De un tiempo a esta parte, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EE. UU., ha decidido retrasar la ceremonia de entrega de los Premios Oscar hasta bien entrado el mes de marzo. Como cualquier negocio que busca réditos económicos, esto tiene su explicación sustentada fundamentalmente en un mayor tiempo de exposición de las películas que consiguen nominaciones. Desde el anuncio de candidatas, que este año se realizó el 23 de enero, hasta la premiación, sin embargo, habrán transcurrido ocho semanas en las que toma preponderancia el hastío de la conversación alrededor de un puñado de largometrajes, generando además que la ceremonia en sí pierda tanto brillo inversamente proporcional con la previsibilidad que ganan los pronósticos. Sucede que para esa fecha ya habremos pasado por tantos otros premios como los Golden Globes, los BAFTA, los Critics’ Choice, los SAG Awards y galardones de otros sindicatos que cada vez predicen mejor a los ganadores del premio de la Academia.
Para descomprimir el cargado ambiente de temporada de alfombras rojas, podríamos voltear la mirada a categorías distintas a las que predominan (actuación, dirección, película y guion) que han sido menospreciadas durante algunos años, incluso con ataques en contra directamente en los propios Premios Oscar, pero que merecen reconocimiento por el nivel que han acumulado, particularmente en esta edición. Una de ellas es la de Mejor Película de Animación, categoría históricamente dominada por Disney-Pixar y que justamente por las dificultades creativas que ha atravesado ese estudio últimamente, se ha democratizado en algunas ediciones recientes. No en todas, efectivamente, pues todavía resuena una cuestionable victoria de Encanto (de The Walt Disney Company, no de Disney-Pixar) por sobre The Mitchell vs. the Machines. Este año, el estudio en cuestión hace acto de presencia con Elemental entre las cinco nominadas, pero sus opciones de ganar son prácticamente nulas, no solo por ser técnica y narrativamente menos lograda que sus contrincantes, sino también por tener menos ‘prensa’. Pero mejor vamos desmenuzando, uno a uno, los excelentes largometrajes que se encuentran en competición en orden de probabilidad de victoria (a criterio personal).
Spider-Man: Across the Spider-Verse
La gran favorita de la categoría por varios motivos. Entre ellos, que llega como la ganadora principal de los Premios Annie, que son los premios especializados para el cine animado. Si ese pergamino se considerase insuficiente, pues también habría que mencionar que estamos frente a la secuela de Spider-Man: Into the Spider-Verse, cinta ganadora de la categoría en 2019 que además ha quedado en la memoria del público masivo como la película que ‘inventó’ el estilo de animación mixta, aunque aquello esté bastante alejado de la realidad pues ya años antes se habían realizado The Lego Movie (2014) y The Peanuts Movie (2015). En todo caso, podría ser el largometraje que masificó este tipo de animación que ya ahora vemos recurrentemente en otras películas como Puss in Boots: The Last Wish (2022) y Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutant Mayhem (2023). Sea como sea, lo cierto es que Spider-Man: Across the Spider-Verse redobla todas las apuestas que hacía su predecesora en cuestiones técnicas, utilizando la animación como un vehículo para delinear a la diversidad de los Spider-Man que van apareciendo y orquestando un festival visual que quita el aliento. También se podría decir que trata de profundizar mucho más en la esencia de su protagonista con el grandísimo ‘pero’ de que argumentalmente es una cinta a la que le falta el tercer acto en su totalidad, que se reservaron para el cierre de la trilogía, sin fecha de estreno certera. Otro punto en contra: la cantidad de acusaciones de los equipos creativos y de diseño que se quejaron por el excesivo y desgastante régimen laboral que atravesaron.
Se puede ver en HBO Max.
El niño y la garza
El regreso de Hayao Miyazaki después de diez años (tras Se levanta el viento, de 2013) suponía, según sus propias declaraciones, su retiro definitivo, pero tras el estreno de su más reciente producción, llegó pronto el arrepentimiento del genio fundador de Studio Ghibli. Basada en la novela de 1937 de Genzaburo Yoshino (de la que toma su título en el idioma original cuya traducción sería ¿Cómo vives?), se bautizó en Latinoamérica como El niño y la garza y llega a los Premios Oscar como la ganadora de los Globos de Oro y de los BAFTA por lo que no sorprendería a nadie que se lleve la estatuilla dorada, teniendo como precedente que El viaje de Chihiro (2002) supuso la primera nominación y estatuilla para el también creador de otros célebres títulos como Mi vecino Totoro (1988) y Porco Rosso (1992), además de haberse llevado un Oscar honorífico en 2014. Miyazaki ha entregado toda su imaginación para hacer de El niño y la garza, no solamente un largometraje inspirado en su propia vida, sino también el que constituye una mayor incitación creativa y metafórica que, dentro del tono onírico al que nos tiene acostumbrados, exacerba complejidades narrativas con exigencias muy por encima del promedio para cualquier espectador. Ya de los aspectos técnicos podría sonar redundante comentar en una película de Ghibli, pero no por ello se puede dejar de alabar el trazo fantástico que la disciplina japonesa de Miyazaki ha fundado, a la que se acopla la monumental banda sonora de Joe Hisaishi.
Se estrenó en algunas salas de Perú. Ya no se encuentra disponible.
Robot Dreams
Adaptada de la novela gráfica homónima de Sara Varón, el director español Pablo Berger ha conseguido su segundo Goya como guionista (el primero había sido por Blancanieves en 2012) gracias a esta maravillosa incursión en el cine animado, que ambienta su historia en una Nueva York habitada solo por especies animales (al más puro estilo de Zootopia o Chicken Little) con elementos analógicos que remontan a la década de los años 80. El relato se centra en un solitario perro que adquiere un robot para que le haga compañía, pero cuya amistad se ve interrumpida temporalmente por un desperfecto en el autómata. Con un estilo de animación en 2D muy amigable, sin un solo diálogo ni exceso de expresividad en todo el largometraje, pero sí repleta de sonidos de la ciudad y un leitmotiv tan funky como ‘September’ de la mítica Earth, Wind & Fire, Robot Dreams no tarda en ganar la simpatía de quien se introduzca en sus primeros minutos, para inmediatamente convertirse en una pesadilla sentimental más propia de dramas adultos cercanos a Richard Linklater o Damien Chazelle. No es gratuito, vale decir, que gran parte de la crítica la haya denominado como una ‘Past Lives animada’ en alusión a la nostálgica y descorazonadora película de Celine Song que se coló este año en las nominadas al Oscar a Mejor Película. Robot Dreams se ha llevado también el reconocimiento en los Annie a Mejor película animada independiente y es de esas películas que podrían ganar su Oscar ‘quizá en otro año…’.
Nimona
La apuesta de Netflix para la categoría de animación es una producción que rescató del rechazo de Disney. Adaptación libre del cómic de ND Stevenson, Nimona, dirigida por Troy Quane y Nick Bruno, es un relato de fantasía medieval futurista que contiene temática LGBT (razón probable del desaire de Disney) como eje central para adaptar sus figuras narrativas en la que el trasfondo evidente, pero perfectamente construido, es el rechazo de lo diferente en una sociedad guiada por cánones de tiempos añejos. Pero no, la cinta no centra su mirada en un romance prohibido entre dos personas del mismo género, pues de hecho esto se aborda tan solo tangencialmente, sino en una aventura épica en la que un caballero del reino debe recuperar su reputación, perdida por una conspiración en su contra, con ayuda de un ser que es capaz de cambiar su forma constantemente y al que el pueblo le tiene repulsión. Con las voces de doblaje en inglés de Riz Ahmed y Chloë Grace Moretz, Nimona ha conseguido el premio en los Annie a Mejor Guion por su capacidad de mostrar una historia fresca, entretenida y con un timing perfecto para los giros de tuerca. Todo ello, expresado en un estilo de animación que prioriza el tono lúdico y estimulante.
Disponible en Netflix.
Elemental
La pésima decisión ejecutiva de estrenar este largometraje dentro del Festival de Cannes le supuso una zancadilla comercial poco habitual para la conjugación Disney-Pixar, en una película que tiene mucho más para ofrecer de lo que a primer vistazo se puede predecir. Es cierto que la producción dirigida por Peter Sohn, quien sintió la cinta como algo muy personal por la temática de migración que contiene el guion, no está cercana a las obras maestras de los años dorados que el estudio de la lámpara de escritorio disfrutó por un período prolongado con títulos como Los Increíbles (2004), Ratatouille (2007) y Up (2009), pero pedir excelencia continua es imposible en la industria cinematográfica, pues hay tiempos de mayor y menor inspiración. Dicho de una manera un tanto más básica: no todas las películas de Scorsese son Goodfellas. Aún con todo lo mencionado y sabiendo que la cinta tuvo un rush final comercial que le permitió ser de las pocas películas de Disney que en su centenario no tuvo pérdidas económicas, Elemental sí está mucho más cercana a la aceptación universal que otros de sus largometrajes recientes como Soul (2020) y Lightyear (2002), ya sea porque evita tramas intrincadas no tan digeribles para público infantil (aunque el cine de animación no tiene que ser exclusivamente infantil) o porque aún sin ideas brillantes, sabe tocar la fibra emocional en el momento correcto.
Disponible en Disney+.
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