La cineasta peruana Joanna Lombardi Pollarolo (Lima, 1978) presenta «Quédate quieto» -su quinto largometraje como directora, el cuarto en solitario-, que se estrenó esta semana en la competencia documental del Festival de Málaga, en España.
La película es un híbrido entre documental y ficción que centra su mirada en tres personajes que habitan los arenales de Ciudad Pachacútec, en Ventanilla: Hilton es el sepulturero de un cementerio ilegal, frente a su casa hay un letrero ‘Se hace hueco tumba’. Hilda y Cristina cruzan el cementerio, les han dicho que comenzará una invasión. Son jóvenes y quieren una casa propia. Para lograrlo deben quedarse ahí. Sin moverse. Hilton mira preocupado la invasión que se empieza a formar. Si invaden, no tendrá espacio para seguir cavando tumbas. La invasión y el cementerio están cerca y los muertos parecen haber conseguido lo que ellas desean: un hogar.
«Quédate quieto» ganó el 2017 el Concurso de proyectos documentales de DAFO, se realizó con ese fondo junto con la coproducción de la uruguaya Cimarrón Cine. En su pequeño equipo de realización contó con la directora de fotografía Micaela Cajahuaringa, el editor Eric Williams, la productora Enid ‘Pinky’ Campos, entre otros. Con motivo de su estreno en Málaga, conversamos a continuación con su directora Joanna Lombardi. Esta entrevista ha sido editada y resumida, por motivos de longitud y claridad.
Juan José Beteta: Joanna, ¿podrías empezar contándonos de donde nace la idea de tu película?
Joanna Lombardi: La idea nace de un recuerdo infantil, de la persona que trabajaba en mi casa cuando yo era chica. Ella trabajaba cama adentro. Un día me dijo que ya no iba a quedarse a dormir porque había invadido un terreno, y que tenía que ir y quedarse ahí para cuidarlo. Yo pensaba: “¿cómo que invadido? ¿cómo que no te puedes mover de ahí?”. Ella me decía: “No te puedes mover porque si te vas un ratito, alguien viene y te lo quita”. Me acuerdo de esa sensación de no entender qué significaba no poder moverse, porque sentía que uno siempre tiene que salir, hacer cosas, ¿no?
Yo tengo una debilidad, me gusta contar historias que por algún motivo suceden en un solo lugar, en las que los personajes tienen que estar en un sitio, como fue en “Casadentro”. Por eso también esta película se llama “Quédate quieto”. Me pareció muy interesante contar una historia de una mujer que invadía un terreno, y ver lo que le pasaba, cómo era ese día a día de una persona en una invasión. Para mí esa historia era documental, porque yo no tenía idea de cómo era [esa realidad], y de hecho tampoco quería tener una postura desde la dirección, sino quería investigar, conversar, encontrar una mujer que hubiera pasado por esa experiencia, y que pueda contarlo en la película. Así empezó el proyecto.
Cuando ya me puse a investigar, caminando por invasiones, por Pachacútec [en Ventanilla], di mil vueltas, tratando de encontrar una mujer joven que pudiera ser ese personaje. Pero no la encontraba, porque todas las mujeres que habían pasado por eso ya tenían 45+ años, y claro, no iba a encontrar a una joven porque ella tendría que estar viviendo esa situación en ese momento. Entonces me entrampé.
Bueno, en estas caminatas un día nos encontramos un cementerio ilegal ahí en pleno cerro, que todavía estaba un poco alejado de las invasiones más cercanas. Nos llamó mucho la atención, preguntamos por el encargado y así fuimos a buscar al sepulturero. Nos encontramos con su casa y ahí empezamos. Apareció Hilton [el sepulturero] y nos dedicamos a entrevistarlo, fueron como dos años hablando con él, así que la película empezó a ser sobre Hilton, ya no era tanto sobre la invasión. Yo me dije: “tengo que soltarme nomás”, que son estas cosas que tiene el cine, que van apareciendo situaciones y uno tiene que entregarse a eso. Entonces empecé a pensar que debía ir por ahí, por la historia de Hilton… pero yo quería contar lo otro también (risas). Incluso en un momento evalúe las posibilidades de tener una actriz que interpretara todo lo que yo había investigado harto sobre cómo era esta joven que tanto buscaba. Pero desistí, dije: “no, no tiene ningún sentido tener una actriz acá”.
Lo que pasó a continuación fue que esta persona que trabajó en mi casa hace años, tenía una hija. Entonces se me ocurrió llamar a la hija y ver si podía contar la historia [de la invasión] desde la mirada de una niña. Y cuando hablé con ella -María Cristina, que en ese momento tenía 22 años- me contó que la acaban de desalojar, que ella estaba invadiendo un terreno con su amiga Hilda y las habían desalojado. Así que le dije que estaba haciendo una película. Me junté con ellas y empezamos a conversar, me contaron todo lo que les había pasado. Eso era justo lo que yo necesitaba.
Laslo Rojas: “Quédate quieto” está seleccionada en la competencia documental en Málaga. Pero, ¿es un documental, una ficción, un híbrido?
JL: Para mí, siempre fue un documental. Al comienzo, cuando presenté el proyecto al Concurso de DAFO, fue como documental. Porque a mí lo que me interesaba era ser bien observadora de esta situación. Igual, es un híbrido de todas maneras, al final lo único que te hace decidir qué género es la película es tener que ir a un festival, y llenar la casilla, de documental o de ficción. Por cierto, eso es algo que ya debería ir siendo más flexible, porque creo que el cine se está moviendo por otro camino.
Entonces pensé: los personajes son ellos mismos, todo lo que pasa con ellos en la película les ha sucedido, no hay ni un diálogo inventado por mí, todas son improvisaciones con ellos. Claro, la ficción aparece porque yo, como directora, tiendo a contar una historia, empiezo a armar lo que siento que se necesita para llenar una escena. Pero todas las cosas que pasan en la película son en su origen documental, y creo que lo que te lleva a la ficción es esta estructura de contar una historia, de juntar a los personajes. La ficción es juntar a los personajes…
LR: Es decir, la situación central que es la invasión y luego, lo que sucede con la invasión, ¿todo eso lo armaste?
JL: Sí, todo lo armé en función a lo que ellas acababan de vivir. Ellas me decían cómo fue todo, tal cual, e hicimos como una recreación. Pero lo que también me acercaba más al documental era que la relación entre Hilton y ellas se volvió verdadera. Porque sí se juntaron, y ellas le tenían miedo de verdad. Yo pensaba, por ejemplo, en “El agente topo” [documental de la chilena Maite Alberdi], ahí todo el rato tienes esta duda de hasta dónde están armadas estas escenas, ¿no? Ahí es que siento que [mi película] es más documental que ficción, yo no he escrito nada de lo que ellos dicen. De todas formas, he podido presentarla a la competencia de ficción también, y yo creo que no pasaba nada, la aceptaban como ficción. Pero me pareció más honesto con ellos que sea un documental.
JJB: En el rodaje, ¿repetías las tomas o quedaba a la primera? ¿Ellos entendían la idea a la primera?
JL: Sí, a la primera. Por eso casi todos son planos secuencia, no iba a hacerles que repitan una escena para poder hacer un contraplano. Lo que hacía era decirles: “esto que me contaste, ¿te acuerdas qué pasó?”, conversaba un rato con ellos sobre eso, y luego trataba de que ellos conversaran solos y ahí los filmaba. Muchas veces también filmaba sin decirles, o sea estábamos ensayando y yo igual los grababa.
Creo que lo más difícil fue lograr que tuvieran confianza, que pudieran estar tranquilos. Eso se dio con el tiempo, porque la relación con Hilton fue de bastante tiempo, de mucha conversación.Y éramos un equipo pequeño, todo se hacía ahí, estábamos en su casa, lo acompañábamos cuando tenía que poner una cruz [en una tumba], por ejemplo, íbamos y filmábamos eso. Luego me costó mucho encontrar la película, porque he filmado mucho, tengo mucho material.
LR: Ahí has forzado la situación para que los hechos sucedan mientras estás ahí, grabando, ¿no?
JL: En un momento Hilton me dice que su mayor temor era que lo invadan. La invasión que estaba al costado suyo ya estaba muy cerca. Ahí dije, ese es el conflicto. Entonces era ver qué pasaba con Hilton, cómo reaccionaba, qué sentía. Ver cómo se sentían las chicas ahí. Ver ese tipo de reacciones entre ellos, porque yo nunca les decía cómo se tenían que sentir. De todas formas yo ya sabía [cómo iban a reaccionar] porque ya lo habíamos hablado. No era que yo no tenía idea qué iba a pasar. En los días de rodaje ya se sabía lo que íbamos a hacer, todo son cosas que ellos me han dicho cómo habían ocurrido. Porque yo qué voy a saber, no tengo idea. De hecho, muchas veces sentía que no tenía autoridad para contar esa historia, porque no sé nada [sobre esa realidad]. Por eso sentía que necesitaba un rol más observador, de no meterme tanto, de escucharlos más.
JJB: Lo que me pareció destacable es la actuación de Hilton. Claro, no es una gran actuación, pero es natural, convincente. ¿Cómo es ese proceso donde tú te das cuenta que ya lograste registrar lo que necesitabas de ellos?
JL: Eso es lo que más miedo me daba de este proyecto, porque yo siempre he trabajado con actores profesionales, y lo que más me gusta del cine es dirigir actores. Y soy muy sensible a eso. Cuando me toca un actor que no está bien, o tengo una escena donde algo no funciona, me bloqueo, no puedo seguir. Entonces aquí tenía mucho miedo de tener que trabajar con actores naturales. Con Hilton, la decisión inicial de trabajar con él se dio porque sentí que tenía una mirada que contaba mucho. Sentí que si le ponía la cámara, aunque él no dijera nada, ya tenía una presencia. Era un personaje interesante. Eso me dio la tranquilidad de decir, vamos. Ya luego se fue soltando, poco a poco. A veces él estaba de mal humor y no podíamos hacer nada. O a veces estaba borracho, muy borracho, y no podíamos hacer nada.
Luego encontré que la dinámica con este amigo suyo, permitía que él pudiera contar cosas sin que se sienta un típico documental de alguien hablando a cámara, o hablando con alguien que está detrás de la cámara. De esta forma también podíamos saber un poco más de él, porque es un tipo que no habla nada, normalmente está callado. Pero de pronto te cuenta, por ejemplo, que cuando regresa de una juerga se duerme en una tumba (risas). Y lo dice con una naturalidad única. En otra ocasión nos contó que un día llego una gente con un muerto, se notaba que era algo ilegal, algo de delincuencia. Le dieron un montón de cervezas, le pagaron muy bien. Y vio que metieron cajetillas de cigarros con el muerto, que es una costumbre hacer eso. Lo enterraron, y se fueron a comer. Luego, Hilton regresando a su casa, borracho, se acuerda de los cigarros. Y se pone a buscarlos, pero no se acordaba dónde estaba el nicho, porque no había puesto nada sobre la tumba, ninguna cruz. Se la pasó dos horas caminando por el cementerio de noche, buscando el lugar donde había enterrado al muerto para sacarle los cigarros (risas).
Entonces lo que yo hacía con él era dejarlo hablar mucho rato. Y dentro de esas conversaciones largas y de mucho material había momentos en que él se olvidaba de que lo estaba grabando, y es en esos momentitos donde hay verdad. Creo que las chicas también tienen esos momentos…
JJB: La parte que más me gustó fue cuando ellas graban sus TikTok…
JL: Una de las cosas que me motivaba a seguir por ese camino, por ese tono, es que yo no quería hacer una película de miseria, de cómo la gente sufre en la pobreza. Las chicas, desde que me empezaron a contar sus experiencias de la invasión, lo contaban completamente desde otro lugar. Lo contaban como un paso siguiente en sus vidas: “ya me toca irme de mi casa e invadir un terreno”, como que era lo que les tocaba hacer, y se divertían con eso. Conversaban, caminaban por ahí, tomaban vino, hacían videos de TikTok, son como unas niñas. Claro, unas niñas que ya tienen hijos. La película en ningún momento trata de contar la problemática de las invasiones, ni siquiera me meto con el tema de los traficantes de terreno, eso es todo un universo. Porque para mí la película era contar cómo una pequeña historia, cómo una fabulita, ocurre en ese lugar.
LR: Para recrear la invasión, ¿tuvieron que pedir permiso para utilizar ese terreno y hacer como que un grupo de personas iban a invadir?
JL: Bueno sí, pero en un momento estábamos filmando y nos vinieron a botar. Vino serenazgo a decirnos que ahí no se puede invadir (risas)
JJB: En la película sí aparece un serenazgo y habla con Hilton…
JL: Ese es el único actor profesional de la película, Melvin Quijada. Porque los serenazgos reales no querían aparecer. Claro, se morían de miedo porque es algo que se ve ilegal, por más que no sea real. Toda esa escena fue improvisada, yo le dije a Hilton: “ese es un serenazgo, y te está sacando de ahí. Tú respóndele lo que le responderías en verdad”. Ahí sí me sorprendió lo bien que está Hilton, esa era la única escena donde él tenía que actuar. Porque era con diálogo, estaba con un actor que le iba a decir cosas y él tenía que responderle. Lo hizo muy bien. Eso fue al final del rodaje, cuando Hilton ya estaba más acostumbrado.
LR: También hay secuencias grabadas en su casa, tuviste que intervenir dentro de su ambiente más privado.
JL: Bueno, nosotros estábamos todo el tiempo ahí dentro. Yo empecé a ir a su casa cuando su hija tenía cinco años, en la película ya tenía nueve. Yo la vi crecer. Es decir, teníamos cierta cercanía. Sí logramos en todo ese tiempo un grado de confianza bien familiar. Su esposa, Roxana, es espectacular. Ella era la única que se ocupaba de que Hilton estuviera cuando nosotros íbamos. Porque a veces llegábamos y Hilton estaba desaparecido.
LR: Cuéntanos más del rodaje, ¿cuánto tiempo duró y en qué época se realizó?
JL: El rodaje era duro, porque para empezar a grabar de día salíamos de acá antes de las 4 de la mañana, para llegar 5:30 a.m. allá. Y nos íbamos temprano también porque allá es peligroso de noche. Hemos filmado los fines de semana, a lo largo de varios años, entre 2019 y 2022. Grabábamos por ejemplo seis fechas, ahí parábamos, yo veía todo lo que habíamos grabado, le daba mil vueltas. En un momento hasta edité una primera versión con un documentalista en Barcelona. Pero no encontraba la película. Nunca me había pasado esto, todo el tiempo tenía la sensación de que no había terminado, sentía como que tenía que seguir. En un punto pensé: ya es demasiado tiempo, ¡basta! Pero sí tenía la sensación de que había más en la historia…
JJB: ¿Y se te ocurre que ahora quisieras cambiarle algo? Porque he visto en algunos casos, luego de un pase en un festival, que se hacen ajustes a la película…
JL: Creo que siempre puedes tener esa sensación de querer hacer algo más. Por ejemplo, me quedé con ganas de grabar un entierro. Pero no quería hacer un entierro de mentira. Y era imposible grabar uno real, nunca se sabía cuándo iba a suceder. Porque, ¿a quiénes se entierra ahí? Puede ser alguien a quien han matado, y no pueden llevarlo a un cementerio legal. Yo le decía a Hilton: «cuando tengas un entierro, llámame, yo voy con una cámara”. Pero era imposible, nunca lo pudimos hacer, es muy lejos, le avisaban una hora antes y no nos daba el tiempo para llegar.
LR: En tu película anterior, “Solos”, ya habías planteado esta hibridez entre ficción y documental. Ahí fue al revés que en “Quédate quieto», eran actores profesionales que de alguna manera hacían de sí mismos…
JL: Sí, eso fue después de “Casadentro”, donde sentía que no había espacio para improvisar. En el rodaje de “Casadentro” no cambié nada del guion, lo trabajé mucho previamente, y luego no cambié nada. Sentí como que la película era súper rígida. Así que después de eso hago “Solos” un poco para liberarme. Ahí las conversaciones con las personas que encontrábamos eran todas documentales. Yo les decía que la cámara estaba apagada pero igual los grababa. Ahí es que me encuentro, por ejemplo, con este señor que había estado en el rodaje de “La muralla verde”. Son esas cosas que pasan, que me parecen extraordinarias, porque es el puro azar que está interviniendo ahí.
JJB: Yo creo que en esa película, como en “Quédate quieto”, lo que tú consigues es una gran espontaneidad, y hasta cierta inocencia de los personajes. Tú dices que siempre te orientas hacia una historia, pero imagino que lo que quieres decir es que coges los elementos, en esas conversaciones, esas interacciones, y vas construyendo la historia. Pero igual esta va cambiando, ¿no es cierto?
JL: Sí, va armándose en el camino. En “Solos” no sabía cómo iba a terminar la película. Cuando estábamos grabando, no tenía el final, y eso era aterrador. Claro, al comienzo era interesante, me parecía bacán. Pero ya a la mitad del rodaje era aterrador, pensaba: “¿Qué estoy haciendo? No tengo idea para dónde va esto”.
JJB: En “Casadentro” fuiste muy disciplinada, por decirlo de alguna forma, y te ceñiste al guion. Pero igual hay mucho movimiento, los actores se mueven dentro del encuadre. ¿Todo eso ya estaba planificado, o durante el rodaje te tomabas esas libertades?
JL: Desde el comienzo, con Inti [Briones, el director de fotografía] teníamos esta idea de grabar en planos secuencia, para poder sentir el paso del tiempo, y con mucho movimiento de personajes en el encuadre. Esas coreografías sí las trabajamos bastante. Pero era todo muy estético, todo el rato estaba pensando que [el encuadre] se viera lindo. Todo estaba planificado, muy armado. Y repetíamos un montón, hacíamos varias tomas. En cambio, en “Solos”, cuando repetíamos algo yo les decía: «vamos de nuevo, pero no pueden repetir ni un chiste, no pueden repetir nada, hagan otra cosa”. Esa era la única manera de mantener la espontaneidad, sobre todo para los actores. Por ahí si había algo muy bueno, lo volvíamos a usar, pero les pedía que lleguen ahí por otro lado.
Pero sí, yo creo que tiendo a eso. En otra película, que no tiene nada que ver con esto, “Soltera codiciada 2”, la escena de Norma Martínez con Gisela Ponce de León, en la que ellas están ordenando las cosas de la casa y cantan y bailan…
LR: Esa es la escena de la película…
JL: Esa escena la improvisé toda. Cuando llegamos al momento de hacerla, pensé que ya veníamos de la escena en el baño, que es súper triste. Y esta escena siguiente, en el guion está contada también muy triste. Así que dije: “No lo vamos a hacer así, no”. En la primera escena cuando [el personaje de] Gisela habla de su papá dice: “Si él estuviera acá, lo que quisiera es que estemos todos tomando whisky, escuchando boleros y riéndonos”. Entonces dije: ese espíritu es el que necesitamos en esta escena. Pedí que compren una botella de whisky. “Sí, vamos a tomar whisky en la escena”, les dije. Buscamos en la casa objetos que puedan servir para que ellas recuerden cosas. Me junté con las actrices, y les dije: “ustedes aquí están contentas, recordando, viendo estas cosas, de buen ánimo. Vamos a improvisar, vamos a ver qué pasa”. Hicimos una primera pasada que duró doce minutos, era demasiado. Pero cuando digo “corte”, volteo y veo que casi todos los que estaban ahí estaban llorando, porque había sido tan intensa la escena. Claro, ahí se imaginan las ganas que tenía de decir: “¡queda!”. Pero una escena de doce minutos era imposible, no podía durar tanto. Entonces nos pusimos a trabajar en base a eso. Por suerte ellas son buenas actrices, a las que puedes decirles: “esto funciona, esto no, quedémonos con este gesto”. Esa es la única escena de esa película que siento es el cine con el que yo conecto.
LR: En tu filmografía hay este tipo de películas, más “autorales” digamos, y luego están las otras, más “comerciales”. En otra entrevista leí que decías que necesitabas hacer películas como “Soltera codiciada” porque en esos rodajes te diviertes más, y abordan temáticas que están más relacionadas con tu sentir personal. ¿Eso último es en contraste con las otras películas que has hecho?
JL: No, porque “Solos” por ejemplo, soy yo, esa película es totalmente lo que a mí me gusta hacer. Lo que pasa es que trato de ser bien honesta, y “Soltera codiciada 2” es una película que yo sabía, desde el guion, que no iba a ser una comedia tan fácil como la primera parte. No quería tratar la muerte del papá como algo ligero.
Lo que tengo claro es que nunca me metería a dirigir una película que no me guste. Si es una película para ganar plata, prefiero ser la productora, pero si me meto a dirigir tengo que conectar con lo que estoy dirigiendo. Creo que se mal entendió eso que pusieron en esa nota [se refiere a esta entrevista de El Comercio], porque yo creo que en todas las películas que hago, estoy yo y mis sentires.
JJB: Yo siento que esas películas están hechas básicamente desde la percepción femenina. En ese sentido, ¿cuál crees que es tu aporte en “Soltera codiciada 2”?
JL: Yo creo que sí me acerco a la película, a todas las escenas, con cierta sensibilidad. La verdad que nunca estoy pensando en cómo hacer graciosa una escena, o que funcione para el público. No sé hacer eso (risas). A veces salen cosas que funcionan y genial, pero en realidad en lo que estoy totalmente enfocada es en que la escena tenga verdad. Por eso siempre mi trabajo es con los actores, mis conversaciones con ellos son muy largas, porque siempre estoy tratando de entender las motivaciones [del personaje]. Creo que en todas las películas que he hecho, conecto. De todas maneras tengo que conectar con los diferentes personajes, desde cosas que me han pasado a mí, o a gente que tengo cerca. Mi búsqueda está ahí, en cómo lograr que esa escena tenga verdad.
LR: Volviendo a “Quédate quieto”, leí que es una coproducción con Uruguay, ¿nos puedes contar cómo se dio eso?
JL: Sí, sucede que cuando estuve en el Foro de Coproducción de San Sebastián, le mostré la película a Hernán Musaluppi [productor argentino, de Cimarrón Cine]. Vio el proyecto y le encantó. Fue muy buena su participación, porque él entró y puso el dinero que faltaba para la postproducción, la verdad que estoy muy agradecida. Hernán ha sido un súper apoyo, conversábamos mucho, como productor ejecutivo también estuvo presente en el montaje, me daba feedbacks. A su productora Cimarrón les va increíble en Uruguay, Hernán es de los grandes productores allá. Él es argentino, pero mudó su empresa a Uruguay hace unos años ya.
LR: A propósito de feedbacks, en otra entrevista también comentabas que cuando haces tus películas, le sueles pedir a tu papá que vea los avances y que te vaya dando sus apuntes…
JL: Sí, a mi papá siempre le muestro los cortes de las películas que hago y siempre tiene comentarios que me sirven mucho, por supuesto. Por ejemplo, él es quien me decía: “bueno, ya termina esta película, ya la tienes, ya está” (risas). Mi mamá también ve los avances. A ella le encanta “Quédate quieto”, creo que de lo que he hecho es la película que más le gusta.
También me acuerdo que en “Casadentro” mi papá una vez fue al rodaje, ¡y me gritó! (risas) Bueno, no me gritó pero me dijo: “¡Qué estás haciendo…!”. Porque yo estaba grabando todo en planos secuencia, y él me decía que así no tendría coberturas cuando tenga que editar, y todo eso. Me asusté, pero Inti [Briones] me dio confianza, me dijo: “tú ya has decidido, ¿no? Tranquila”. Yo creo que las películas terminan muy mal cuando te quedas en el punto medio de algo, cuando no te mandas con todo.
JJB: A continuación, ¿qué otros proyectos tienes en mente?
JL: Ahora estoy trabajando una película con Diego Vega. Él está escribiendo el guion, es una película que está basada libremente en una historia real, en Lima en los años 70. Estamos trabajando eso, probablemente sea para una plataforma. Luego estoy trabajando una película con Chile, y una serie. Están todos en etapa de desarrollo, todavía no sé si van a realizarse. Estos son proyectos que he armado como productora ejecutiva.
LR: ¿El proyecto con Diego Vega es para una plataforma?
JL: Sí, pero igual haría como el modelo de negocio de “Soltera codiciada”, que te permiten estrenar en cines y luego ya va a la plataforma. Eso me parece más interesante, básicamente para mantener el control creativo, porque cuando produces directo para plataformas, en verdad la película no es tuya. Ahora como las plataformas quieren producir más cantidad de contenidos pero no tienen más plata, pues están regresando un poco al sistema anterior, a coproducciones, a hacer películas que también tengan fondos públicos.
LR: ¿Y sobre proyectos en el que tú seas la directora?
JL: Estoy escribiendo una película muy personal, pero creo que me va a tomar tiempo y valor para hacerlo. Por otro lado, lo que a mí me gusta, como hemos hablado harto recién, es dirigir actores, entonces lo que estoy pensando es dirigir nuevamente una obra de teatro. Esa fue una experiencia que me gustó mucho y ahora tengo un proyecto que me encantaría hacer, que es adaptar libremente una película: “Una mujer bajo la influencia”, de Cassavetes, una obra con personajes femeninos muy potentes. Entonces sí, quizá lo próximo que haga como directora sea una obra de teatro.
LR: En la entrevista anterior que tuvimos el 2016, decías que existía esta preocupación porque había demasiadas películas peruanas que buscaban entrar a la cartelera, y ya no encontraban espacio. Eso fue hace siete años, ahora hay más películas y probablemente la misma cantidad de espacio, de salas. ¿Cómo ves actualmente el estado de las cosas?
JL: Es terrible, ¿no? Leo los debates al respecto, y se sigue intentando lograr una cuota de pantalla, pero yo veo que eso no va a suceder, me parece bien difícil que eso se logre. En ese aspecto sí soy más proteccionista, no digo que los cines tengan que perder plata, pero en varios países te obligan a mantener la película una semana, por lo menos. Con salas completas, porque acá te pueden decir: “sí, te quedas una semana más», pero te quitan casi todas las salas, te dejan solo un par. Sí creo que debería haber cierta protección a las películas peruanas. Porque eso de que no se pueden estrenar [dos películas peruanas] el mismo día, eso ya es imposible. Cada vez van a haber más y más películas, eso va a ocurrir de todas maneras. Debe darse esa protección, sobre todo ahora que estamos entrando a un momento del cine peruano que siento que es un cine distinto. Creo que se nota que haya cambiado el esquema de DAFO, que han aumentado las ayudas para proyectos regionales, eso generó mucha más producción, con lo cual hay mucho mejores películas. Pienso que ese es un cine que tiene un público, que mucha gente quiere ver acá también, y que además nos ayuda a lo que tanto necesitamos en el Perú, a integrarnos. Creo que el cine es un vehículo para integrar el país, y por ese camino veo una luz.
Entrevista realizada por Laslo Rojas y Juan José Beteta, el 29 de febrero de 2024, en Café Sur en San Isidro.
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