y la conexión que Reinaldo quiere tener con su enamorada, también trae una sensación de pesadumbre. ¿De dónde nace tu interés por contar una historia con esa atmósfera?
OG: Sucede que vi una película, “El castillo de la pureza”, de Arturo Ripstein, y sentí que eso me gustaba. En esa película todo es un encierro, así vive esa familia, educan a sus hijos a su manera, no tiene contacto con el exterior. Por ahí es que me nace la idea. Realmente no he podido plasmar mi película exactamente como hubiese querido, porque los costos ya no alcanzaban. Por ejemplo, queríamos construir completamente la casa [cerrada], porque como verán en la película al final no usamos una casa cerrada, es abierta. Pero sí hemos logrado esa sensación de opresión en las habitaciones, por lo menos.
JCU: Además de la fotografía, ¿cómo trabajaste otros aspectos de la realización, como la dirección de arte o el diseño de vestuario?
OG: La dirección de arte estuvo a cargo de Efraín Serpa, un artista plástico de Puno. Junto con él y con Micaela planteamos las locaciones, cómo se debían ver. Por ejemplo, decidimos darle un tono a las paredes, el piso de la casa no era liso, lo hemos trabajado previamente. Ellos me sugerían cosas, también Henry [Vallejo, el productor] y decidíamos que si algo estaba bien, lo hacíamos. Trajimos muebles viejos, el ropero, las camas, cambiamos las frazadas normales por frazadas de pellejo de oveja, que se ven más bonitas. Todo se ha elaborado, ha habido mucho trabajo ahí.
LR: El área de producción lo lidera Henry Vallejo. ¿Cómo fue la colaboración con él? ¿Trabajaron juntos desde el inicio del proyecto?
OG: Sí, yo conocía a Henry desde antes, como amigos. Pero recién empezamos a trabajar juntos para este proyecto. Él estuvo siempre conmigo, orientándome, apoyándome. A veces, por ejemplo, yo tenía dudas en una escena, y le preguntaba: “¿tú crees que estará bien así?”. Él me miraba y me decía: “Te digo solo una cosa, haz lo que tú creas correcto. Si crees que está bien, hazlo”. Él sabía que si me sugería algo, podría salir bien o quizás podría salir mal, eso dependía de mí. Aparte de eso, él ha sido un aporte importante por su experiencia en producción, en todo lo que se ve en la película.
JCU: En los últimos años hemos visto cómo el cine hecho en regiones y específicamente en Puno ha conseguido un gran nivel de reconocimiento, de crítica y de premios, como el caso de “Wiñaypacha”, de “Manco Capac”, de “Pakucha”. ¿Cómo ves ese buen momento que está viviendo el cine hecho en tu región?
OG: Me parece buenísimo, ha habido un buen trabajo, un avance desde que empezó Flaviano [Quispe] desde el 2001. Veo que mis colegas se están esforzando, y qué mejor que con el apoyo de la DAFO, porque sin ese fondo hacer “Reinaldo Cutipa” me hubiese tomado mucho más tiempo. El estímulo de DAFO nos ha permitido, por ejemplo, trabajar con todo un equipo completo. Se ha trabajado con una cámara para cine digital, el sonido, igualmente es de primer nivel. Quizás de este grupo saldrán otros técnicos que aspiren a algo más, que tengan ese interés por aprender más, en otros proyectos. Pienso que se está avanzando, y no solo es un aporte de Puno, también creo que es un aporte a nivel nacional.
LR: En el reparto de actores tienes a Jesús Luque, que fue el protagonista de “Manco Cápac”. Junto a Sylvia Majo, ellos tienen un trabajo en escena en situaciones muy intensas, muy complicadas a nivel íntimo. ¿Cómo fue el trabajo de dirección con ellos?
OG: Cuando tenía ya el proyecto hecho, yo pensaba trabajar con no actores, justamente por los personajes que son muy complejos. Hice varios castings en Juliaca, pero no encontraba lo que buscaba. Había unas señoras que tenían potencial, luego les volvía a invitar para una siguiente etapa, pero ya nunca más aparecían. Solamente les decía que la historia es tal, que la madre tiene escenas de desnudos y de relaciones íntimas con su hijo, y creo que eso las asustó. Fue entonces que ya me puse a buscar actores profesionales.
En el caso de Sylvia, un amigo, Héctor Turco, me la recomienda. La busco, hablo con ella, pasamos una serie de castings, y bueno me quedé con ella. Igual con Amiel [Cayo], para su personaje, el esposo alcohólico, lo conversamos y gustoso me ha aceptado, Además él me ha apoyado en el proyecto, estuvo orientando a los chicos [actores], porque tiene más experiencia en cine.
Danitza [Pilco], que hace el papel de la adolescente, ella sí salió del casting. Ahora tiene 18 años, tenía 17 durante el rodaje. Ella estuvo en el taller de actuación que Sylvia dictó -Sylvia estuvo involucrada más de tres meses en el proyecto, entre talleres y ensayos-. Danitza es una chica muy inteligente, yo le dí el personaje, le dije cómo era Rosaura, pero ella también me comentó: “señor Oscar, voy a hacer una historia de Rosaura, lo que vivió antes de la película”. Yo le preguntaba: “¿por qué crees que Rosaura es una chica que pareciera que le gusta jugar con los hombres?”. Ahí me explicaba ella: “a mí me parece que Rosaura ha sido abusada por su padrastro, y justamente por eso es que ve a los hombres como un juego. Podría estar con uno porque necesita dinero, podría estar con otro porque necesita apoyo, y al final no quiere a ninguno”. Pienso que si Danitza se anima a seguir en la actuación, o escribir una historia, le podría ir muy bien, ella es la que más ha construido su personaje.
JCU: Sylvia, este es tu primer rol principal en un largometraje, porque ya has tenido oportunidad de protagonizar varios cortos, y también has hecho varios papeles secundarios en otros largometrajes. ¿Cuál fue el principal reto para ti como actriz para interpretar este personaje de Matilda?
Sylvia Majo: Mi primer reto fue que yo no soy así, yo dejo a mis hijos libres (risas). Mi otro reto era que tenía que interpretar, ya no a una limeña, sino a una juliaqueña. Además era un personaje de muchas dimensiones, muy complejo, nunca había trabajado un personaje tan duro. Imagínate tener una relación incestuosa con el hijo. No es un personaje que te llega todos los días. Con Óscar conversamos sobre ella, que era una mujer que quiere mucho a su hijo, es tierna, lo cuida. Pero lo sobreprotege, al mismo tiempo lo cuida, lo atiende, también lo quiere tanto que no soporta que esté como otra mujer. En realidad tienen una relación marital, es como su hijo-marido. Matilda tampoco es mala, pero es manipuladora, es decir, tenía muchas características mezcladas.
JCU: La mayoría de tus escenas son junto a Jesús Luque, quien interpreta a tu hijo, y varias son muy intensas, algunas son escenas de violencia física, también de mucho acercamiento corporal, de intimidad. ¿Cómo trabajaron, junto a Jesús y también a Oscar, esa relación madre-hijo?
SM: Cuando Oscar me convoca, inmediatamente lo que hice fue ponerme en contacto con Jesús vía Zoom. Yo estaba en Lima, y él estaba en Juliaca. Le digo, empecemos a trabajar desde ya, hay que empezar a trabajar nuestros personajes, hay que conocernos, porque nos tenemos que conocer muy bien. Así empezó una amistad con él, a conocer aspectos de nuestras vidas, para también ver la parte psicológica, que por ahí podemos sacar algo para los personajes. Luego le digo a Oscar, “¿qué te parece si también hacemos ensayos con Danitza?”. Además me ofrecí como profesora de taller de actuación; y Oscar aceptó. Empezamos entonces un taller de actuación por Zoom.
A las semanas le pido permiso a Oscar para ir a Juliaca con tiempo de anticipación. Viajé en abril, y las grabaciones eran la última semana de junio. Decidí ir antes para hacer trabajo de campo, y continuar el taller allá en persona. Comenzamos a ensayar las escenas más complejas, empezamos a jugarlas, primero de manera exagerada, luego buscando más el tono real. Hubo un proceso largo por cada escena. Los ensayos, poco a poco, ya se iban poniendo más intensos, y Oscar, que siempre estaba presente, nos indicaba cuando lográbamos dar el tono que él buscaba para cada escena. Recuerdo que en cierto momento le pedí permiso a Oscar: “quisiera ensayar, pero solo con Jesús, la escena muy fuerte que tenemos, esa donde está borracho, y me ataca”. Porque como que me intimidaba que Oscar viera esa locura en los ensayos, y dijera “eso no me sirve”.
Luego de ensayarlo varias veces a solas con Jesús, vimos que ya teníamos lista la escena. Y fue muy fuerte, pero siempre lo trabajamos con mucho respeto, siempre teniendo presente que es ficción. Oscar fue súper cuidadoso con eso, de cuidar a sus actores. Él siempre decía que había que cuidarnos y había que respetarnos.
LR: Oscar, en ese trabajo de controlar a los actores, en el sentido de que mantengan el registro que tú querías para cada una de las escenas, ¿cómo fue esa labor?
OG: Hacíamos lo que Sylvia menciona, primero exagerábamos el tono de las escenas, y ahí yo empezaba a buscar más o menos por dónde quedaría, porque tampoco quería llegar al melodrama. “Marcados por el destino” sí tiende a eso, pero ahora no quería llegar a ese tono. Sobre el cuidado de los actores, en las escenas más intensas me apoyé en Micaela, siendo ella mujer, pensando en cuidar a Sylvia, a Danitza, y me ayudó también mi asistente de dirección, Guadalupe Galindo. En la grabación de esas escenas todos salían, solo quedaban Guadalupe, Micaela y yo.
SM: Así es, además era mi primer desnudo en el cine. Yo estaba súper nerviosa, aunque había más mujeres que hombres en el set. Igual, yo estaba aterrada y Micaela me dice: “tranquila, que yo te voy a cuidar”. Fue una cosa muy fuerte para mí, pero lo teníamos bien ensayado, es la escena que más ensayamos. Luego Óscar lo pulió, pero nosotros siempre le ofrecimos una propuesta.
JCU: Cerca al final también hay una escena donde están los dos personajes desnudos en la cama. Me imagino que ha sido sumamente difícil para poder llegar a esa escena.
SM: Sí, fue difícil, primero por el desnudo. Yo no voy a mentir, se me hizo difícil, estaba muy nerviosa desde antes. Pero hablamos con Jesús, vamos a tratar de que la escena salga muy bien. Óscar también vino con mucho respeto, entonces me dieron la confianza para hacerlo. Otro tema era el frío, el frío horrible que hacía. Yo me tapaba con una frazada pero igual ¡me moría de frío!
OG: Sí, sobre todo le consultaba a Sylvia, después de esa escena, yo iba a ver el monitor, y le decía: “Sylvia se te ve así y asá”, y ella me decía: “está bien si se me ve así”.
SM: Sí, él me preguntaba, me consultaba. Hubo un trato, digamos, sobre qué parte de mi cuerpo yo quería que se vea y cuál no, y eso se respetó. En la grabación de esas escenas hay una anécdota: el frío era brutal, y yo no quería que mi cuerpo tiemble, porque se supone que soy juliaqueña y estoy acostumbrada a ese clima. Pero al desnudarme mi cuerpo quería temblar, y yo estaba ahí tratando de controlar mi temblor.
OG: Sí, un momento divertido fue cuando grabamos una escena, en que ella está durmiendo en la cama y Reinaldo está a su lado. Cuando empezamos a grabar, pues ella de verdad se había quedado dormida, por el cansancio y el frío. La escena iba bien, seguíamos grabando, y a media escena ella se despierta asustada. Ahí cortamos, pero ya habíamos logrado lo esencial de la escena.
LR: Oscar, ¿cuáles son los planes ahora con tu película? ¿y qué proyectos tienes a continuación?
OG: Bueno, este festival para mí es un punto de inicio para la película. Empezamos ahora, y vamos a prepararnos para su estreno, que va ser a nivel nacional. [N.E.: “Reinaldo Cutipa” tiene su estreno comercial confirmado para este 22 de febrero]. Luego de esto tengo otro proyecto. Iba a presentarlo a DAFO este año también, pero me ha ganado el tiempo. La historia trata sobre el embarazo no deseado en adolescentes y sus consecuencias. Siempre en Juliaca como escenario. Igualmente, aquí tengo personajes complejos.
LR: Eso me lleva a una pregunta: “Marcados por el destino” es un melodrama muy intenso. “Reinaldo Cutipa” tiene esta relación tóxica madre-hijo. Y en esta nueva película que nos comentas, está un tema que tanto se ha hablado últimamente en nuestra sociedad. ¿Por qué decides abordar esos temas en tus películas?
OG: Creo que es porque yo también he tenido una infancia difícil. He sido un joven con problemas en mi familia. Soy el mayor de ocho hermanos. Entonces, creo que eso te inquieta a escribir sobre esos temas. Y creo que me sirve mucho, porque ahora yo mismo me cuestiono por qué suceden las cosas, cuál es su origen. Yo he crecido en una pobreza extrema, no había qué comer, de niño he crecido comiendo chuño, cebada tostada, no había para comprar carne. Mi mamá compraba sesos de vaca, cartílagos, tripitas de ovejas. Así crecí. Entonces todo eso quizás hace que más opte por esas historias [para mis películas].
LR: En este contexto actual, ¿cómo ves la actividad del cine nacional?
OG: Me parece que está bien porque creo que hay muchas historias por contar. Lo que se hace en Lima, en Cusco, Arequipa, en el norte en Trujillo, o en el mismo Puno, creo que son miradas del mismo poblador que está ahí. Un cineasta de Lima probablemente refleje bien las historias de lo que suceda en su propia ciudad. Por ejemplo, con el estudio que hemos hecho sobre la salud mental en Juliaca, hemos encontrado mucha información. Sobre el alcoholismo, hay padres que por la adicción dejan sus hogares, o hay jóvenes muy violentos porque vivieron mucho dolor en su infancia, han sufrido maltratos. Entonces nuestras películas son el reflejo de eso, de lo que pasa en cada lugar.
JCU: Por último, Sylvia, ¿cuáles son tus siguientes proyectos?
SM: Ahora estoy rodando una película de Juan Carlos Torrico que se llama “El pozo”, vamos más de un mes, y terminamos el 19 de agosto. Luego, el 22 de agosto me voy a Piura, voy a ser protagonista de “Aquella sombra desvanecía”. Además, estoy ensayando una obra de teatro con Gisela Ponce de León y Manuel Soriano, “Desbarranco”, dirigida por Claret Quea.
Algo más sobre la filmografía reciente de Sylvia Majo:
JCU: Sylvia, en esta edición del Festival de Lima estás protagonizando “Reinaldo Cutipa”, también participas en “El caso Monroy”, y en los cortometrajes “Los huecos de la luna” y “Chica”…
SM: También participo en dos proyectos más, en la sección Cine del Mañana está “Raíz”, donde trabajé dando un taller para los actores en Cusco [N.E.: «Raíz» se estrena este 19 de febrero en la Berlinale]. Además estoy en “Aquella sombra desvanecía”, de Samuel Urbina, que ha sido elegido para el Lab del festival. Esa película la voy a grabar ya ahorita, me voy la otra semana a Piura. [N.E.: Efectivamente, la película se grabó a fines de agosto del 2023].
JCU: ¿Qué nos puedes comentar sobre tus personajes en todos estos proyectos?
SM: Pues son totalmente diferentes uno del otro, y de verdad me alegro de eso, porque yo no suelo repetir los personajes. Soy muy trabajadora para crear un personaje, Oscar lo puede constatar, lo estudio, hago su biografía, sus relaciones familiares, maritales, todo. Construyo un personaje con mucha delicadeza y con mucho detalle, y bueno, eso me da un poquito de orgullo también, porque soy trabajadora. No considero que haya nacido talentosa, para mí el talento es 1% y el 99% es trabajo. También manejo mucho la corporalidad, soy muy consciente de mi cuerpo, del cuerpo en un personaje. En cada escena me pregunto: “¿qué voy a hacer para lograr mi objetivo en esta escena?”. Entonces, así ya no hago movimientos inútiles, y todas mis acciones van a servir para cumplir mi objetivo.
JCU: En “El caso Monroy”, ¿cómo creaste tu personaje?
OG: Ahí fue todo lo contrario [a “Reinaldo Cutipa”]. Josué Méndez me dijo, “Sylvia, te doy la libertad para que hagas lo que quieras”. Mi personaje es una ex presidiaria, que ha sido terrorista, y ha estado presa con el personaje de Liliana Trujillo. Ya salí de la cárcel, y he abierto un kiosco de comida. Entonces, Josué dijo, “ustedes tienen que ser opuestos”, ella era más dramática, en cambio yo soy alegre, dicharachera, soy vendedora, quiero que la gente me compre la comida. Ahí hice escenas muy divertidas, por ejemplo en un momento empecé a coquetear con el personaje de Damián Alcázar, y lo bueno de Damián, como gran actor que es, es que aceptaba mis propuestas. Luego él me proponía cosas. Fue genial trabajar con él porque aceptaba todo. Fue muy divertida esa experiencia.
JCU: En “Los huecos de la luna” también tienes un personaje complejo, una taxista que pasa por situaciones muy intensas.
SM: Eso fue muy difícil, en particular fue horrible porque lo hicimos en pandemia, ¡y yo tenía COVID! Cuando me llamaron para hacer el casting, yo ya estaba contagiada, entonces pensé: “ahora me voy a perder el casting, pero es que tampoco quiero contagiar a todo el mundo”. Entonces le dije a la directora que no podía ir, solo hice la prueba por Zoom y obviamente así el casting no es lo mismo que en presencial. Hice un par de escenas y les vi la cara que no estaba convencida. Entonces le pedí hacer una escena que me había parecido bien fuerte, que no tenía texto, en la escena estoy sola, manejando, cogí una botella que tenía ahí, y la tomé como si fuera licor. Propuse como que ella empezara a beber y a cantar, y me puse a cantar desaforada, y a reírme de todo, “de esta vida de mierda”, y todo eso me llevó las lágrimas. Fue una cosa muy intensa. Ahí la directora me dijo: “Sylvia, ya, ¡te queremos!” (risas).
JCU: Y finalmente, en “Chica” tienes el personaje de la mamá de una joven trans, que se dedica a la prostitución. Ahí también trabajaste con chicas que no eran actrices profesionales, pero entiendo que hubo todo un trabajo también de formación previo.
SM: Sí, cuando entro a ese proyecto, empezamos a ensayar y hacer el taller de actrices. En ese momento yo estaba trabajando justamente con Óscar en “Reinaldo Cutipa”. Así que venía a Lima a ensayar, y otra vez me mandaban a Juliaca. Para “Chica” ensayábamos los fines de semana, y luego para grabar también lo hacíamos por partes, los fines de semana. Ese personaje también fue muy difícil, porque es una madre cuya hija es prostituta, y la mamá busca que eso no se sepa, piensa en “el qué dirán”, “hay que salvar la reputación”, “Dios perdona el pecado, pero no el escándalo”. A pesar del sufrimiento de su hija, la madre prefería salvar las apariencias. Fue muy duro ese personaje.
Entrevista realizada por Laslo Rojas y Juan Carlos Ugarelli, el 15 de agosto de 2023, en el CCPUCP en San Isidro, Lima.
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