Oasis es un documental que parte de un hecho muy reciente, pero con una relevancia importantísima en Sudamérica: el estallido social en Chile del año 2019. Es a partir de ahí que los realizadores Felipe Morgado y Tamara Uribe, apoyados del material audiovisual de diversas personas, construyen un relato sobre los cambios de un país y la desmitificación de ser esa tierra armoniosa y estable única en la región a la que hace alusión su título (sacado de una frase del recientemente fallecido expresidente Sebastián Piñera).
En el momento en que se hace, uno podría cuestionar la utilidad que puede tener el hecho de documentar aquello que sucede en el día a día. Sin embargo, queda claro que, cuando de hechos importantes se trata, lo que se graba en realidad es un pequeño pedazo de historia. Lo que hace este documental es hilar una serie de hechos que acontecieron a partir de ese estallido social para presentar lo que parecería ser el inicio de un cambio. Uno podría incluso notar una evolución en cuanto a las acciones, en el que de la violencia que tuvo lugar en las calles, se pasa al diálogo de los políticos, abriendo paso a la discusión en torno a una nueva constitución y la diversidad de opiniones que eso genera.
Dicha evolución, irónicamente, no se traduce en un intercambio de ideas que sean realmente cultas, por lo menos no de ambas partes, pareciendo un enfrentamiento donde los argumentos son expuestos, pero no hay una solución real. Y aparte de esa narrativa que se construye con los puntos de vista de ambos bandos, hay también una clara intención visual que se mantiene durante los 80 minutos del film. Cada uno de esos retazos de historia reciente que vemos son desde un plano general que, de cierta manera, podría ayudar a entender mejor eso de mostrar el “panorama completo” de la situación.
Este dispositivo también podría servir para probar ese punto que fue mencionado al inicio del texto. Al sentir esa disconformidad con el país que se tiene, es lógico que uno como chileno pueda sentirse ajeno a un lugar así (ya ni qué decir de un extranjero como quien escribe). Al decidir tomar esa distancia, las emociones del espectador solo variarán dependiendo del modo de pensar que tiene, el cual es ajeno al visionado de la película, librándonos de una mirada más tendenciosa si se quiere al asunto. Esto último puede sonar hasta irónico, ya que Oasis realmente no teme en mostrar su inclinación política.
Los directores saben que no pueden ser imparciales en una situación así y por eso toman con mayor solemnidad algunos momentos y otros los ven con mayor ligereza. Sin embargo, el simple hecho de mostrarlos vuelve al documental algo que va más allá de lo ideológico. A fin de cuentas, es justamente eso lo que lo hace valioso, incluso si todavía falla en algunas cosas, como quizá un cierre de mayor contundencia. Este es un documental que demuestra las cualidades artísticas del registro histórico y cómo puede servir para contar historias de toda clase. Lamentablemente, son realidades como la de toda la región, no solo la de ese “oasis”, las que terminan tendiendo a ser una tragedia que está condenada a repetirse de distintas formas.
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